Era miércoles y todo el día me había sentido muy angustiada. Esa noche llamé a una practicista quien me consoló con inmenso amor. Yo estaba consciente de que ése no era mi estado natural como la hija bienamada de Dios. La armonía, el bienestar, la felicidad, el gozo vienen de la Mente divina, y eso no era de ningún modo lo que yo estaba sintiendo en ese momento.
De pronto, esa sensación de pesar desapareció y me olvidé del problema. Pero, minutos después, empecé a sentir un leve dolor en una muela. Oré, como había aprendido en la Christian Science, negando que la materia tuviera sensación o dolor porque no tiene inteligencia, y sabiendo que mi vida era realmente espiritual.
No obstante, a la mañana siguiente, el dolor era aún más intenso y el paladar había empezado a inflamarse. La idea de ir al dentista venía a mi pensamiento, pero decidí esperar y continuar orando. Ni siquiera les mencioné el dolor a mis compañeros de trabajo, sino que traté de insistir en mi naturaleza divina.
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