Desde que había dejado mi empleo como fotógrafa de noticias de televisión en Florida y me mudé al estado de Tennessee, había sentido mucha nostalgia. Mi nuevo trabajo en una compañía de producción en Nashville era muy diferente, muy difícil. Me costaba hacer nuevos amigos y sentirme en casa. Decidí que Tennessee no era para mí. Extrañaba mucho Florida, y lo único que quería era regresar.
Yo había estado orando por tener una situación de trabajo — y de vida — más feliz, de manera que cuando me enteré de que había un puesto vacante en mi anterior lugar de trabajo en Jacksonville, llamé al supervisor que allí tenía. Me contó que uno de los fotógrafos había tenido que tomar licencia por enfermedad debido a un problema en la columna vertebral. Todos estaban muy seguros de que no regresaría. La vacante era un puesto temporal de tiempo completo, que después sería permanente. Lo acepté. No lo podía creer, estaba por regresar a casa.
Era mi día libre, pero por alguna razón no tenía ganas de llamar a mi actual empleador y decirle que renunciaba. Me sentía ansiosa y agitada, así que fui a caminar por un buen rato a un parque cercano.
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