Una tarde estaba cortando el césped de mi casa lo más rápido posible, porque es una tarea que no me gusta realizar. En un momento dado, salí del césped para virar y volver al jardín. Pero lo hice tan bruscamente que me torcí el tobillo derecho. El dolor era muy intenso. Me puse a orar de inmediato y pensé: “En el reino de Dios no hay accidentes”. Seguí cortando el césped y el dolor desapareció, tras lo cual olvidé el incidente.
No obstante, horas después, estaba en el supermercado haciendo algunas compras, cuando el tobillo me empezó a doler otra vez. El dolor era tan intenso que tuve que pedir que me ayudaran a poner las compras, en mi camioneta. Le conté lo que me pasaba al empleado que me ayudó, y en seguida me empezó a hablar de su experiencia ya que él practica deportes y ha tenido ese mismo problema, y lo que se recomendaba hacer en esos casos. Para cuando llegué a casa casi no podía caminar y el dolor fue en aumento hasta que llegó a ser insoportable.
Yo arreglo jardines y en vista de mi situación sentí que debía avisar a una de mis clientas de lo que me había pasado, porque no creía posible ir a su casa como había previsto debido a mi condición física. Esta querida señora es miembro de mi iglesia y me habló con mucho amor y me instó con vehemencia a ver la situación desde un punto de vista más espiritual. Fue entonces cuando comencé a pensar en lo que escribió Mary Baker Eddy en su libro Ciencia y Salud. Ella destaca la importancia de percibir toda situación desde una perspectiva espiritual, y no desde el punto de vista material, donde lo único que se reconocería en este caso sería un tobillo inflamado.
Pensé en mi relación con Dios, y me pregunté: “¿Cómo soy yo espiritualmente? ¿Qué ve Dios en esta situación?” Esto me ayudó a tranquilizarme y a cambiar mi pensamiento. Muy pronto comprendí que yo jamás había salido de la presencia de Dios y por más que parecía haber sufrido un accidente, para Él yo nunca había dejado de ser Su hija amada y perfecta (véase Ciencia y Salud, pág. 424).
Como ya era tarde, me acosté y me dormí. Cuando me desperté por la mañana, el dolor ya casi había desaparecido. Entonces decidí orar antes de levantarme y me acordé de las verdades espirituales que me había recordado mi amiga. Cuando terminé no quedaba vestigio alguno del problema. Esa misma mañana estuve trabajando en mi jardín, lo que incluyó hacer pozos con una pala utilizando el pie afectado, y pude hacerlo sin sentir ninguna molestia.
Con mucha alegría, llamé a mi clienta para contarle lo sucedido. Ella se regocijó conmigo y me dijo algo muy interesante para enfrentar la sugestión de tener una recaída: “Si nunca fue grabado, no se puede repetir”. Pude ver que este pensamiento es muy práctico, y se aplica a toda situación. Me alertó diciéndome que no grabara en mi pensamiento ninguna experiencia desagradable, para no pensar en ella ni aceptarla como propia, porque si no la registro en mi mente, no puede tener consecuencias malas.
Esta experiencia me hizo comprender la importancia de ver siempre las cosas desde una perspectiva espiritual e insistir en la omnipresencia de Dios, ante la cual no puede haber accidentes.
Florida, Estados Unidos
