Hace un año y medio comencé a sentir un dolor fuertísimo en la cadera. La condición fue empeorando a tal punto que me costaba mucho subir las escaleras hasta mi departamento en un tercer piso, y tampoco podía tomar el transporte público para movilizarme. Dada esta situación mis hijos me sugirieron vender el departamento, pues quedaba muy lejos del centro de Santiago, y comprarme otro más cerca de donde desarrollo mis actividades.
Comencé a orar al respecto. Con mis hijos pusimos el departamento en venta y gracias a la oración pudimos venderlo muy rápido: la segunda persona que lo vio lo compró. Al ponerlo en venta nos dedicamos a buscar otra departamento y finalmente encontramos y compramos uno hermosísimo en un séptimo piso con ascensor, el cual tiene todas las cualidades óptimas para mí y está en el lugar preciso, más cerca de la iglesia y de mi trabajo.
Tenía muy claro que el Principio divino todo lo gobierna.
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