Hace un año y medio comencé a sentir un dolor fuertísimo en la cadera. La condición fue empeorando a tal punto que me costaba mucho subir las escaleras hasta mi departamento en un tercer piso, y tampoco podía tomar el transporte público para movilizarme. Dada esta situación mis hijos me sugirieron vender el departamento, pues quedaba muy lejos del centro de Santiago, y comprarme otro más cerca de donde desarrollo mis actividades.
Comencé a orar al respecto. Con mis hijos pusimos el departamento en venta y gracias a la oración pudimos venderlo muy rápido: la segunda persona que lo vio lo compró. Al ponerlo en venta nos dedicamos a buscar otra departamento y finalmente encontramos y compramos uno hermosísimo en un séptimo piso con ascensor, el cual tiene todas las cualidades óptimas para mí y está en el lugar preciso, más cerca de la iglesia y de mi trabajo.
Tenía muy claro que el Principio divino todo lo gobierna.
Aquella venta y la compra de este departamento fueron una demostración de que el designio de Dios es muy claro. Sin duda Él tenía reservado un lugar especial para mí. Me sentí realmente como la “heredera de Dios y coheredera con Cristo”, como promete la Biblia.
Muchas veces estamos ansiosos por algo, esperando que suceda en algún momento en el futuro, cuando en realidad la oportunidad es ahora. Oré mucho con el Himno 82 del Himnario de la Christian Science que dice, en parte, “ Su propósito cumple Dios en eterna sucesión”. Ciertamente ese plan se cumplió en mi experiencia.
Cuando uno dice “Si Dios quiere”, esto implica una distancia, como si entre el deseo y su cumplimiento hubiera un tiempo de espera. Pero la verdad es que no hay distancia en el programa de Dios, porque ya está designado de lo alto. Como dijo Jesús: “Alzad vuestros ojos y mirad los campos (del pensamiento), porque ya están blancos para la siega” (Juan 4:35).
A esta altura yo ya estaba físicamente muy mal. Caminaba cojeando y me movía con tanta dificultad que tenía que tomar un taxi para trasladarme. Mis amigas comenzaron a decirme que me sometiera a un tratamiento médico y tomara medicamentos. Una de ellas había sido operada de la cadera ya todas sugerían que yo también me operara.
Pero en mi oración yo insistía en muchos aspectos del Principio divino. Tenía muy claro en mi pensamiento que ese Principio es fundamental y gobierna todo el universo con sus leyes de armonía. Mientras sufría terriblemente con un dolor punzante que era como tener un clavo en la cadera, oraba mucho teniendo en cuenta que mi ser espiritual es sustancia y en él no hay ningún elemento discordante. Es una idea en la Mente divina, no es físico.
También insistía, como nos enseña la Christian Science, en que no es la materia sino la Mente divina, Dios, en quien “vivimos y nos movemos”. Mary Baker Eddy dice que el mundo está sostenido por una fuerza espiritual, y es la Mente lo que da la fuerza, no la materia. En la Biblia, leemos: “En él nos movemos” (Hechos 17:28), mientras que la materia, por sí sola, no puede moverse, ni forma parte del ser de Dios.
La oración me ayudó a entender que el yo humano es un reflejo que está unido al Espíritu único y que esa unión es inseparable porque es espiritual. Oré específicamente con cinco puntos fundamentales del libro Ciencia y Salud: 1) Hay un solo Principio perfecto e idea perfecta, “Dios perfecto y hombre perfecto” (pág. 259). 2) La Mente divina, no la materia, sostiene y produce todo movimiento. 3) No hay inercia que pueda detener o demorar la acción y el movimiento perpetuo y armonioso de la Mente (véase pág. 283). 4) “El Espíritu es la vida, sustancia y continuidad de todas las cosas” (pág. 124). 5) “La Mente es movimiento perpetuo”, por lo tanto, “las rotaciones y revoluciones del universo de la Mente continúan eternamente” (pág. 240). Todo este estudio fue muy bello. Lo hice con mucho gozo y expectativa del bien.
En diciembre de ese año tuve que viajar a Alemania para cuidar a una de mis hermanas. Durante esos días, continué declarando las verdades espirituales que conozco y cuidando mucho mi pensamiento, atenta a que no entrara ninguna idea que no viniera de la Mente, Dios. Tuve el privilegio de cuidar de mi hermana y al mismo tiempo de mí misma, manteniéndome firme en lo que yo sabía acerca de nuestro ser espiritual. Además conté con el reposo que tanto necesitaba. Para cuando volví a Chile en enero del 2004 me sentía mucho más fuerte.
Días después, caminando lentamente por la calle, al dar un paso esperando el dolor acostumbrado, me di cuenta de que ya no sentía esa clavada, no obstante, tenía temor de que apareciera y me paralizara en el trayecto. Pero el dolor no se manifestó y nunca regresó. Ahora camino mejor que antes de haber tenido el problema, con total soltura y libertad. Con gratitud puedo afirmar con Isaías que “caminarán y no se fatigarán... tendrán nuevas fuerzas” (40:28-31).
Mi reconocimiento en esta curación es glorificar a Dios, y yo ciertamente lo he hecho porque me he asegurado de darle gracias en cada paso que doy. Mi gratitud a Dios es enorme puesto que esto es lo que me interesa saber, que no es la materia lo que mueve el ser, sino esa fuerza de la Mente divina. Es lo más grandioso que me ha ocurrido en los últimos años.
Cuando vino mi hijo a visitarme, hubo un corte de luz y tuvimos que subir por las escaleras los siete pisos del edificio donde vivo actualmente, y lo hice al mismo ritmo que él, quien no lo podía creer y estaba muy admirado y feliz.
Finalmente, sólo deseo expresar mi infinita gratitud a Dios, a Cristo Jesús, nuestro Mostrador del Camino, y a M. B. Eddy por revelarnos la Verdad sanadora en la Christian Science.
Santiago, Chile
