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Un rayo de luz en los días más oscuros

Del número de enero de 2005 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Fue muy doloroso observar cómo la vida de un amigo de mucho tiempo se deshacía a pedazos, profesional, económica, social y físicamente (yo sólo puedo adivinar lo que debe haber sido vivirlo). Lo bueno de esta historia es que a través de mucha oración, logró volver a su cauce, y su vida fue totalmente restaurada en todo sentido, como usted luego vera. He visto otras vidas restauradas mediante la oración, pero ninguna como ésta, en la que el individuo haya caído tan bajo, y por tanto tiempo.

Cuando conocí a Van —éste es su segundo nombre que nadie conoce y que utilizo respetando sus deseos de guardar privacidad — manejaba un llamativo auto deportivo, un Corvette roja, según recuerdo. Parecía ser un exitoso productor de Hollywood, aunque en realidad su profesión era la publicidad. Le había ido muy bien en los negocios, e incluso era dueño de su propia agencia. Había crecido en Europa, hablaba media docena de idiomas con fluidez, se había mudado a los Estados Unidos y conocido personalmente lo que era el éxito. Van era una de las personas más elegantes para vestirse que yo haya conocido.

Aunque al principio uno no lo podría haber notado, las cosas ya habían comenzado a irle mal. ¿El auto y la ropa? Una fachada muy delgada que ocultaba problemas más profundos. Con el tiempo, los raspones en la pintura del auto no se arreglaron, y las camisas comenzaron a verse desgastadas. Profesionalmente las cosas empezaron a hundirse, mientras que en lo personal, las relaciones clave se desintegraron. Entonces los problemas de salud — que quizás tuvieran sus raíces en décadas del hábito de fumar — se triplicaron.

Van tomó muy malas decisiones, lo golpearon y lo robaron, no pudo conservar su empleo, bebía demasiado, y estuvo a punto de tener que vivir en las calles. A sus amigos les resultaba cada vez más embarazoso mantener esa amistad y desaparecieron. Todo fue un poco como ver hundirse al Titanic en cámara lenta, observando cómo la vida de Van terminaba rodeada de escombros en el fondo del océano. Allí permaneció por más de diez años. Me llamaba por teléfono, a veces en forma incoherente, pidiéndome que orara por él. Y aunque yo hacía lo mejor que podía, anhelaba que hubiera más curación en su corazón.

No obstante, durante esos oscuros días, un débil rayo de luz de algún modo atravesó el lecho del mar y lo tocó. Décadas antes, él había solucionado situaciones mediante la oración. Aquella oración no había sido tanto una súplica a Dios para que lo ayudara, como un reconocimiento de Su naturaleza, del amor y cuidado que Él brinda a todos Sus hijos e hijas. Aferrarse a esta toma de conciencia tuvo un poder sanador. Comenzó a preguntarse si podría reclamar ese poder. Mary Baker Eddy en su libro Ciencia y Salud le aseguraba que sí, que podía hacerlo.

Si tu vida se está hundiendo piensa en el poder restaurador de Dios.

Entonces Van resolvió que, puesto que las vislumbres del libro le habían dado tanto, dedicaría los días que le quedaran a restituir lo que había recibido. Esta palabra restituir se transformó en su lema y en un compromiso que le salvó la vida.

Tanto las Escrituras como Ciencia y Salud tratan el tema de la restauración. Dios es un restaurador. Si las cosas se están desmoronando en la vida de alguien, eso no tiene por qué continuar. Para todo aquel que teme que el bien en su vida de algún modo se esté hundiendo, éste es uno de los hechos más reconfortantes acerca de Dios. Su naturaleza es restaurar. Traer nuevamente. Renovar, sanar. A medida que una persona ora, esta actividad divina comienza a funcionar a nuestro favor.

El profeta Joel afirma que Dios dijo: “os restituiré los años que comió la oruga”. Joel 2:25. Piensa; tienes la promesa de Dios mismo. Él restaurará lo que podría haber parecido irrecuperable. A medida que las personas comienzan a percibir esto mentalmente en su oración, empiezan a experimentarlo en su vida.

Entonces la totalidad de la verdadera naturaleza de una persona — una integridad que no se puede fragmentar ni desintegrar — se pone de manifiesto. El Dios de todos es Vida, Amor, Mente. Estos nombres diferentes no significan que es un Dios formado por distintas partes que se pueden astillar. Cada término no se aplica simplemente a un aspecto de Dios, sino a todo Su ser. Y cada persona es una expresión de esa totalidad divina. En otras palabras, cada uno de nosotros está intacto, ha sido creado por Dios, y eso nunca se puede desintegrar.

El poder que tiene la Mente para transformar y sanarnos físicamente trae resultados prácticos. Al hablar de esta Mente, Ciencia y Salud dice: “Según las Escrituras, sondea 'las coyunturas y los tuétanos', y restablece la armonía del hombre”. Ciencia y Salud, pág. 423. En el caso de Van, restauró no sólo su armonía sino también su dignidad y valor propio. Su resolución de “restituir” alineó su pensamiento con la acción restauradora del Amor divino.

Pero ¿cómo restituir lo recibido de un libro? Él dio un paso práctico. Se comunicó con un sanatorio de la Christian Science donde se atienden personas que buscan curación y atención física por medios espirituales. Aunque la gerente no lo conocía, decidió correr el riesgo, y creó un puesto de mantenimiento, jardinería, pequeños trabajos, todo por un sueldo mínimo. Él lo aceptó con gusto. Fue tan solo minutos antes de comenzar este nuevo capítulo en su vida que finalmente desechó el último cigarrillo. A continuación hubo varios días de agitación, pero excepto por algunos deslices menores, nunca más volvió a fumar o a beber alcohol.

Encontró una iglesia, se ofreció como voluntario en sus días libres, y restauró los jardines que estaban muy abandonados. Puso al descubierto docenas de pequeñas formas de forjar una vida dedicada a dar. No es de sorprender que con el tiempo surgiera una carrera inspiradora y redituable, a medida que fue teniendo mayores oportunidades y responsabilidades en otros lugares.

Esto simplemente muestra con cuánta dulzura Dios nos bendice a todos de maneras muy significativas. Ciencia y Salud dice: “la inspiración restituye el vestido entero de la justicia de Cristo”. Ibíd., pág. 242. Felizmente ese hecho espiritual literalmente se manifestó para Van, y llegó a tener mucho éxito. Pero lo más importante fue que por el resto de sus días el dar siguió siendo el aspecto más importante, el gozo de una vida restaurada.

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