Aunque mi esposa y yo no tenemos hijos, amar a los jóvenes, entre ellos a nuestros 20 sobrinos, cumple un papel importante en nuestras vidas.
Me encanta estar con niños y adolescentes. Aprecio mucho su deseo de ver y comprender, su energía y entusiasmo, y su sentido de aventura y diversión. Me gusta especialmente su deseo de expresar lo que realmente son.
En mis oraciones por los niños del mundo, siempre comienzo con Dios. “Dios es amor”, leemos en Primera de Juan ( 4:16). Me gusta pensar en Dios como Amor divino, el Padre eterno del universo, y la única inteligencia o Mente gobernante de los jóvenes en mi comunidad y en todo el mundo.
De esto he aprendido que:
• Para inspirar y guiar a un joven, hay que tratar siempre de vivir con honestidad, virtud y ética. Los jóvenes se dan cuenta cuando uno es consecuente o inconsecuente en el proceder. Siento que los puedo ayudar cuando soy honesto conmigo mismo y con mis ideales más elevados, tanto cuando me ven, como cuando no me ven.
• Para amar a los jóvenes, y a todos, es esencial ver quiénes son en realidad. Todas las cualidades de Dios que expresan, tal como inteligencia, valor, energía, entusiasmo, indican su carácter espiritual como hijos de Dios. Yo puedo amar, atesorar y alentar la expresión de estas cualidades en todo lo que hacen.
• He descubierto que es posible disciplinar a un joven al disciplinarme a mí mismo. Me pregunto: “¿Estoy acaso haciendo una clara distinción entre lo que es y lo que no es el hijo o hija de Dios?” Entonces me resulta más fácil ayudar a un joven, a veces corrigiéndolo con afecto.
• El elogio. Cuando veo a un joven hacer algo bueno, nunca dudo en decírselo. Le muestro que aprecio su bondad, consideración y persistencia. Pienso que esto aumentará su deseo de ser aún mejor.
• Apoyar a los jóvenes significa apoyar las decisiones de los padres. Incluso cuando pienso que un padre no está haciendo lo correcto (y es tan fácil ser padre cuando no se está en sus zapatos), trato de reforzar el mejor sentido que tiene esa persona de lo que es correcto. Necesito mantenerme tranquilo y determinar cuál es la mejor manera de ayudar.
• Invertir tu tiempo en un joven es invertir en el mundo. Cuando uno de ellos aprende una lección importante, la misma tiene grandes consecuencias en su vida, las cuales desbordan y bendicen a otros. Siempre me acuerdo de la bondad de mi tío Bill. Cuando lo visitábamos, los muchachos más grandes se iban a esquiar a la montaña, mientras que él se pasaba todo el día enseñándome a hacerlo.
Quizá tú no pases mucho tiempo con gente joven, pero quiero que sepas que aún así puedes hacer una invalorable contribución al orar por los jóvenes de tu barrio y del resto del mundo.
Boston, MA, Estados Unidos