En las últimas décadas, la gente ha estado trabajando cada vez más. Hay mayores exigencias profesionales que requieren una permanente actualización y estudios complementarios. Gran cantidad de mujeres también han entrado en el mercado laboral, ya sea para desarrollar su carrera o por necesidades económicas. Como resultado de esto, con ambos padres trabajando, son menos los momentos que se pueden dedicar a la vida familiar y a la recreación.
¿Siente usted que desde que se levanta por la mañana inicia una carrera contra el tiempo? Parece que las horas no son suficientes para hacer todo lo que deseamos hacer. Muchos llaman a este estado mental el "síndrome de la falta de tiempo".
Esto me pasó a mí cuando trabajaba en consultoría de empresas, participando en proyectos de desarrollo de sistemas de computación. En aquel entonces, tomaba parte en un proyecto de envergadura bastante complejo. Nuestro equipo de trabajo seguía una metodología que permitía ordenar las tareas en forma lógica y eficiente, y realizábamos planificaciones que debían cumplirse. No obstante, el tiempo siempre era escaso y con frecuencia surgían dificultades y desvíos del plan original. Para poder adelantar trabajo, nuestra jornada laboral se extendió a aproximadamente 12 horas, sin tiempo suficiente para almorzar. Trabajábamos incluso todos los sábados y algunos domingos. Yo era la consultora senior, encargada de supervisar los módulos principales del proyecto, así que mi equipo de trabajo y yo estábamos sujetos a bastantes presiones de las gerencias. Apenas podía pasar unos momentos —que yo atesoraba mucho— con mi familia, ya que salía de casa muy temprano y regresaba de noche. No era una situación ideal, pero necesitaba ese empleo.
Durante este período le pedí auxilio a Dios, muchas veces con desesperación. Oraba constantemente con ideas muy simples. Tenía presente que Dios es el Principio divino que gobierna mi día, trayendo orden, armonía y actividad útil. Insistía en que la ley divina está siempre actuando, por lo tanto, ni el proyecto ni yo estábamos sujetos a obstáculos, situaciones imprevistas ni a la llamada ley de Murphy, en la que muchos en mi equipo creían. Mantenía mi pensamiento en que Dios está siempre presente y tiene el control de toda situación. Estaba a la expectativa, tratando de ver que sólo el bien se estaba desarrollando. También oraba pensando que mi salud es un estado espiritual que reflejo de Dios, y que, por lo tanto, no podía ser víctima del estrés. Trataba de percibir que ya poseo todas las capacidades que necesito para hacer frente a los problemas, porque las reflejo de Dios, la fuente divina de mi ser. Me apoyé en lo que Mary Baker Eddy afirma en su libro Ciencia y Salud: "Todos somos capaces de hacer más de lo que hacemos". Ciencia y Salud, pág. 89: 22-23.
El tiempo es sólo una medida para poner orden en nuestra vida.
Las ideas que me trajo la oración me llevaron a cultivar una relación más profunda con Dios, y a sentir Su cercanía y consuelo. Todas las mañanas, mientras viajaba a mi empleo, oraba y estudiaba la Lección Bíblica Semanal del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, lo mejor que podía. Éste era mi alimento espiritual diario. Me sostenía e inspiraba para enfrentar los desafíos y tensiones del día. También participaba de las actividades de mi iglesia filial de la Ciencia Cristiana, lo que me hacía sentir muy reconfortada.
Gracias a la oración y al estudio persistente, me sentí a salvo y cerca de mi Padre-Madre Dios, y pude expresar sabiduría, aplomo, dominio y calma en medio de las urgencias del trabajo. Luego de un año y medio, completamos el proyecto con todo éxito, el cliente quedó satisfecho, y muchos de mis compañeros y yo recibimos un ascenso.
Esta experiencia me hizo crecer considerablemente en lo profesional. Comprendí la importancia de aprovechar cada momento haciendo algo útil, y con serenidad expresar orden y fijar prioridades. Pero lo más importante fue que aprendí a poner mi relación con Dios primero en mi lista de tareas, ya que la inspiración que recibo de Él hace que mi día sea más armonioso y fructífero.
Asimismo, el estudio de Ciencia y Salud que despierta al sentido espiritual de las Escrituras, me llevó a tener un aprecio especial por los relatos bíblicos. Uno de mis favoritos es la historia de dos hermanas, María y Marta, en el Evangelio según San Lucas, Véase Lucas 10:38-42. que recibieron a Cristo Jesús en su casa. Cada una de ellas tuvo una actitud mental diferente ante esa visita. Marta estaba ocupada y afanada en muchos quehaceres para recibirlo con hospitalidad. Mientras que María dejó todo para escuchar las palabras sanadoras del Maestro. Al quejarse Marta porque su hermana no la ayudaba, Jesús le contestó que María había escogido la buena parte. Esa humildad y serenidad hicieron que María fuera receptiva a lo que Jesús había predicado cuando dijo: "Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado". Mateo 3: 17. Todo indicaba que ella estaba lista para comenzar a cambiar su enfoque de la vida, reemplazando los conceptos materialistas por conceptos espirituales, y disfrutar del reino de los cielos, el bien infinito ya disponible para todos.
Actualmente, el mensaje liberador del Cristo también habla a nuestra consciencia. Nos revela que podemos vivir en el reino de los cielos, en la paz que se siente al ser testigos de cómo Dios—el Amor divino—lo gobierna todo con Su ley de armonía. Esta contestación de Jesús a Marta, "María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada", Lucas 10:42. tal vez nos lleve a preguntarnos si nosotros hemos escogido esa buena parte. No es necesario posponer esta elección. Todos tienen la libertad de elegirla ahora y fijar sus prioridades con inteligencia. ¿Por qué dejarse arrastrar por las circunstancias y terminar frustrado y sin dirección?
Dios ha dado a todo el mundo el poder para caminar por encima de las corrientes mentales materialistas, y volverse a la Mente divina para espiritualizar la visión de la vida y su propósito. La Mente expresa todas las capacidades necesarias: sabiduría, previsión, serenidad. Da dominio sobre las circunstancias humanas y autoridad divina para resolverlas. El estudio de la Biblia y Ciencia y Salud, la oración y la práctica de lo que se estudia, ayudan a espiritualizar la conciencia y a hacer que el diario vivir sea más productivo y gratificante. Por añadidura, la inspiración obtenida da buenas ideas para satisfacer todas las necesidades, aprovechando bien el tiempo.
Hay que tener en cuenta que el tiempo es simplemente una medida que se usa para poner cierto orden en la vida; pero siempre se puede evitar que se convierta en una limitación para realizarse y ser feliz. M. B. Eddy define el término Día como "La irradiación de la Vida", y "La Mente mide el tiempo de acuerdo con el bien que se desarrolla. Ese desarrollo es el día de Dios, y 'no habrá allí más noche'". Ciencia y Salud, pág. 584.
Todos pueden optar por mantener la calma ante las demandas del tiempo, espiritualizar la visión y regocijarse, sabiendo que cada uno es el hijo muy amado de Dios, creado para expresar la luz y la alegría de la Vida divina, para vivir en Su día, donde sólo se manifiesta el bien inagotable.