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Una vida renovada

Del número de enero de 2008 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hacía cinco años que estaba muy mal de salud. Había bajado demasiado de peso y mi piel tenía un color muy feo porque consumía muchos remedios. Según el médico, la angustia que sentía me había producido una disritmia cerebral que me provocaba temblores, por lo que tenía que permanecer en cama. Esto me desesperaba por mis hijos. Estuve internada en el hospital tres veces y acudí incluso a médicos naturistas, sin resultado alguno.

Oraba, pero sentía que mis oraciones no eran respondidas. Tiempo después, leí en la Biblia que Dios es amor, entonces Le pedí que si Él existía me lo hiciera saber.

Ocurrió que cuando tuve a mi cuarta niña ella salió del hospital con una infección viral en las vías urinarias que los médicos no lograban controlar. Al verla sufrir, mi depresión aumentó.

Entonces alguien me habló de una señora que era practicista de la Ciencia Cristiana. Yo no sabía nada de esta Ciencia, pero fui a verla Ilena de esperanza. Ella me leyó el primer capítulo del Génesis y me comentó que la creación de Dios era buena y perfecta, y no había lugar para el mal, porque Dios no lo ha creado. Me impresionó mucho todo lo que me dijo. Ella me prestó cinco ejemplares del Heraldo y el libro Ciencia y Salud.

Poco a poco, con esta lectura, fui adquiriendo valor, porque yo vivía aterrada y no me animaba ni a salir a la calle. Sin embargo, comencé a visitar a la practicista y a asistir a los servicios religiosos de la iglesia.

Muy pronto comprobé que lo que escuchaba no eran simples palabras, sino que al aplicarlas se producían frutos. Una evidencia para mí fue que mi niña, además del problema renal, tenía las piernas muy curvadas y los médicos quisieron enyesarla. Yo me opuse y comencé a orar por ella, y poco después, sus piernitas estaban totalmente derechas. En otra ocasión, le dio una fiebre muy alta, la practicista vino a verla y comenzó a orar en silencio. De pronto, le bajó la fiebre y ese fue el fin del virus renal. Había sanado por completo.

Yo por mi parte, quería dejar de tomar medicamentos, aunque temía que se repitieran los ataques de desritmia. Hablé con la practicista y ella me alentó a recordar todos los testimonios de curaciones y los conceptos tan bellos que estaba aprendiendo acerca de Dios y de mí misma. Esa noche oré y dormí sin tomar pastillas, y a partir de allí pude hacerlo sin problema, hasta que finalmente, me liberé por completo de los remedios.

Una de las citas de Ciencia y Salud que más me impresionó fue la declaración científica del ser, que dice en parte: "No hay vida, verdad, inteligencia ni sustancia en la materia. Todo es Mente infinita y su manifestación infinita, porque Dios es Todo-en-todo" (pág. 468). Entendí que Él era Todo-en-todo, no sólo en la salud, sino en la armonía, en la paz.

Al ver estas curaciones, percibí que Dios es nuestro Padre y Madre, y puse mi plena confianza en que Dios gobernaba no sólo nuestra salud, sino también nuestro hogar, porque yo tenía serios problemas con el papá de mis hijos. Al principio, él se enfadaba mucho conmigo porque yo estudiaba la Ciencia. Así que yo leía a escondidas y me iba a la Sala de Lectura para estudiar la Biblia y Ciencia y Salud. No obstante, encontré en la Ciencia Cristiana un refugio tal, que aun viviendo con el problema, podía estar feliz, tranquila y ver a ese hombre como el hijo de Dios. Con el tiempo mi esposo y yo decidimos separarnos, pero mantenemos una buena amistad.

Estoy muy agradecida a Dios porque mi vida es una clara manifestación del amor que Él tiene por toda Su creación.


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