Hacía cinco años que estaba muy mal de salud. Había bajado demasiado de peso y mi piel tenía un color muy feo porque consumía muchos remedios. Según el médico, la angustia que sentía me había producido una disritmia cerebral que me provocaba temblores, por lo que tenía que permanecer en cama. Esto me desesperaba por mis hijos. Estuve internada en el hospital tres veces y acudí incluso a médicos naturistas, sin resultado alguno.
Oraba, pero sentía que mis oraciones no eran respondidas. Tiempo después, leí en la Biblia que Dios es amor, entonces Le pedí que si Él existía me lo hiciera saber.
Ocurrió que cuando tuve a mi cuarta niña ella salió del hospital con una infección viral en las vías urinarias que los médicos no lograban controlar. Al verla sufrir, mi depresión aumentó.
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