Una vez, cuando mi hermanita tenía dos años y yo siete, mi mamá y yo nos quedamos encerrados en un cuartito que había en el jardín de mi casa. Cuando entramos cerré la puerta sin saber que quedaría bloqueada y que la Ilave estaba del lado de afuera.
Cuando le vi la cara a mi mamá supe que estábamos en un lío porque nadie más vendría a la casa hasta las doce de la noche y mi hermanita estaba sola durmiendo del otro lado. El cuartito tenía un pequeño tragaluz a más de 2 metros del suelo. Lo único que podíamos hacer era que yo intentara saltar por ese hueco hacia el otro lado.
Le pedí a mi mamá que dijéramos el Padre Nuestro porque esta oración me había dado valor muchas veces. Después, mi mamá me ayudó a treparme y yo traté de romper el mosquitero que cubría el tragaluz pero no pude. Entonces me bajé y le pedí que oráramos otra vez. Cuando lo volví a intentar logré romper el alambre sin lastimarme.
Ahí me di cuenta de que la distancia que tenía que saltar era muy grande y tuve miedo, pero me acordé que Dios está siempre con nosotros y nos ayuda en todo. También te da fuerza y la esperanza de que se puede conseguir todo lo bueno.
Entonces mi hermanita se despertó y cruzando el jardín por el lado de la piscina, Ilegó al cuarto donde estábamos nosotros. Ella era muy pequeña y ni siquiera Ilegaba a la cerradura. Mi mamá le hablaba para tranquilizarla pero pronto se puso a Ilorar a gritos. Entonces yo me armé de valor y salté.
Consolé a mi hermana y como la cerradura era muy dura, le pasé la Ilave a mi mamá por debajo de la puerta y ella pudo abrirla.
Me sentí muy aliviado de saber que no le había pasado nada a mi hermana. Estoy seguro de que mi oración también la protegió para que no se acercara a la piscina.
Siento que Dios no sólo te da el valor para que seas valiente, sino que también te ayuda a encontrar las ideas que te sacan de cualquier lío en el que te puedas meter.
Estoy muy feliz de compartir esta experiencia con otras personas para que puedan solucionar sus problemas.