Hace muchos años, viví en una zona Ilena de granjas de la comunidad religiosa amish. Sus carretas tiradas por caballos (detrás de las cuales ocasionalmente me vi bloqueado con mi auto en la carretera), me recordaban calladamente que necesitaba bajar la velocidad y reconocer la presencia de mi Padre celestial y Su tierno y eterno cuidado.
Tiempo después, necesité ese recordatorio, cuando fui con unos amigos a nadar al recóndito remanso de un río de la zona. Aquella noche empezó a dolerme el oído debido a una infección. Yo quería tratar esto por medios espirituales por lo que Ilamé a un practicista de la Ciencia Cristiana y le pedí que me apoyara con su oración.
Pero las cosas empeoraron en lugar de mejorar. Lo Ilamé nuevamente, y volvió a orar. No obstante, la infección se extendió hasta que me Ilegó al cuello, y ahí sí que me asusté. Después de varios días el practicista me dio un pasaje de Ciencia y Salud que insistía en la importancia de aferrarse a Dios y a Su idea. Véase Ciencia y Salud, pág. 495. Al término de la conversación, oré con fervor con las vislumbres espirituales que él había compartido conmigo. Lo que ocurrió luego me dejó asombrado. Durante la siguiente hora, mientras oraba pude observar cómo la infección comenzaba a disminuir desde el cuello hacia arriba, hasta que desapareció por completo. Fue la curación más notable que había tenido hasta ese momento. A través de ella Ilegué a comprender en modesto grado, quién es el gran Médico y lo que hace.
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