No importa en qué parte del mundo nos encontremos, ni la creencia religiosa que profesemos, el espíritu de la Navidad toca a la puertas de nuestros corazones indefectiblemente. La energía divina como "una voz callada y suave", 1° Reyes 19:12, según Versión Moderna. atraviesa la oscuridad de las preocupaciones, las quejas y los problemas del diario vivir, y está disponible universalmente para ayudarnos a tomar consciencia de la luz de la Verdad, el Cristo, o idea espiritual de Dios. Es así como muchos en esta época preparan su pensamiento para conmemorar el nacimiento del Salvador con la alegría e inocencia propias de un niño, y con la receptividad y la humildad que el Maestro Cristo Jesús manifestó.
Mary Baker Eddy responde a la pregunta ¿es este niño nacido en Belén maravilloso?, diciendo: "Sus obras demuestran que lo es. Él da poder, paz y santidad; exalta al humilde, da libertad al cautivo, salud al enfermo, salvación del pecado al pecador — ¡y vence al mundo!
"Id y declarad las cosas que veréis y oiréis: los espiritual y físicamente ciegos reciben la vista; los cojos, aquellos que cojean entre dos pensamientos o renquean con muletas, andan; los leprosos, físicos y morales, son limpiados; los sordos —aquellos que, teniendo oídos, no oyen, y que sufren de 'tímpano cerebral'— oyen; los muertos, los sepultados en dogmas y padecimientos físicos, son resucitados; y al pobre —al humilde en Cristo...— le es predicado el evangelio". Escritos Misceláneos, pág. 168.
La estrella que guió a los Reyes Magos hasta Belén es hoy como esa luz de la Verdad que guía, bendice, sana y trae paz a todo aquel que desea sinceramente comprender al Cristo, que presenta al hombre creado a imagen y semejanza de Dios, la identidad espiritual que todos reflejamos de Él. Esa luz "que calma los temores del hombre, lleva sus cargas, lo llama a la Verdad y al Amor y a la dulce inmunidad que éstos ofrecen contra el pecado, la enfermedad y la muerte". Ibíd, pág. 320.
Esta luz divina también se hace evidente en la descripción de la ciudad santa revelada al apóstol Juan en el Apocalipsis. Véase Apocalipsis 21. Su fulgor era como de una piedra diáfana como un cristal, y sus cimientos estaban adornados con todo tipo y color de piedras preciosas. Si bien esta ciudad estaba construida de oro puro, era totalmente transparente. Juan relata que la misma no tenía necesidad de sol ni de luna porque estaba iluminada por la gloria divina. Cada uno de nosotros, por ser los hijos amados de Dios, somos como esas piedras preciosas, como un cristal finamente tallado a través del cual la gloria del Amor divino brilla sin obstáculo, mancha ni defecto alguno, porque es perfecto. Nuestra verdadera identidad es espiritual, es pura e inocente, inteligente y bella. Somos la transparencia de la Verdad, y nada malo puede entrar en esa transparencia porque residimos por siempre en la Mente infinita.
Este número de El Heraldo trae varios ejemplos de cómo esa luz divina brilla en nuestra vida, sobre todo cuando la ponemos en práctica y empezamos nuestro día expresando gratitud. Uno de nuestros colaboradores señala cómo la risa y el humor contribuyen a la curación, mientras que otro habla acerca del buen humor que tenía Mary Baker Eddy y su convicción de que la risa es una parte importante de la vida.
En esta luminosa época de alegría y renovación, permite, querido lector, que la luz de la Verdad resplandezca en ti como a través del diamante más refinado, así quienes te rodean podrán tener una vislumbre de su identidad espiritual y sentir el regocijo y la esperanza que nos pertenecen a todos por derecho divino.
Con afecto,