Un día me caí al piso, pero no le presté atención porque no pensé que fuera un problema. A la semana siguiente me caí otra vez y casi me desmayé, así que me llevaron al hospital. Allí ya me conocían porque había establecido un programa de capellanes voluntarios para visitar a los enfermos. También la gente del hospital sabía que soy Científica Cristiana. No obstante, me hicieron exámenes médicos y diagnosticaron que tenía graves síntomas de anemia, y que los glóbulos rojos habían bajado a un nivel muy serio. Me dijeron que necesitaba de inmediato una transfusión de sangre. Sin embargo, no accedí a ello y llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana para que me apoyara con su oración.
Esa noche me quedé en el hospital, pues ya era tarde. Al día siguiente, los médicos me permitieron volver a mi casa con la condición de que regresara para comprobar el nivel de los glóbulos rojos. También era necesario que volviera porque así lo requería el lugar donde trabajo.
Gracias a las experiencias que había tenido anteriormente yo sabía que podía apoyarme por completo en el tratamiento espiritual. El estudio de esta Ciencia me había llevado a comprender que mi verdadera y única identidad es espiritual y que podía depender completamente del poder de Dios para mantener mi salud. Estas palabras de Mary Baker Eddy en su libro Ciencia y Salud siempre me trajeron inspiración: "El hombre no es materia; no está constituido de cerebro, sangre, huesos y otros elementos materiales... El hombre es idea, la imagen, del Amor; no es físico". Ciencia y Salud, pág. 475.
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