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Sana de fibroma uterino

Del número de noviembre de 2010 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Desde niña me había interesado Dios, y quería saber de dónde había venido Él. Incursioné en muchas religiones cristianas y orientales, pero continuamente cambiaba, pues ninguna de ellas lograba responder las numerosas dudas que tenía.

Al quedar embarazada de mi primer hijo, hace unos 12 años, me hicieron una ecografía de control y encontraron que tenía un fibroma pegado en el útero, el cual me producía muchos dolores. Llegado el momento del parto, me hicieron una cesárea y no me operaron el fibroma. Cuatro años después, cuando quedé embarazada de mi hija, los exámenes mostraron que el fibroma aún seguía ahí, aunque de tamaño más reducido.

Al tiempo, alguien me regaló un Heraldo, lo que me llevó a comenzar a leer el libro Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras.

Como el fibroma continuaba produciéndome dolores, sobre todo durante los períodos menstruales, mi marido y mi mamá insistían en que me hiciera ver por un médico. Pero yo ya no quería pasar más por operaciones, de modo que decidí probar el tratamiento espiritual por medio de la oración y llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana. Entre las muchas palabras de ánimo que me dio, también me recomendó que leyera el capítulo "Los frutos de la Ciencia Cristiana" en Ciencia y Salud, lo que me ayudó mucho. Como mi familia insistía en que me hiciera intervenir quirúrgicamente, les dije que probaría la Ciencia Cristiana y que si no daba resultado me operaría.

Durante el tratamiento en esta Ciencia hubo dos ideas que me resultaron muy útiles. Una de ellas la encontré en Ciencia y Salud y dice: "No se puede separar el afecto de una madre de su hijo, porque el amor de madre incluye la pureza y la constancia, las cuales son inmortales. Por lo tanto, el afecto materno perdura bajo cualquier dificultad" (Ciencia y Salud, pág. 60).

Otro pensamiento surgió de una conversación que tuve con un estudiante de la Ciencia Cristiana cuando le pregunté cuál era la manera en que podíamos saber cómo era el amor de Dios hacia nosotros. Él me dijo que este amor no se podía comparar con nada porque es divino, pero que era muy similar a lo que nosotros sentimos cuando sostenemos a nuestros bebés en brazos. Me dijo que era bueno recordar ese sentimiento puro que tenemos hacia nuestros hijos.

Otra actividad importante que me ayudó mucho fue el estudio de la Lección Bíblica Semanal de la Ciencia Cristiana. Este estudio me permite, aun hoy, afirmar mi relación con Dios, la Mente divina; me ayuda a reconocerme como hija de Dios y ver que mi identidad espiritual no admite estados malignos. Poco a poca he entendido que no hay poder alguno, contrario a Dios, que pueda apartarme de Su amor y condenarme al sufrimiento. Dios es el bien y no tiene contrario alguno.

Finalmente, un día me di cuenta de que ya no sentía más dolor y tuve la certeza de que había sanado del fibroma. Cuando tuve que visitar a la ginecóloga para cambiar el DIU que me habían colocado porque tiene fecha de vencimiento, me hizo una ecografía y esta reveló que el fibroma había desaparecido y que todo estaba bien.

Esta curación fue la primera que tuve mediante el tratamiento en la Ciencia Cristiana y me hizo ver cuán cerca está Dios de mí. Las pruebas de Su amor que satisfacen todas mis necesidades continúan hoy siendo evidentes. En la Ciencia Cristiana encontré todas las respuestas que buscaba.

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