"¿A mas 'al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente'?" Esta pregunta me hace detener y reflexionar cada vez que pienso en ella. Me impulsa a examinar seriamente mi disposición de sacrificar todo por Dios y por la Ciencia Cristiana, el más grandioso sistema de ideas que la humanidad pueda llegar a necesitar o conocerá jamás. Mary Baker Eddy plantea esa pregunta ineludible en el primer capítulo de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras. Ciencia y Salud, pág. 9. Moisés fue el primero en referirse a ella claramente, en la Biblia, como la exigencia de Dios para el hombre. Posteriormente, aparece en los Evangelios en la respuesta de Jesús a la pregunta de los escribas: "¿Cuál es el primer mandamiento de todos?" Marcos 12:28—30.
Moisés, Jesús y Mary Baker Eddy: se puede decir que cada uno de ellos en diferente forma es uno de los pilares que sostiene el desarrollo espiritual de la humanidad. Sus vívidas respuestas a este, el más grande de los mandamientos, cambió para siempre el curso del pensamiento humano. Y cada uno de ellos expresó la misma urgencia moral indicando que algo tan grande, profundo y perdurable como este mandamiento también exige nuestra atención hoy en día, no importa cuántos años hayan pasado.
¿Cuál es el resultado grandioso y profundo de amar a Dios con cada fibra de nuestro ser? ¿No es acaso el amor por nuestro prójimo, descrito en el segundo más grande mandamiento, que dio Jesús? Tal como lo expresa una declaración de la Junta Directiva de la Ciencia Cristiana: "Es este amor por Dios y por la humanidad el que irradia desde el corazón de cada Científico Cristiano consagrado", y es este amor el que cumple el destino de la Iglesia de Cristo, Científico, de abrazar a "toda la humanidad con genuina curación espiritual". "'The Majesty of Christian Science' and Its Imperatives of Our Time" statement, The Christian Science Journal, June 2006, pg. 60.
El cultivo de la espiritualidad en la vida de los Científicos Cristianos
• ¿Cómo se alcanza ese nivel de amor que abraza a "toda la humanidad con genuina curación espiritual"? Me parece que hay una respuesta completa en la explicación que da la Sra. Eddy acerca de la Ciencia del Cristianismo, lo cual me lleva a considerar las siguientes declaraciones lógicas.
• Dios es Mente y la única Mente.
El universo, incluso el hombre individual, es la imagen y semejanza de Dios.
• La experiencia humana es la manifestación externa del pensamiento individual y colectivo.
• Cuando la influencia que espiritualiza está ausente, el pensamiento humano acepta la realidad de la materia con todas sus consecuencias.
• Dios, en Su tierno amor por la humanidad, no nos abandona a merced de esa tendencia mortal, sino que brinda a cada hombre, mujer y niño la influencia del Cristo que espiritualiza el pensamiento.
• La Sra. Eddy describió el estado purificado de pensamiento como "El Dorado del Cristianismo", que la humanidad es totalmente capaz de alcanzar, tal como Jesús demostró.
• Pero ella también nos dijo que para alcanzarlo es necesaria "la renuncia a toda sensación, afecto y culto meramente materiales". Ciencia y Salud, pág. 9.
Este proceso de sacrificar los estados materiales de pensamiento es como cuidar de un jardín. El resultado puede ser hermoso y muy satisfactorio, ¡pero requiere de un trabajo constante y enérgico! Debemos ser vigilantes, estar activos y alertas para percibir lo que está creciendo en nuestro jardín mental. Los pensamientos materiales que intentan echar raíces deben arrancarse con constancia y persistencia. No actuar es, esencialmente, estar de acuerdo con la mente mortal. Ignorar las "hierbas malas" les permite arraigarse. Con frecuencia, los pensamientos parecen estar profundamente incrustados en la consciencia, y estas raíces profundas deben arrancarse para poder erradicarlas por completo. A veces la manera mortal de pensar puede parecer tan cómoda y personal que creemos apreciarla y somos renuentes a cambiarla.
Hace diez años, tuve una experiencia que me obligó a aprender estas lecciones. Al pensar en ella me doy cuenta de que fue un ejemplo del tierno y tangible amor que Dios tiene por nosotros, pues me dio la oportunidad de reconsiderar la respuesta que mi vida estaba dando a lo que significa amar a Dios con todo tu corazón, alma y mente. Tuve que sacrificar los preciados estados materiales de pensamiento, pero el resultado cambió la dirección de mi vida.
La limpieza de mi propio jardín
Desde niño asistí a una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana; no obstante, recién la "hice realmente mía" cuando tomé un curso de dos semanas con un maestro de Ciencia Cristiana. Esto ocurrió hace 30 años, durante unas vacaciones de verano cuando estudiaba mi postgrado en administración de empresas. A pesar de la inspiración espiritual que recibí durante la clase, estaba tan concentrado en los negocios que me dediqué durante 25 años a las finanzas y a la banca. Disfruté muchísimo esa época; viví fuera del país, en Europa y Australia, y tuve bastante éxito. Durante ese período, la Ciencia Cristiana era importante para mí y confiaba en ella para la curación cuando la necesitaba. No obstante, yo diría que mi enfoque principal estaba en los negocios. Cuando terminó mi trabajo de muchos años, simplemente, supuse que inmediatamente encontraría otra actividad similar.
Pero eso no ocurrió. En el transcurso de los meses y luego un año o dos, primero me sentí perplejo, luego, frustrado. Sólo más tarde pude apreciar el hecho de que Dios estaba preparando ciertos pasos para mí. Meses después de perder mi empleo, fui elegido Primer Lector en nuestra iglesia filial en la ciudad de Nueva York. El intenso estudio de la Biblia y Ciencia y Salud que se requiere para este puesto gradualmente comenzó a producir un cambio en mí. Con el tiempo fui percibiendo que esta experiencia como lector era un "verdadero trabajo", que aprendí a amar.
Durante el transcurso de mi período de tres años como lector, mi deseo de encontrar otro trabajo lucrativo y prestigioso en los negocios comenzó a desaparecer, aunque lentamente. A medida que cedía, encontré en mis oraciones que estaba cada vez más interesado en servir a Dios que en satisfacer la definición que había tenido de mi identidad. Ahora entiendo que la percepción que tenía de mi carrera e identidad estaba estrechamente relacionada con mi función en la banca.
Aunque desde un punto de vista humano no había nada de malo con esa identidad, comencé a darme cuenta de que mi satisfacción humana, o mi conformidad con la misma, me impedía asumir un compromiso mayor con la Ciencia Cristiana. Rehusaba la idea de abandonar algo que me traía tantas satisfacciones a nivel humano, era un sacrificio que yo no quería hacer.
No obstante, mi constante estudio de la Biblia y Ciencia y Salud dio lugar a una humildad que me ayudó a percibir la transformación que se estaba produciendo. Este proceso no siempre fue cómodo. Al ver que el camino que yo quería seguir se encontraba cerrado, empecé a sentir la necesidad de una reprimenda. Aunque contundente, la metáfora sobre el jardinero, que usa la Sra. Eddy, me hizo ganar una gran cuota de humildad, y resultó ser muy ilustrativa. "La maleza de la mente mortal no siempre se destruye al desarraigarla la primera vez; reaparece, como la devastadora hierba rastrera, y sofoca el trébol naciente. ¡Oh tonto jardinero! está atento cuando reaparezca, y arráncala de su suelo nativo hasta que no quede el menor brote que pueda propagarse—y pudrirse". Escritos Misceldneos 1883-1896, pág. 343. A medida que comprendía que Dios estaba pidiendo, quizás hasta exigiendo, algo más elevado de mí, también percibía que Él estaba ahí mismo, a mi lado, guiando mis pasos vacilantes.
Uno de mis más preciados recuerdos de esa época fue este sentimiento cada vez más grande de la presencia de Dios, aunque el cuadro humano aún no había cambiado. Una frase de un himno se volvió mi compañera constante:
Perverso y necio me extravié,
Pero en Su amor Él me buscó,
Y tierno sobre Su hombro fiel
Con regocijo hasta el hogar me llevó
(Henry W. Baker, Himnario de la Ciencia Cristiana, N° 330,
según versión en inglés.)
Durante ese tiempo, mi esposa y yo asistimos a la Asamblea Anual de La Iglesia Madre celebrada en Berlín, Alemania. Sentí mucho respeto por los diferentes oradores, y aprecié lo que estaban haciendo por la iglesia y el mundo. Meses después de regresar a Estados Unidos y completar mi período como lector, recibí una llamada de La Iglesia Madre ofreciéndome un empleo. Aunque jamás se me había ocurrido la idea de trabajar para La Iglesia Madre, esta respuesta estaba totalmente de acuerdo con mis oraciones, por lo cual acepté.
En cierto nivel, este cambio de trabajo de la banca a mi posición actual como Tesorero de La Iglesia Madre puede verse, en la carrera humana, como una progresión natural. Pero yo sé que a un nivel más profundo, mi vida ha pasado, y sigue pasando por grandes cambios al sacrificar estados de pensamiento materiales y alcanzar la resultante regeneración espiritual. Las lecciones sobre la humildad y la ternura del amor han comenzado a producir curaciones de rasgos de carácter indeseables, muy necesarias. Tener una de las posiciones creadas en el Manual me ha dado la oportunidad de aprender acerca del valor moral y la obediencia desinteresada. He podido observar directamente notables ejemplos de confianza radical, sabiduría, amor fraternal y servicio abnegado. Y la experiencia de varios años como practicista de la Ciencia Cristiana listado en el Journal me ha permitido vislumbrar lo que un miembro de la Junta Directiva de la Ciencia Cristiana quiso decir cuando declaró que "la práctica es el trabajo más grandioso en el mundo—no el más fácil pero verdaderamente el más grandioso."
Honestamente, ¿me gustaría hacer otra cosa?
Aunque cada una de nuestras historias personales es única, sospecho que no estoy solo en la continua necesidad de reexaminar seriamente mi voluntad de dejarlo todo por el Cristo. "Millones de mentes sin prejuicios —sencillos buscadores de la Verdad, fatigados peregrinos, sedientos en el desierto— esperan con anhelo descanso y refrigerio". Ciencia y Salud, pág. 570. En gran parte, esperan que nosotros, como Científicos Cristianos practicantes, asumamos el compromiso que les permitirá recibir su vaso de agua fría. Entonces, la pregunta que ahora resuena en mis oídos es: Honestamente, ¿me gustaría hacer otra cosa?