La Biblia cuenta que cuando Cristo Jesús pasa por la ciudad de Jericó, un rico recaudador de impuestos Ilamado Zaqueo, queriendo verlo entre la multitud se sube a un árbol sicómoro, pues era de baja estatura. Jesús alza la vista y le dice: "Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa". Más adelante, Zaqueo le confiesa a Jesús que quiere dar la mitad de sus bienes a los pobres y que si defraudó a alguien se lo devolvería cuadruplicado. Véase Lucas 19. Cristo Jesús, no tomando en cuenta el pasado ni la religión de Zaqueo, simplemente le dice: "Hoy ha venido la salvación a esta casa".
¡Qué ejemplo perfecto de la forma en que el Cristo encuentra a los que están buscando la Verdad! El Cristo—esta idea universal en la que Dios declara la unión indestructible que existe entre cada uno de nosotros con la divinidad—nos Ilama por nuestro nombre. Se dirige abiertamente al pensamiento receptivo, como lo hizo con muchos personajes bíblicos, para regenerarnos y sanarnos.
La palabra "iglesia", del griego "ekklesía", significa "los que son Ilamados por su nombre". Y el Cristo hace este Ilama no tanto para que busquemos un techo bajo el cual congregarnos con un grupo de personas, sino para que pensemos y actuemos de acuerdo con el Principio divino que motivaba al maestro Cristo Jesús.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!
