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La humildad: ”lente y prisma”

Del número de mayo de 2010 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

The Christian Science Journal


El orgullo y la vanidad, elementos básicos de la manera de pensar mortal y materialista, son grandes obstáculos para el crecimiento espiritual.

Durante la Clase de Instrucción Primaria en la Ciencia Cristiana, me dieron a conocer a Dios a través de Sus atributos, las cualidades que expresan Su naturaleza. Las mismas fueron una ayuda muy grande para comprender mi verdadera naturaleza como imagen de Dios. No obstante, había una cualidad con la que no lograba identificarme: la humildad. Yo sabía que no la tenía y que era esencial para tener la habilidad de sanar a los demás mediante la oración.

Resolví encontrar esta cualidad. En los escritos de Mary Baker Eddy leí lo siguiente: "La humildad es la pasadera que conduce hacia un reconocimiento más elevado de la Deidad. La consciencia, al elevarse, acumula renovadas formas y un singular fuego de las cenizas del yo que se va desvaneciendo, y renuncia al mundo. La mansedumbre realza los atributos inmortales sólo cuando se les quita el polvo que los empaña".Escritos Misceláneos 1883—1896, pág. 1. Durante dos años, anhelé y luché por tener humildad, sin lograr sentir que la expresaba. Hubo ocasiones en que hasta lloré en mi lucha por alcanzar esta invalorable virtud. En aquel momento no lo veía, pero al recordar esto puedo ver que mi búsqueda era tan sincera que constituía una forma de oración. También percibí que todo ese tiempo Dios había estado purificando mi consciencia. A través del poder salvador y siempre presente de Su Cristo, Él me estaba ayudando a apartarme del yo personal, para de ese modo obtener humildad. "La consciencia, al elevarse, acumula renovadas formas y un singular fuego de las cenizas del yo que se va desvaneciendo..." Eso era lo que estaba ocurriendo.

El opuesto de la humildad es el orgullo y la vanidad. Estos rasgos son los elementos básicos de la manera de pensar mortal y materialista, y son grandes obstáculos para el crecimiento espiritual. Son producto del sentido personal que afirma que el yo está separado de Dios; el producto de la creencia de que logramos hacer cosas gracias a nuestro propio intelecto. La opinión mortal de nosotros mismos, no percibiendo lo completa y valiosa que es nuestra verdadera naturaleza en Dios, siente vergüenza si no obtiene algún logro mundano del cual estar orgullosa. Argumenta que se trata de un pequeño ego al que le gustan ciertas cosas y le disgustan otras. Por lo general, tiene un plan que está tratando de imponer. Quiere que se hagan las cosas a su manera, y argumenta a favor de su propia opinión.

Cristo Jesús era totalmente altruista. Dijo: "No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo".Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 475. Él comprendía plenamente que nosotros no originamos nada, y que no podemos lograr nada separados de nuestro Creador. El Maestro enseñó y probó que dependemos totalmente de Dios, el Principio divino de la existencia. Escuchaba atentamente para que el Espíritu lo moviera, y estando así atento, oía; y al oír al Padre podía distinguir entre la verdad y el error. Jesús demostró la verdadera reflexión, nuestra identidad como imagen de Dios. Hacer eso es expresar humildad. Al responder a la pregunta "¿Qué es el hombre?", la Sra. Eddy escribe: "...lo que no posee, de sí mismo, ni vida ni inteligencia ni poder creativo, sino que refleja espiritualmente todo lo que pertenece a Su Hacedor".Juan 5:30.

Un mortal tiene que superar muchas cosas. Eso era lo que me estaba ocurriendo a mí mientras estudiaba, reflexionaba y oraba. Estaba superando mis creencias de que todas las cosas tienen una base material y que están entrelazadas con la espiritualidad. Estaba percibiendo la totalidad y unicidad de Dios, del Espíritu, y viendo que todo lo que realmente existe Le pertenece—que todo es Dios, el bien, y Su manifestación. Esto para mí significa que la creación es la evidencia tangible de que Dios existe.

Abrí Retrospección e Introspección y leí la experiencia que tuvo la Sra. Eddy con la humildad. Ella habla del "pecado invisible" de confiar en las cosas materiales. Y luego escribe: "Contemplé lo solapada que es la mente mortal en sus modos materiales y quedé turbada. Pálida quedó la mejilla del orgullo. Mi corazón se postró ante la omnipotencia del Espíritu, y un matiz de humildad, suave como el corazón de un rayo de luna, cubrió la tierra".Retrospección e Introspección, pág. 31. Dos cosas se destacaron para mí: que ella percibió que el mal actuaba de manera solapada, y que reconoció la supremacía del Padre. Estos son requisitos para tener humildad en el sentido más profundo, y supe que yo había empezado a percibirlo.

La humildad nos lleva a comprender que no somos una clase especial de mortales que necesita imponer ciertos puntos de vista a los demás, y siente orgullo y justificación al hacerlo. Nos demuestra que somos inmortales, totalmente sujetos al Espíritu. Alcanzar esta comprensión es una meta importante si queremos llegar a ser sanadores cristianos. Es fundamental que desechemos cada vez más la creencia errónea de que somos mortales con una mente y una voluntad privada, una vida privada separada de la Vida divina única. Esto se logra mediante la oración y esforzándonos por vivir en consonancia con Dios, por reflejar la naturaleza divina en todo lo que hacemos.

Jesús y los discípulos eran hombres humildes. Poseían poco de lo que el mundo llamaría conocimiento intelectual, no obstante, estos hombres de Dios tenían una profunda visión de la realidad, de las cosas del Espíritu, y no juzgaban por las apariencias externas. Expresaban mucha reverencia, lo cual también es un requisito para tener humildad.

Orar y anhelar tener humildad. Hacerlo es una manera vigorosa, práctica y valiente de reclamar nuestra unicidad con Dios. La humildad nos salva de la humillación. Cuando la practicamos no podemos dejar de tener éxito. Nos pone en armonía con la Verdad, la cual se impone y se prueba a Sí misma mediante su propio poder dinámico.

Las personas que alcanzan una mayor humildad al ceder al gobierno de Dios y discernir la realidad de Su creación, puede que no se den cuenta de que lo han hecho. Puede que simplemente sepan con creciente convicción que nunca se apartaron de Dios, su fuente. Desafían cada vez más la falsa evidencia del caos, la enfermedad, el pecado y el temor, como algo que es irreal y mentiroso, que no posee lugar alguno, que es impersonal e insustancial. Saben con creciente certeza que la Mente divina es Todo-en-todo. Estas personas se ven a sí mismas más claramente como la imagen misma de Dios, herederas de todo lo que es real y bueno. Saben que son perfectas en todo aspecto de su ser, y que pueden probar que esto es verdad tanto en la tierra como en el cielo.

Expresar la humildad que nos guía hacia una comprensión más profunda de Dios, nos permite saber que el reino de Dios ha venido, que el reino de la Mente pura es ahora y para siempre, y que esta Mente es el único poder y presencia que existen. Entendemos, con una claridad cada vez más profunda, que el mal es una negación, no un hecho apoyado por Dios. Percibimos su naturaleza agresiva, pero no tenemos temor de sus cuadros negativos. En humilde admisión de la totalidad de Dios, estamos conscientes de que sólo el bien es real, y que el bien ya está presente y es tangiblemente evidente. Si vemos lo que parece ser una persona enferma o moribunda, la humildad nos permite estar absolutamente convencidos de la verdad de que el hijo de Dios es perfecto y sano, que está bien y lleno de vitalidad, y está presente ahora mismo. No enfrentamos el mal fijándonos en la ilusión, es decir, con el pensamiento centrado en la enfermedad, el accidente o alguna otra calamidad. En lugar de eso, sabemos que la apariencia del mal es la niebla de la mente mortal; que los argumentos de la serpiente y la serpiente misma, como aparece en la alegoría bíblica,Váase Génesis 3. son ficticios y totalmente falsos. La clara luz de la Verdad que se guarda en el pensamiento, dispersa la niebla, y la armonía, que es por siempre verdadera, se hace, una vez más, evidente. Todo esto es posible con la humildad.

Es necesario estar dispuestos a dejar de lado un concepto falso de nuestro ser. Esto es humildad. Es algo que me esfuerzo por hacer cada día, y todos podemos trabajar en este sentido. Amar a Dios supremamente exige un gran sacrificio del yo personal. Requiere un creciente reconocimiento del hecho de que, como afirma la Sra. Eddy, "El Ego-hombre es el reflejo del Ego-Dios..."Ciencia y Salud, pág. 281. Nuestra labor es vivir de manera tal, que Dios sea conocido en el lugar donde estemos.

Respondamos al llamado cristiano de sanar mediante el poder de Dios, la Mente divina, y recordemos la importancia de la humildad al hacerlo. "La humildad es lente y prisma de la comprensión de la curación por la Mente..."Escritos Misceláneos, pág. 356. Podemos probar que esto es verdad y disfrutar los frutos de nuestra obra sanadora.

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