El Salmo 23, y el sentido espiritual que Mary Baker Eddy da del mismo en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, han sido siempre para mí de mayor consuelo porque me ofrecen la seguridad de que Dios, el Padre de todos nosotros, no sólo nos ama poderosamente, sino que nos alimenta y provee de todo lo necesario. Esta interpretación dice en parte: “[EL AMOR DIVINO] es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos [el Amor] me hará descansar; junto a aguas de reposo [EL AMOR] me pastoreará” (Ciencia y Salud, pág. 578).
Cuando comenzamos a eliminar el miedo, empezamos realmente a diferenciar la voz de Dios de los sonidos del mundo material.
Dios nos ha estado hablando mediante la voz de los profetas y por medio de Cristo Jesús desde hace siglos, y en muchísimas citas de la Biblia encontramos la evidencia de que Dios se ocupa de nosotros. “No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú” (Isaías 43:1). “Con amor eterno te he amado” (Jeremías 31:3). “No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino” (Lucas 12:32).
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