Los entusiastas del teatro conocen muy bien la orden de “Tomemos cinco” que da el director durante los ensayos. Quiere decir: “¡Tómate un descanso, relájate y regresa listo para trabajar!”
Un verano, cuando estaba en el liceo, fui aprendiz en el Teatro Tanglewood en Carolina del Norte, Estados Unidos, y la gran actriz sueca Signe Hasso me dio una nueva visión de lo que significa “Tomarse cinco”. Mientras que la mayoría de nosotros en las pausas salíamos corriendo del sofocante salón de ensayos para tomar aire fresco o alguna bebida fría, la Srta. Hasso, quien tenía el papel principal en esta producción d e Anastasia, simplemente se sentaba, cerraba los ojos, reclinaba la cabeza y descansaba con sus propios pensamientos. Luego regresaba a ensayar renovada y llena de energía.
Inspirada por el ejemplo de Hasso, comencé a pasar mis momentos de descanso de manera diferente. Tomaba esos minutos para sentir el amor y la paz de Dios allí mismo, en ese agitado ambiente de teatro de verano. Una vez que comencé a hacerlo, la presión y la nostalgia que sentía por mi familia, se evaporaron. Como resultado, disfruté al máximo el resto del verano.
Años después, cuando nuestros hijos eran adolescentes y el trabajo que yo tenía en la universidad requería que recorriera 100 millas (160 km) cada día, con frecuencia me sentía muy estresada. Un día, al quejarme sobre esto con mi padre, él sonriendo levantó su mano derecha con los cinco dedos extendidos, y me dijo: “Cinco minutos, mi amor, ora tan solo cinco minutos cada día y verás la diferencia”.
Si bien leía la Lección Bíblica de la Ciencia Cristiana todos los días, ¿me tomaba acaso el tiempo para orar por mí misma y por mi familia? Sinceramente, no. Así que empecé a hacer mejor uso de las horas de viaje, orando específicamente con tres Estatutos que el Manual de la Iglesia pide a los miembros que cumplan “a diario”: “Una regla para móviles y actos”, “La oración diaria” y “Alerta al deber” (págs. 40-42). Ellos me llevaron a tener una activa comunión con mi Padre-Madre Dios, y a tomar consciencia del reino de la Verdad y el Amor que hay dentro de mí y de todos. Muy pronto descubrí la sorprendente energía sanadora que aun pocos momentos de conversación con Dios pueden impartir. “Toma consciencia por un solo momento de que la Vida y la inteligencia son puramente espirituales — ni están en la materia ni son de ella — y el cuerpo entonces no proferirá ninguna queja”, explica Mary Baker Eddy (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 14).
Sucedió que “el cuerpo” de mi vida diaria comenzó a cambiar de manera rotunda. Mi vida familiar se volvió más plácida y dejé de quejarme. Además, vi que ahora oraba por mí misma un par de horas al día, no tan solo unos minutos. Como consecuencia, mi carrera tuvo una transformación total. Al cabo de un año renuncié a mi puesto en la universidad y comencé a desempeñarme como practicista de la Ciencia Cristiana.
¿Cómo es posible que unos pocos momentos de oración hayan tenido efectos tan inmediatos y de tanto alcance? Tal vez se deba a que cuando oramos en realidad no vamos a ningún lado nuevo. Ya estamos en unidad con el gran “Yo Soy”, el Dios cercano e inmediato cuya ayuda omnipotente nunca nos falla. Y si en el torbellino de la experiencia humana olvidamos esto, el Cristo salvador de Dios está constante y pacientemente recordándonos esta verdad. Sólo necesitamos detenernos lo suficiente como para realmente escuchar, y “Tomarnos cinco” con nuestro Creador.
Publicado originalmente en el número de Noviembre de 2012 del Christian Science Journal.
