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ALEMANIA

Horquilla, grúa y curación de una mano

Del número de noviembre de 2012 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando éramos nuevos en la Ciencia Cristiana, de esto hace ya varias décadas, llevamos a nuestros hijos pequeños de vacaciones a una granja. Pertenecía a una familia muy devota y yo les había hablado de mi religión, y ofrecido nuestra ayuda en esa activa época de la cosecha.

“¿Sabe usted manejar un tractor?”, me preguntaron. Yo no sabía ni me atrevía a hacerlo. Pero un día me pidieron que, “por el amor cristiano al prójimo”, los ayudara con una horquilla a cargar una gran pila de estiércol en el distribuidor de estiércol que tenían. Así que allí estaba yo con mis botas de goma junto al fornido granjero, con amor cristiano y determinación, tratando de echar sobre ese voluminoso carretón tanta cantidad de estiércol como ese hombre gigante.

Cuando finalmente el carretón estuvo lleno, él lo llevó a un campo cercano para distribuir el contenido, y yo tuve muy poco tiempo para recuperarme. Entonces Regó un vecino y me preguntó: “Bueno, ¿y cómo están tus manos?” Esa pregunta dio justo en el clavo porque si bien hoy tengo mi propio jardín y mi piel con callos, en aquel entonces, ¡no tenía ninguna de las dos cosas!

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