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ALEMANIA

Horquilla, grúa y curación de una mano

Del número de noviembre de 2012 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando éramos nuevos en la Ciencia Cristiana, de esto hace ya varias décadas, llevamos a nuestros hijos pequeños de vacaciones a una granja. Pertenecía a una familia muy devota y yo les había hablado de mi religión, y ofrecido nuestra ayuda en esa activa época de la cosecha.

“¿Sabe usted manejar un tractor?”, me preguntaron. Yo no sabía ni me atrevía a hacerlo. Pero un día me pidieron que, “por el amor cristiano al prójimo”, los ayudara con una horquilla a cargar una gran pila de estiércol en el distribuidor de estiércol que tenían. Así que allí estaba yo con mis botas de goma junto al fornido granjero, con amor cristiano y determinación, tratando de echar sobre ese voluminoso carretón tanta cantidad de estiércol como ese hombre gigante.

Cuando finalmente el carretón estuvo lleno, él lo llevó a un campo cercano para distribuir el contenido, y yo tuve muy poco tiempo para recuperarme. Entonces Regó un vecino y me preguntó: “Bueno, ¿y cómo están tus manos?” Esa pregunta dio justo en el clavo porque si bien hoy tengo mi propio jardín y mi piel con callos, en aquel entonces, ¡no tenía ninguna de las dos cosas!

Mi mano izquierda, con la que había agarrado la parte superior del mango de la horquilla estaba bien, pero mi mano derecha, que había movido constantemente la tosca madera de arriba a abajo, tenía en la palma cuatro ampollas grandes que me dolían mucho. Cualquiera hubiera recomendado dejar descansar esa mano durante varios días.

Todo el Nuevo Testamento promueve el amor a tu prójimo. ¡Y ese amor no puede producir ningún daño!

Pero, ¿qué habría significado eso respecto a mi “amor cristiano al prójimo”? La pila de estiércol no había bajado mucho, y siquiera pensar en darme por vencido, no era una opción. Todo el Nuevo Testamento promueve el amor a tu prójimo. ¡Y ese amor no puede producir ningún daño!

Ahora mi cristianismo, mi comprensión de Dios, se estaba poniendo a prueba. En la segunda página de la Biblia, en el Génesis, leemos que el hombre ha sido creado a “imagen y semejanza” de lo divino. Esto hizo que me preguntara: ¿Acaso Dios sufre cuando ayuda a otros? Me imaginé al tan conocido anciano con barba y ropas blancas. ¿Cuándo se cansa? Wilhelm Busch (un querido humorista alemán) podría haber dibujado a mi anciano “Dios” de manera muy convincente. Sentí que necesitaba con desesperación algo gracioso que me hiciera reír porque ¡me dolía mucho la mano!

La Biblia dice que Dios, es Espíritu, Dios es Vida, Verdad, Amor. Todo esto no tenía nada que ver con la imagen humorística de un anciano con pantuflas sentado en un sillón. ¡Y el imaginarme a Dios de esa manera tampoco tenía nada que ver conmigo, si yo era la imagen y semejanza de Dios! De manera que con el verdadero concepto de Dios como Espíritu, yo tenía algo con lo cual defenderme, enfáticamente y con convicción, contra el concepto material de Dios y del hombre.

Yo también era espiritual, por lo tanto, no podía ser tocado por el mango tosco de una horquilla para levantar estiércol. Vivo en el Espíritu, ¡no sobre una pila de estiércol! Mientras realizábamos el trabajo, el granjero varias veces intentó iniciar una conversación conmigo. Mis respuestas eran breves, pues me dolía la mano y quería concentrarme en orar por mí mismo.

Otra imagen me vino a la mente: El brazo de una excavadora en el medio de una construcción. ¿Acaso se cansa por la tarde y yace rendido como chocolote ablandado por el sol? ¡Tonterías! Y ¿en qué se diferencian mi brazo y mi mano del brazo de la excavadora o de la grúa? Al trabajar para otra persona, mi brazo sólo es el vehículo para traducir el “amor al prójimo”. Y si el brazo de la excavadora no se cansa, entonces mi mano tampoco necesita sufrir por haber paleado estiércol.

Así que, tomamos nuestras horquillas y cargamos el segundo y el tercer distribuidor de estiércol; almorzamos; luego hicimos la cuarta y quinta carga; y terminó el día de trabajo. Me lavé las manos y se las mostré a la esposa del granjero. Prácticamente no había rastro de las ampollas que antes habían parecido tan alarmantes. Ella luego quiso profundizar preguntándome sobre mi forma de vida y mi opinión acerca del mundo.

Más tarde salí en una pequeña excursión con mis seres queridos. Me sentía muy feliz y contento de haber cumplido con mi tarea, con la dichosa certeza de que esta Ciencia Cristiana que recién había encontrado, es realmente una ayuda en la que se puede confiar en situaciones difíciles de la vida. Me sentía en cierta manera “hinchado” de felicidad, y eso se manifestó por la mañana cuando me miré la mano, porque vi que estaba también “hinchada”. Entonces me di cuenta de que probablemente esta experiencia se me había subido un poco a la cabeza, y sentí más humildad. Muy pronto mi mano recuperó su tamaño normal.

He tenido vacaciones más hermosas que esta. Pero para mí, como principiante en este camino espiritualmente científico, ese día fue mi primer descubrimiento de real importancia. Fue el más memorable y, después de todo, el día más hermoso de vacaciones que haya tenido jamás.


Original en alemán

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