El año pasado estuve de vacaciones en el sur de Francia.
Una mañana, me desperté y fui a nadar con mi familia. Después de eso, me empezó a doler el oído. Le conté a mi mamá y me dijo que me sentara tranquilo y no tuviera miedo.
Ella dijo que iba a orar por mí, y me recordó algunas cosas importantes sobre mi verdadera salud. Por ser hijo de Dios, yo reflejo a Dios todo el tiempo; es decir, reflejo todo el bien y toda la salud. Yo sabía que Dios está siempre conmigo, así que confié en la oración de mi mamá y en la mía también.
Pasó un rato y aún no me sentía mejor. Mamá me llevó de regreso al hotel y me puse a ver un poco la tele. Luego fuimos a un restaurante para comer algo, pero todavía no me sentía del todo bien. Así que regresamos a la habitación y continuamos orando juntos.
El dolor pronto desapareció, y me quedé dormido. Y después pasé unas lindas vacaciones.
Estoy muy agradecido por esto que me pasó y que me enseñó que Dios me ayuda en todo momento.
Original en francés
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