Muchos piensan hoy que Jesús fue el mejor hombre que jamás haya caminado sobre la tierra. Esto es fácil de entender. So lo admira con mucha facilidad porque está colmado de cualidades que la mayoría considera nobles, incluso divinas. La Biblia dice que era amable, tranquilo, humilde, considerado hacia los demás, en una palabra, era un santo. Sus curaciones se producían con tanta facilidad como su sonrisa. Las multitudes hacían todo lo posible para estar cerca de él. ¿Acaso la mayoría de nosotros no haría lo mismo si él caminara por nuestro barrio? Yo lo haría. Por lo menos, confío en que lo haría.
Algunos dicen que Jesús era el Cristo. La Ciencia Cristiana amplía y profundiza esta idea maravillosa del Mesías, o Salvador, con la comprensión de que el Cristo no sólo estaba incorporado en el hombre Jesús, sino que es la verdad y el amor eternos que Dios por siempre siente por cada aspecto de Su universo infinito. Es lo que Él atesora de Su creación, que todo es en realidad una idea Suya, perfecta, santa, bella.
Jesús amaba al Cristo. De hecho, lo abrazó y expresó con tal plenitud que mucha gente en aquel entonces y ahora lo llama Jesucristo o Cristo Jesús. Uno de sus discípulos, el apasionado Pedro, llegó a decir: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Mateo 16:16.
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