Muchos piensan hoy que Jesús fue el mejor hombre que jamás haya caminado sobre la tierra. Esto es fácil de entender. So lo admira con mucha facilidad porque está colmado de cualidades que la mayoría considera nobles, incluso divinas. La Biblia dice que era amable, tranquilo, humilde, considerado hacia los demás, en una palabra, era un santo. Sus curaciones se producían con tanta facilidad como su sonrisa. Las multitudes hacían todo lo posible para estar cerca de él. ¿Acaso la mayoría de nosotros no haría lo mismo si él caminara por nuestro barrio? Yo lo haría. Por lo menos, confío en que lo haría.
Algunos dicen que Jesús era el Cristo. La Ciencia Cristiana amplía y profundiza esta idea maravillosa del Mesías, o Salvador, con la comprensión de que el Cristo no sólo estaba incorporado en el hombre Jesús, sino que es la verdad y el amor eternos que Dios por siempre siente por cada aspecto de Su universo infinito. Es lo que Él atesora de Su creación, que todo es en realidad una idea Suya, perfecta, santa, bella.
Jesús amaba al Cristo. De hecho, lo abrazó y expresó con tal plenitud que mucha gente en aquel entonces y ahora lo llama Jesucristo o Cristo Jesús. Uno de sus discípulos, el apasionado Pedro, llegó a decir: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Mateo 16:16.
Jesús amaba a sus pacientes, ya fueran individuos o multitudes, por ser las expresiones del Cristo de Dios. Si ellos se resistían cuando él detectaba un grano de receptividad, como ocurrió con la exigente madre sirofenicia Mateo 15:21–28. o el trastornado crítico del templo, Marcos 1:23–28. se podría decir que él bondadosamente y en silencio los amaba por ser del linaje mismo de Dios, hasta que cedían lo suficiente para permitir ser sanados.
Por supuesto, no todos admiraban a Jesús en aquellos tiempos. Tal vez hayas notado en la Biblia que casi todas sus curaciones estuvieron precedidas y/o seguidas de cierta oposición llena de maldad y odio. La envidia manifiesta y malicia inexpresada, a veces parecían llenar el aire al igual que el polen. Él trataba de minimizar esto pidiendo a los pacientes que no comentaran sobre sus curaciones, pero no dio muy buen resultado debido a la alegría que sentían por haber sido sanados.
La envidia y malicia de los pensadores mezquinos no podía tolerar a alguien que era mucho más santo que ellos. Los tentaba a porfiar y a discutir con él, y a usar todos los medios obvios y sutiles que podían para menoscabar su éxito. Algunas veces susurraban entre ellos, y otras veces abrigaban en silencio móviles destructivos y llenos de odio. Sin duda el Maestro podía captar el lenguaje corporal de ellos, pero aún más, podía detectar los pensamientos y actitudes inexpresados. La Biblia dice: “El conocía los pensamientos de ellos”. Lucas 6:8.
Él enfrentaba el odio con un amor profundo y único. Es posible pensar que vivía tan cerca de Dios que el error no podía tramar ningún ataque que pudiera inmiscuirse entre él y el Cristo que le daba el dominio total.
Jesús sabía lo que tenía que hacer acerca de esos ataques. Respondía a cada expresión de odio con amor. Sí, amor. Uno pensaría que por lo menos hubiera querido usar una daga. Algunos de sus discípulos llevaban consigo espadas. Juan 18:10, 11; Lucas 22:38. Pero eso no iba con su manera de actuar. Él le hacía frente al odio con un amor profundo y único. Se puede pensar que vivía tan cerca de Dios que el error no podía tramar ningún ataque que fuera capaz de inmiscuirse entre él y el Cristo, quien le daba un dominio total.
A veces se piensa que el amor es débil y blando. Y en ocasiones eso es verdad. Pero el amor de Jesús era una expresión del afecto poderoso, sanador y transformador con el que Dios abraza a Su creación. Era una manifestación del Cristo. La Biblia enseña que Jesús a veces oraba día y noche para defender su convicción de la totalidad del Amor divino, o Dios. Él necesitaba la protección de saber la preciosa verdad de que allí mismo donde el odio parecía estar, en ese mismo lugar y en todo momento, sólo estaba la manifestación del afecto más tierno de Dios, porque Él es bueno, es realmente Todo.
También es cierto que a través del Cristo de Dios, nosotros podemos ver armonía y paz allí mismo donde parecen ocurrir cosas desagradables. Ciencia y Salud enseña: “Dios está en todas partes, y nada aparte de Él está presente o tiene poder”. Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 473.
Como Jesús, nuestro Mostrador del Camino, cuanto más cercano al Cristo está nuestro pensamiento, más dominio tenemos. En verdad, las inmortales palabras y sublime ejemplo de Jesús, están todavía con nosotros. Él prometió: “YO estoy con vosotros todos los días”. Mateo 28:20. ¿Qué puede ser más tierno o reconfortante? Hoy, ese amor tierno y sanador nos rodea a todos.
Publicado originalmente en
The Christian Science Journal