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actualidad latina

Logra liberarse de una deuda

Del número de marzo de 2012 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Christian Science Sentinel


Dos hijas pequeñas, una sola entrada y un alquiler bastante alto: esta era la situación en la que mi esposo y yo nos encontrábamos hace años, cuando vivíamos en Alemania. Yo siempre había querido tener casa propia, pero no teníamos suficiente dinero para el adelanto. Entonces, decidimos comprar acciones en fondos de inversión en bienes raíces, mediante un préstamo hipotecario, pensando que generaría ganancias y ayudaría a que nuestras hijas fueran a la universidad. Sin embargo, resultó ser una muy mala decisión financiera. La compañía presentó quiebra y perdimos todo el dinero, incluso el que habíamos invertido. (Después nos enteramos de que se había tratado de una estafa que también había afectado a otros inversores.)

Nosotros hacíamos los pagos mensuales con regularidad, pero finalmente descubrimos que ni siquiera estábamos pagando el dinero que debíamos de la hipoteca con la que las inversiones estaban conectadas, de manera que terminamos hundiéndonos cada vez más en deuda. La situación era aterradora.

Yo me sentía cada vez más desdichada y me culpaba a mí misma por haber hecho esa inversión. Oré para saber que nuestro Padre-Madre Dios nunca te castiga por algo que hiciste con toda inocencia y buenas intenciones. Todo lo contrario, Dios te guía y te da las ideas correctas para corregir la situación. Con el tiempo, he llegado a entender que cuando tengo un problema serio y recurro a la oración, la protección de nuestro divino Padre siempre se manifiesta y la situación se resuelve de la mejor manera.

Mi esposo y yo pagamos intereses durante 15 años con dinero prestado. Debido al contrato que habíamos firmado no había forma de escapar de la obligación financiera. El dinero apenas nos alcanzaba y no teníamos una entrada extra que pudiéramos usar. No obstante, yo continué orando con persistencia. Cada vez que me venía el pensamiento agresivo de que esa inversión era irreversible, con toda humildad le pedía a Dios que me dijera qué debía hacer para corregir mi pensamiento, encontrar una solución y recuperar la tranquilidad.

Quince años después, estábamos viviendo en los Estados Unidos, aún con la carga de esta deuda. En una ocasión, fui a visitar a mi hija en Alemania, y una tarde encendí la televisión, algo inusual en mí. Justo había un programa en el que explicaban cómo salir del mismo tipo de sistema de inversiones en el que estábamos envueltos. Así que tomé nota y empecé a orar con toda sinceridad para comprender más claramente lo que Dios quería que yo supiera. Debía abrir mi pensamiento a la Verdad. La Biblia nos dice: “He entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo; sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá”. Eclesiastés 3:14. Declaré con firmeza que nada se puede agregar ni quitar del hijo de Dios; que no podía sentirme impresionada por las sugestiones mentirosas de temor o pérdida de la mente mortal. Dios, por ser la única Mente, es también mi mente, y en esa Mente no existen las sugestiones agresivas de que un mal paso podía causar un daño irreparable. Yo continué orando para comprender que no debía permitir que el temor me confundiera o me usara. Además, yo sabía que puesto que mi Mente es la única mente, también era la Mente de la gente del banco donde teníamos el préstamo. Ellos no estaban excluidos de la sabiduría de Dios, porque cada uno es la “compuesta idea de Dios”. Véase Ciencia y Salud, pág.475

Me vino la idea de llamar al banco y con toda humildad y sinceridad le expliqué al ejecutivo que nos llevaba la cuenta, la situación por la que habíamos estado pasando todos esos años. La conversación fue muy afable y tranquila, y él me dijo que lo volviera llamar en unos días. Después de llamarlo con frecuencia durante varias semanas, finalmente me dijo que, por ser empleado del banco, él no podía hacer nada, pero me sugirió que llamara yo a la señora que nos había vendido esos fondos, y le pidiera que ella negociara con el banco como nuestra representante.

Yo continué sabiendo que Dios es la única Causa y que puesto que es el bien, sólo puede causar el bien. Esta es la revelación de la Verdad, y los hijos de Dios en todas partes son receptivos a esta Verdad. La naturaleza semejante al Cristo en el hombre es siempre obediente, siempre receptiva. No me aparté de estos pensamientos. Persistí en mis oraciones, y esperé sólo el bien para todos los involucrados. No era correcto que nuestra familia tuviera que seguir viviendo con esta carga más tiempo.

En el sentido espiritual que Mary Baker Eddy ofrece del Salmo 23, en Ciencia y Salud, ella escribe: “En la casa [la consciencia] del [Amor] moraré por largos días”. Ibíd., pág. 578. Nuestro hogar es nuestra consciencia y tenemos el derecho que Dios nos ha dado de orar por cualquier cosa que suceda en nuestro hogar. A medida que oraba, me di cuenta de que tenía que perdonar a la persona que nos había vendido esos fondos. Declaré que ella era también la hija amada de Dios, hecha a Su imagen y semejanza, y que su intención no podía haber sido hacernos daño ni actuar con codicia, buscando únicamente su propio beneficio. Al recordar lo sucedido, veo la importancia de una declaración de Ciencia y Salud: “Jesús contemplaba en la Ciencia al hombre perfecto, que a él se le hacía aparente donde el hombre mortal y pecador se hace aparente a los mortales”. ibíd., pág. 476–477.

Por aquel entonces, también encontré algunos pensamientos que me resultaron muy útiles en un artículo titulado “La ley de Dios que todo lo ajusta”, escrito por Adam H. Dickey, estudiante de Mary Baker Eddy. Uno de ellos afirma: “El efecto del funcionamiento de una ley es siempre el de corregir y gobernar, de ajustar y armonizar”. Para mí esto quería decir que cualquier cosa que no esté bien o sea discordante no puede tener un Principio básico propio, y no puede impedir la demostración sanadora. Yo necesitaba dejar toda la situación en manos de Dios y tener plena confianza en que Dios estaba cuidando de ella. “No se haga mi voluntad, sino la tuya”. Lucas 22:42.

Finalmente, la señora que nos había vendido los fondos, con nuestro consentimiento, se comunicó con el banco, y resolvió la situación tan bien que el banco nos perdonó dos tercios de la cantidad total. Entonces pagamos mensualmente una pequeña suma durante cinco años más para liquidar la obligación que había quedado pendiente. Lo lindo fue que esta cantidad estaba cubierta por una póliza del seguro que ya habíamos pagado y que formaba parte del instrumento del préstamo/inversión. El resultado fue que aunque la inversión no había crecido como habíamos esperado, las acciones en fondos de inversión adquiridas nunca nos fueron injustamente expropiadas.

Ahora que el problema se ha resuelto, ha quedado conmigo la hermosa lección de estar siempre agradecida y ser humilde y paciente, sabiendo que aunque a veces pensemos que no hay forma de recuperarse cuando se comete un error, Dios siempre nos indica lo que debemos hacer para corregirlo.

Dios, como Verdad divina y Principio eterno siempre está obrando, siempre está en vigor, es todopoderoso y es sólo el bien. Yo oré con diligencia para reconocer esta verdad espiritual y me aferré a ella, a fin de ver el efecto sanador en nuestra experiencia como familia, y hemos sido grandemente bendecidos.

Publicado originalmente en el
Christian Science Sentinel

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