Cuando estudiaba en la universidad, Judy Wolff fue testigo de una asombrosa curación en la Ciencia Cristiana que tuvo su mamá, estando en las últimas etapas de una enfermedad pulmonar que la había afectado intermitentemente desde su niñez. Esa curación inspiró a Judy a conocer mejor servir a Dios. En 1997, se anunció como practicista de la Ciencia Cristiana para ayudar a otros, de la misma manera que un practicista había ayudado a su mamá.
En 2003, Judy se graduó de maestra de Ciencia Cristiana, y durante los últimos cinco años también se ha desempeñado como Fideicomisaria de La Sociedad Editora de la Ciencia Cristiana. Ahora vive con su esposo Russ, en Arlington, Virginia, un suburbio de la ciudad de Washington.
Cuando le pregunté sobre qué le gustaría hablar, ella me dijo: “Recientemente he estado pensando que la verdadera comprensión del significado de los conceptos mortal, humano divino, ayuda a dar un tratamiento científico eficaz”.
De modo que así fue como empezamos, le sugerí que primero definiera tratamiento científico.
Judy Wolff. Una manera de ver el tratamiento científico es considerarlo como una forma definitiva de oración que se apoya en las leyes divinas para disipar las creencias mortales. Dicho simplemente, el tratamiento científico reemplaza los conceptos mortales errados con la comprensión espiritual, y esto resulta en una corrección humana, o lo que vemos como curación.
Esta forma de tratamiento metafísico está basado en la Biblia y fue demostrado de la mejor manera por Jesús. Mary Baker Eddy con frecuencia se refería al ejemplo del tratamiento espiritual de Jesús en su libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras. Por ejemplo, ella escribió: “Nuestro Maestro trataba el error por medio de la Mente, jamás exigió obediencia a las leyes de la naturaleza, si por estas se quiera decir que son leyes de la materia, ni tampoco usó medicamentos. Hay una ley de Dios aplicable a la curación, y es una ley espiritual en vez de material”.Ciencia y Salud, pág. 463.
De manera que Jesús conocía la ley espiritual — la ley divina — que podía sanar un problema humano específico, y al reconocer y afirmar esta ley, él echaba fuera la creencia mortal que oculta la presencia de Dios y, en consecuencia, oculta la presencia de la salud y la armonía. Y eso lo que uno hace cuando sigue el ejemplo de Jesús en el tratamiento científico, que también podemos llamar tratamiento de la Ciencia Cristiana.
Ya has mencionado los tres términos: mortal, humano y divino. Hablemos ahora de lo que significa tener una firme percepción de estos conceptos.
Yo uso con frecuencia estos términos porque la Sra. Eddy los usó muy a menudo en sus escritos; y si tenemos en cuenta el cuidado que ella tuvo al elegir sus palabras, pienso que comprender el significado de estos tres términos es fundamental en la práctica de la Ciencia Cristiana, vital para el tratamiento científico eficaz de la enfermedad, las lesiones o cualquier tipo de problema, ya sea físico o de otro tipo.
Además, la confusión acerca de estos tres términos es la raíz de gran parte de los malos entendidos sobre la Biblia y, en cierta medida, sobre Ciencia y Salud. En ambos libros puede parecer que los pasajes que aluden a lo mortal, lo humano o lo divino presentan contradicciones. Pero en cuanto reconocí qué es lo que diferencia a estos tres términos, tanto la Biblia como Ciencia y Salud fueron mucho más claros, más consecuentes y científicos para mí. Mi habilidad para discernir si estoy viendo las cosas en términos mortales, humanos o divinos me ha permitido mejorar la calidad de mis tratamientos en la Ciencia Cristiana.
¿Puedes dar un ejemplo de algún versículo de la Biblia que puede resultar confuso si no tenemos una comprensión clara de estos términos?
En Mateo hay tres versículos donde Jesús habla acerca de un niño pequeño. Primero Jesús se refiere a cualquiera que ofenda a un niño cuando dice: “Mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar”. Pero cinco versículos después, Jesús dice: “Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido”. Y tres versículos más adelante, agrega: “Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños”. Mateo 18:6, 11, 14. Entonces, al leer este capítulo, ¿tenemos que concluir que el hombre puede ser condenado y muerto? ¿O tenemos que concluir que el hombre debe ser salvado? ¿O, como implica la tercera declaración de Jesús, tenemos que llegar a la conclusión de que el hombre nunca muere?
Las tres declaraciones de Jesús pueden resultar confusas hasta que te das cuenta de que se está refiriendo a tres grados diferentes de pensamiento: el sentido erróneo y mortal del ser, que es destruido por su propio pecado; el sentido humano del ser, el cual es salvado y redimido mediante el carácter del Cristo que Jesús ilustró y enseñó; y el punto de vista divino del ser, el verdadero y único estado del ser, en el cual Dios mantiene a Su creación indestructible.
¿Y tú dices que la habilidad de discernir desde qué perspectiva vemos las cosas — mortal, humana o divina — ha ayudado a mejorar la calidad de tus tratamientos en la Ciencia Cristiana?
Permíteme contarte lo que estoy aprendiendo acerca de la diferencia que hay entre tres términos, basado en mi estudio de la Biblia y de Ciencia y Salud. Luego tal vez, pueda ilustrarlo con el ejemplo de una curación.
Lo mortal es el mal absoluto y es el opuesto de lo divino, que es el bien absoluto. Podemos relacionar la palabra mortal con términos tales materia, material, físico, irrealidad y error. La mortalidad es el sueño de Adán de un universo material, el cual es el opuesto de lo que Dios creó en realidad: un universo espiritual, un universo divino. Y este universo divino es el reino de los cielos, todo lo que es inmortal, espiritual, real, perfecto y armonioso. Estos dos estados — el mortal y el divino — no pueden coexistir o tener conocimiento el uno del otro. La consciencia divina es real y es todo, mientras que la inconsciencia mortal es nada y es irreal, pero afirma que es todo y que es real.
Hace unos años tuve una curación justo después de haber leído en Ciencia y Salud lo que se conoce como “El Juicio”, que es una alegoría sobre un hombre que, después de haber hecho una buena obra, recibe la pena de muerte en lo que la Sra. Eddy llamó el “Tribunal del Error”, por haber quebrantado una ley material. No obstante, el hombre es salvado por la Ciencia Cristiana y liberado por el “Tribunal Supremo del Espíritu”.Ciencia y Salud, págs, 430–442.
Estas ideas estaban muy presentes en mi pensamiento mientras preparaba mi casa para recibir a unas visitas que venían de otro estado. Sucedió que estaba limpiando unas ventanas de madera muy pesadas, cuando los resortes de ambos marcos, superior e inferior, se soltaron con un chasquido y las ventanas cayeron fuertemente sobre mi mano derecha clavándola contra el alféizar. El sonido, el dolor y la mano lastimada, todo parecía muy abrumador. Pero, por supuesto, eso era simplemente un reclamo mortal agresivo, un cuadro falso acerca de mi verdadero ser, y yo sabía que tenía que apartarme de ese reclamo mortal para refutarlo. Así que me puse un paño alrededor de la mano y declaré en voz alta las verdades espirituales que había aprendido en mi estudio de la Ciencia Cristiana. Me concentré en lo divino, sólo en lo que Dios sabe y causa. La realidad divina, por su presencia misma, silencia su opuesto, los vociferantes sentidos mortales.
Muy pronto me tranquilicé lo suficiente como para sentarme en silencio y darme a mí misma un tratamiento en la Ciencia Cristiana, comenzando con el razonamiento espiritual, lo que llevó a que recibiera inspiración divina. Me aferré específicamente a los hechos espirituales acerca de Dios y mi ser como expresión de Dios. Rechacé las mentiras mortales de accidente y materialidad. Entonces me embargó el sentimiento más maravilloso. Sentí la luz del Cristo de comprensión y armonía espirituales. Sentí que Dios me aseguraba que no importaba cual fuera la apariencia de las cosas, mi perfección estaba intacta. Parecía que, al igual que en la alegoría de Ciencia y Salud, yo estaba en el Tribunal Supremo del Espíritu, únicamente ante el Amor divino, y el amor que el Amor siente por mí. Me bañé en ese amor.
Un mensaje angelical santo — es decir un mensaje espiritual y reconfortante del Amor que habla a la consciencia humana — me declaró con firmeza que la materia no podía tocarme, que no tenía un cuerpo lesionado y mortal, y que estaba libre para reflejar y expresar plenamente la totalidad del Espíritu, Dios. Me sentí liberada de cualquier creencia falsa en las leyes médicas o materiales. Sólo sentí la presencia de Dios. Y este sentimiento de esta en la presencia de Dios, como cualquiera que ha tenido experiencias similares bien sabe, es santo, real y divino, e infunde una profunda serenidad.
Como resultado, ya no me preocupé por la condición de mi mano. Estaba llena de una profunda convicción espiritual en la realidad divina, o leyes que me gobernaban, de modo que reanudé la limpieza y seguí cocinando. Más tarde, cuando fui a cambiar el paño que tenía en la mano, ya no lo necesitaba. Para cuando serví la cena, unas cinco horas después del incidente, mi mano estaba totalmente funcional e intacta.
¿Qué ocurrió? Bueno, simplemente, cuando rechacé las pretensiones mortales y falsas de que me había quebrado la mano, del dolor y la materialidad — cuando rechacé la ilusión implícita de que yo era mortal, y recurrí a Dios — mi concepto humano de mano naturalmente expresó las cualidades divinas de salud, belleza y libertad que estaban siempre presentes.
Tu curación me recuerda el mandato de Jesús: “Médico, cúrate a ti mismo”. Lucas 4:23.Y eso es en definitiva lo que Mary Baker Eddy tomó tan en serio y quiso saber cómo hacer, ¿no es cierto?
Así es, y hacer lo que Jesús hizo, metafísicamente. Ella descubrió su método de curación, es decir, la metafísica cristiana, o Ciencia Cristiana. Probó que el método de curación de Jesús no era un poder personal ni un conocimiento secreto, sino un sistema espiritual al alcance de todos. Jesús enseñó a sus discípulos, y ellos a su vez, enseñaron a otros. Y todos pueden aprender a sanar de la misma forma hoy, tal como la Sra. Eddy misma lo hizo. Siguiendo los pasos de Jesús, ella sanó metafísicamente, con frecuencia de manera instantánea. Y mediante su libro Ciencia y Salud explicó cómo cualquiera puede refutar las leyes mortales falsas y demostrar la presencia de las leyes divinas, las leyes de Dios.
Tal como ocurrió en tu curación, tú experimentaste la presencia de las leyes divinas, la realidad divina. Fuiste testigo del poder de la Mente divina para armonizar y rehacer la experiencia humana.
Sí, de hecho, las leyes divinas son la base de toda curación y toda corrección. Primero, reconocí que Dios, el Principio de todas las leyes divinas y la realidad divina, estaba presente, y luego experimenté el impacto de estas leyes divinas.
En el tratamiento científico de tu mano rechazaste el sentido mortal o falso de la vida que proviene de los cinco sentidos materiales. Pero, ¿dónde está la línea entre lo mortal y lo humano?
En realidad hay una respuesta bastante simple a esa pregunta: La vida humana es real en la medida que exprese atributos divinos. Cuanta más divinidad se exprese, más realidad hay. La realidad de la experiencia humana está en directa proporción a cuánto de Dios se ve en ella. Dios está siempre presente, cualquiera sea nuestra experiencia. Esto se debe a que sólo existe un estado: la perfección divina. Lo humano es simplemente realidad divina vista imperfectamente.
Y Jesús fue el modelo de esta relación entre lo humano y lo divino. Mary Baker Eddy dice de Jesús: “A través de la magnitud de su vida humana, él demostró la Vida divina”.Ciencia y Salud, pág. 54. Yo siempre he pensado que es también un llamado a que cada persona aspire a ese mismo ideal.
Así es, pero, como la consciencia humana es temporal y transitoria, existe la tendencia de darla por perdida por ser indigna o incluso mala. Pero Jesús probó lo contrario. Él usó su vida humana para demostrar la presencia, el poder y la bondad de Dios. Si bien, Jesús iba por todas partes con lo que nosotros llamamos cuerpo humano, él sólo se identificaba con el Cristo, su naturaleza divina y verdadera, y eso le dio dominio sobre la materia. Como explica Ciencia y Salud: “Este Cristo, o divinidad del hombre Jesús, era su naturaleza divina, la santidad que lo animaba”. Ibíd., pág. 26. La naturaleza divina de Jesús — su verdadera identidad — lo animaba, y daba vitalidad espiritual a su humanidad. Como Jesús no era engañado por la ilusión de la mortalidad o las creencias humanas y materiales, lo divino brillaba en él; tanto era así, que cuando la gente veía eso decían: “Siento la presencia de Dios. Estoy percibiendo algo de Dios”.
De modo que, cuando se percibe correctamente, la experiencia humana no es realmente material y tiene la capacidad de ser testigo, en un grado limitado, de la realidad divina. La Sra. Eddy lo resumió muy bellamente cuando dijo: “Cuanto más comprendo la verdadera naturaleza humana, tanto más percibo que es impecable, tan ignorante del pecado como lo es el perfecto Hacedor”.La unidad del bien, pág. 49.
Me gusta lo que dijiste antes: Lo humano es simplemente realidad divina vista imperfectamente
Sí, lo humano es un sentido imperfecto de Dios o la divinidad. Pienso en lo humano como una fotografía, una impresión de dos dimensiones del original. Si te saco una fotografía, es una semejanza de ti, pero ni siquiera comienza a mostrarme todos tus diferentes aspectos, cualidades e impresiones, ni siquiera la diferente ropa que usas. Me muestra una semejanza, y puedo decir de ella: “Este es Jeffrey”. Y si le doy la foto a otra persona y le digo: “Encuéntrate con Jeffrey en el café”, me dirá: “Oh, lo encontré. Tenía puesta otra camisa, pero esta foto se ve como él”.
Puesto que lo humano es un sentido limitado, no puede mostrarte todas las facetas de Jeffrey. Pero te da lo suficiente como para que puedas reconocer el original. Entonces cuando te veo en persona, tengo la versión 3-D de ti. Estoy realmente experimentando el conocerte, ya no estoy tratando de identificarte correctamente, ya te tengo.
De la misma forma, si estoy en la presencia misma de Dios, yo no necesito un concepto humano o un humano que anhele encontrarlo para identificar a Dios. Cuando comprendo que estoy en el medio de Él y que Dios está en todas partes a mi alrededor, entonces estoy realmente experimentando a Dios en su totalidad, y mirando desde la única Mente.
Como en una fotografía, Jesús nos dio una semejanza. Nos dio una representación concreta de la bondad de Dios, el poder de Dios, el amor de Dios. Jesús nos demostró el sentido más elevado que lo humano puede apreciar de lo divino. Pero no podía darnos la totalidad de Dios porque ningún rayo del sol puede darnos todos los rayos o todo el sol. Ningún concepto humano limitado puede abrazar la realidad espiritual, infinita, completa. Jesús demostró que cuando desaparecen los límites finales de las creencias humanas y mortales, uno tiene la gloria del ser de Dios, y estás en el centro del mismo. No estás separado de Dios. En todas direcciones que mires, en un radio de 360 grados, no existe otra cosa más que Dios, el cielo, la perfección.
Tú y yo conocemos el beneficio práctico de vislumbrar nuestra propia naturaleza actual y la de los demás. Pero para muchas personas esta idea de que no somos de carne y hueso ni materiales, y que somos realmente inmortales ahora mismo, no después de la muerte, es un concepto nuevo. ¿Cómo pueden percibir que son inmortales ahora mismo?
La clave para experimentar nuestra inmortalidad presente, consiste en no ser engañados por las creencias falsas, y aferrarse a la Verdad, que es un sinónimo de Dios. Cuando oramos y nos aferramos a la Verdad y al Espíritu, no a las mentiras y a materia, percibimos que somos espirituales e inmortales, que es nuestro único estado verdadero. La mortalidad es una mentira acerca de nuestro ser y naturaleza verdaderos como expresión de Dios, la expresión del Espíritu.
Cuando hablamos de la vida humana tenemos que recordar que para los Científicos Cristianos es algo muy diferente que para la mayoría de la gente, puesto que Mary Baker Eddy descubrió que el cuerpo humano no es realmente físico. Es una construcción mental.
Y cualquier aparente problema físico tampoco es físico. Todo se produce en la consciencia, es por esa razón que la oración es tan eficaz. La oración nos aparta de un concepto falso de nosotros mismos como mortales, físicos y afligidos, y vuelve nuestra mirada hacia la idea verdadera de nosotros mismos como expresiones de Dios y, por lo tanto, totalmente funcionales, útiles, libres de lesiones y sanos. Esta comprensión verdadera mejora naturalmente la experiencia humana, porque la experiencia humana es simplemente un estado de nuestra consciencia...
...una expresión de lo que somos conscientes, de lo que tenemos consciencia, lo que percibimos.
Correcto. Volvamos a la analogía de una fotografía. Como recordarás, cuando uno sacaba una fotografía con la cámara Polaroid, podía ver cómo se revelaba la imagen y tenía cada vez mayor definición. Eso es lo que le ocurre a nuestra experiencia humana a medida que percibimos lo que es verdad: Nuestra identidad divina va alcanzando mayor definición ante nuestra vista.
Nuestra experiencia humana se vuelve más hermosa, sana, más satisfactoria, coherente, libre de problemas y buena.
Sí, porque las falsas creencias mortales desaparecen y experimentamos más la realidad, más de aquello que está de acuerdo con quienes somos realmente. Y una vez más, una fotografía de ti no es tu yo verdadero, es simplemente una semejanza limitada de ti.
Así como cuanto más tiempo le damos a una Polaroid para revelar la imagen, mejor capta tu verdadero yo, así también, cuanto mayor es el cambio en nuestra consciencia — el cual se produce al tener una mayor receptividad de lo divino — nuestra experiencia humana se puede volver cada vez más como la Vida realmente es.
Así es. Y volviendo al ejemplo de mi curación, ¿qué ocurrió al sanarse mi mano? Bueno, no tuvo nada que ver con arreglar la materia ni una mano física. Percibí que mi mano no era física. Descubrí el hecho espiritual de que mi mano, mi identidad, es exactamente lo que Dios sabe de ella — una representación específica de cualidades divinas — una idea del Espíritu.
Nuestra aparente condición física no es otra cosa más que una “ilusión óptica de la consciencia”, para usar una de las frases cargadas de metafísica de Einstein.
Cuando miré más allá de la ilusión, cuando dejé de lado la creencia falsa de que yo era física, y me volví completamente a lo divino, a lo espiritual, obtuve un cuadro mucho más claro de mi verdadero ser. Y eso, naturalmente, cambió la foto Polaroid de mi experiencia humana, corrigiéndola.
Cuando uno mira desde Dios y ve lo que Dios ve, sabe lo que Él sabe, siento lo que Dios siente — y yo realmente tuve esa experiencia en aquel momento, y fue algo hermoso, real y permanente, porque es tan eterno como Dios — entonces tus limitaciones humanas desaparecen sin esfuerzo alguno. Y como resultado se produce la curación del llamado cuerpo físico, que no es físico de ninguna manera, sino mental.
No existe materia en lo divino. Ni siquiera existe materia alguna en lo que denominamos materia. Es un engaño, o creencia. Es una manera errada de ver las cosas. Mientras que lo humano es una creencia mejorada que tiene menos de aquellas creencias materiales incorrectas y una mayor comprensión verdadera de Dios.
Mary Baker Eddy descubrió lo que ella llamó “el Principio divino absoluto de la curación mental científica”.Ciencia y Salud, pág. 107. Y con la curación mental científica de tu mano demostraste que al apartarnos de la mentira de la materia y volvernos hacia la realidad del Principio divino de nuestro ser, ocurren buenas cosas en nuestra experiencia humana.
Sí, pienso que sí, y la curación mental científica es muy diferente del modelo médico. El modelo médico está basado en el engaño de que la materia es real y que puedes usar medios materiales, para arreglar algo que verdaderamente no es material, algo que existe únicamente como creencia.
Permíteme dar un ejemplo del poder de la curación mental científica en la vida de alguien que hizo lo que llamaste “el salto, de verse erróneamente como mortal, a verse correctamente como inmortal”. Este hombre era el único de su familia que estudiaba la Ciencia Cristiana, y muchos de ellos había tenido cáncer o fallecido de cáncer. Le había aparecido un bulto en la nariz que varias personas, incluso un par de amigos médicos, le habían dicho que era una forma grave de cáncer de piel. A lo largo de varios meses, continuó empeorando y extendiéndose, y comenzaron a aparecer varios bultos más. Él tuvo que pedir que se los vendaran. Me llamó para pedirme que orara por él, y oramos juntos periódicamente durante varios meses, basándonos en los conceptos que tú y yo hemos estado hablando. Pero yo podía ver que él se estaba identificando a sí mismo como un mortal que provenía de una familia de mortales con la tendencia de tener cáncer. Así que él tenía mucho miedo.
Este señor había sido una de esas personas buenas que simplemente viven tranquilos y nunca había enfrentado un desafío tan grande. Pero ahora realmente tenía que ponerse firme y estudiar y orar como jamás lo había hecho antes. Así que comenzó a estudiar a fondo las Lecciones Bíblicas semanales que mencionaste antes. Estudiaba los artículos del Christian Science Sentinel y del Journal. Pasó de simplemente leer la lección y las publicaciones periódicas todos los días, a sentir que su vida dependía de cada palabra que leía. Y, sin dudar, decidió confiar en esta Ciencia. Dijo: “Esta Ciencia es ahora mi médico, mi todo”.
Al principio no hizo mucho progreso físicamente, pero comenzó a hacer descubrimientos espirituales. Uno podía ver la alegría que sentía a medida que lograba comprender mejor las leyes divinas y los hechos divinos del ser. Lidiaba con varios conceptos, pero luego lograba comprenderlos y tenía esos momentos de iluminación en los que percibía y obtenía una vislumbre de lo divino.
En su momento dado, nuestras conversaciones tuvieron un cambio muy interesante. En lugar de contarme cómo progresaba su situación física, él me hablaba de la última vislumbre espiritual que había tenido. Me decía que podía ver que la Verdad, las leyes de la Vida, debían estar actuando a su favor. Y empezó a percibir, como nunca antes, que Dios era realmente su Vida. Él sabía que Dios no tenía ni podía tener cáncer. Y sabía que lo mismo debía ser verdad acerca de él mismo al ser el reflejo de Dios.
Después de orar juntos unos seis u ocho meses, observé un cambio rotundo en su pensamiento. Era obvio que ya no se consideraba a sí mismo como un mortal y, por lo tanto, ya no se sentía con temor o condenado, sino como inmortal, como una idea de Dios y, por ende, a salvo. Dios era su Vida.
Este hombre ya no se estaba identificando con la creencia falsa de que era un ser físico con un código genético y la propensión hereditaria de tener cáncer. Se estaba viendo como la imagen de Dios, como un resultado directo de Dios, una creación perfecta de Dios. Y yo pienso que para él eso era más valioso, más enriquecedor y maravilloso que tener un mejor cuerpo humano. Uno podía ver que él estaba leyendo y estudiando la Ciencia Cristiana por la simple alegría de hacerlo, simplemente para conocer a Dios y experimentar la inmortalidad.
Se estaba elevando y obteniendo su libertad. El temor había desaparecido, y los bultos físicos estaban disminuyendo, aunque todavía no habían desaparecido. Entonces un día, me llamó su esposa y me dijo: “No vas a creerlo. Acaba de entrar en mi cuarto y me dijo: ‘Mira mi nariz’”. Ella me contó que la nariz estaba sana. Comentó: “He estado vendando su nariz durante años. Los últimos dos meses no necesitó vendajes, pero todavía era obvio que necesitaba una curación completa. Los dos hemos estado orando por esto, y ahora la curación se ha producido tan naturalmente que ni siquiera sabemos cuándo ocurrió”.
Percibimos verdaderamente nuestra naturaleza inmortal cuando no miramos lo mortal o material para ver si está de acuerdo con la verdad espiritual. Sino que simplemente ya no tenemos conocimiento de lo mortal. Sólo conocemos los hechos espirituales, la verdad que Dios sabe acerca de ti, que Dios está causando en ti. Y este hombre y su esposa habían alcanzado ese punto, y ni siquiera sabían cuándo había sanado. Fue maravilloso.
Este hombre rechazó por completo y naturalmente la falsa creencia de la mortalidad. La verdad de su inmortalidad se había transformado en algo real y tangible y muy preciado para él, y este cambio mental se manifestó humanamente como algo normal, bello e impecable, como un cuerpo saludable, no afectado por las creencias falsas.
La evolución espiritual de este hombre demuestra cómo una manera correcta de ver nuestro ser produce la curación; y así sanaba el Maestro. Como explica Ciencia y Salud: “Jesús contemplaba en la Ciencia al hombre perfecto, que a él se le hacía aparente donde el hombre mortal y pecador se hace aparente a los mortales. En este hombre perfecto el Salvador veía la semejanza misma de Dios, y esta perspectiva correcta del hombre sanaba a los enfermos”. Ibíd, págs. 476–477. La comprensión es la clave, ¿no es así?
Exactamente. Y esa una buena definición del Cristo: comprensión espiritual. Este concepto de la comprensión nos lleva nuevamente a los conceptos de lo mortal, lo humano y lo divino. Estoy pensado específicamente en la “Traducción Científica de la Mente Mortal”, en las páginas 115–116 de Ciencia y Salud, donde la Sra. Eddy describe los tres “grados”. El primer grado, o etapa más baja — llamada “depravación” y asociada con lo “físico” — tiene un título marginal que dice: “La irrealidad”, y se caracteriza por las “creencias malas”. Esta etapa más baja de consciencia, la mortal, es una rotunda negación de Dios, del Espíritu. No obstante, lo mortal, lo físico, lo depravado, en realidad no tienen poder alguno, son irreales.
Luego está el segundo grado, que la Sra. Eddy denomina “las creencias malas desapareciendo” y las asocia con lo “moral”, tiene un título marginal que dice: “Cualidades de transición”. La primera cualidad moral o de transición que aparece es la “humanidad”, de manera que pienso que podríamos llamar a este segundo grado lo humano. Tiene menos irrealidad, menos negación de la existencia de Dios y más aceptación de Dios, menos resistencia al bien y más receptividad a las cualidades que reflejan lo divino. Las maravillosas cualidades de transición que asociamos con lo humano, como son la honradez y la compasión, nos sacan fuera del primer grado — las creencias mortales y físicas — hacia el tercer grado: “la comprensión”. Y la Sra. Eddy asocia la comprensión con lo “espiritual” y, como indica el título marginal, con “la Realidad”. Ella menciona cualidades, o atributos divinos, que asocia con la comprensión: “Sabiduría, pureza, comprensión espiritual, poder espiritual, amor, salud, santidad”.
Y esto se conecta con la explicación que da Eddy en Ciencia y Salud de la “Traducción científica de la Mente Inmortal” — en oposición a la “Traducción científica de la Mente Mortal” — en la cual ella define al hombre como la “imagen divina”, como “la idea espiritual de Dios”...“ ibíd, pág. 115.
Y estas dos definiciones están unidas porque el tercer grado de la Traducción Científica de la Mente Mortal es realmente la Mente inmortal comprendida. La Sra. Eddy dice: “En el tercer grado la mente mortal desaparece, y el hombre como imagen de Dios aparece”. ibíd., pág. 116. Donde la mente mortal o mente humana afirma estar, en realidad sólo está la Mente divina y la imagen divina de la Mente, el hombre.
Ese tercer grado es la comprensión. Me gusta cómo comparaste esa comprensión con el Cristo, porque Eddy afirma: “El Cristo es la verdadera idea que proclama el bien, el divino mensaje de Dios a los hombres que habla a la consciencia humana”. ibíd., pág. 332.
Amor, pureza, salud, poder espiritual, comprensión espiritual — los atributos asociados con el tercer grado — ¿acaso Jesús, quien demostró al Cristo, no representa para nosotros todos estos atributos? La Sra. Eddy dice que “el hombre corpóreo Jesús era humano”, mientras que “Jesús demostró el Cristo; mostró que el Cristo es la divina idea de Dios, el Espíritu Santo, o consolador, que revela el Principio divino, el Amor, y conduce a toda la verdad”. ibíd. Es esa comprensión espiritual, que “conduce a toda la verdad”, la que nos redime, y sana lo que nosotros llamamos mente y cuerpo humanos. La comprensión espiritual es uno de los aspectos más importantes del Cristo multifacético que Jesús expresó.
Y del Consolador que él prometió. ¿Qué puede ser más reconfortante que la comprensión espiritual?
Es por eso que el Consolador ha venido en la forma de la Ciencia Cristiana, la cual, a través de su elucidación en Ciencia y Salud, nos da la comprensión espiritual e ilumina lo que Jesús enseñó y demostró. Las ideas de Ciencia y Salud son eternas, infinitas y universales. Todos pueden tener esa comprensión espiritual.
El Cristo es la comprensión espiritual que nos da la habilidad de discernir y despertar de la oscuridad de las creencias mortales falsas, reconocer a Dios y realmente experimentar nuestra unidad con Dios.
La comprensión es fundamental para la ciencia mientras que la religión tiende a poner énfasis en la creencia. Pero Eddy asocia las “creencias” sólo con el primer y segundo grado de la traducción científica de la mente mortal, mientras que el tercer grado no incluye creencia alguna sólo comprensión. Ella sabía que cuando se trata de la curación mental científica, uno tiene que estar libre de creencias, y, en cambio, debe comprender. Lo que nos lleva al círculo completo.
Directo a donde comenzamos: El tratamiento científico. Y mediante el tratamiento científico, no buscamos cambiar un cuerpo físico o una situación física. Buscamos la iluminación semejante a la de Cristo. Buscamos una comprensión activa de la Verdad divina inalterable y absoluta, Dios; la fuente y sustancia misma de nuestro ser. Y esa comprensión espiritual hace que las creencias falsas desaparezcan, y trae corrección humana y curación.
Una última pregunta: ¿Puedes contarnos acerca de la curación de tu mamá?
Ella tuvo lo que pareció ser un enfisema, aunque nunca obtuvo un diagnóstico médico. Se considera que un enfisema es incurable e irreversible. Ella estaba demacrada, en cama, y apenas si podía respirar, cuando mi familia la llevó a un sanatorio de la Ciencia Cristiana, donde miembros de la familia y amigos — pero no el personal del sanatorio — esperaban que ella muriera en unas horas. Yo era el único miembro de la familia, aparte de mi madre, que era adherente de la Ciencia Cristiana, de modo que era la única que apoyaba su deseo de no tener tratamiento médico. Ella había sido una gran fumadora, antes de conocer la Ciencia Cristiana. Al verla cada vez peor, nuestra familia inmediata, el resto de la familia y los vecinos, pensaban que mi mamá estaba loca de no querer ir a un hospital. Esto me puso en una disyuntiva, porque si ella moría mi familia me culparía a mí. Pero yo opté por permanecer firme en Dios y en la Ciencia Cristiana, y respetar la elección de atención a la salud que había hecho mi mamá, cualquiera fuera el resultado. Tres días después de entrar al sanatorio, ella estaba totalmente sana, después de haber estado en cama durante meses y haber perdido la mitad de su peso. En esos tres días, ella recuperó totalmente el peso, la fuerza y la habilidad para respirar normalmente, después de años de enfermedad y periódicos ataques de sofocación.
La curación fue tan radical que mi papá con el tiempo se hizo Científico Cristiano después de años de oposición. Mi hermana también cambió de parecer. Mi madre, quien no sólo es mi más querida amiga y mentora, sino que continúa siendo una activa practicista y maestra de la Ciencia Cristiana, sigue viviendo, sanado y enseñando en el estado de Florida.
Publicado originalmente en
The Christian Science Journal