Una mañana, me desperté con un profundo dolor en un brazo y parte del seno. Me resultaba imposible mover el brazo y era difícil pararme. Al día siguiente, a solicitud de mi trabajo, fui al médico, quien me informó que eran síntomas de un quiste. Me extrajo líquido del seno y me dijo que si volvía a tener dolores tendrían que operar y hacer una biopsia para determinar si el quiste era bueno o malo.
Ni bien salí de la consulta comencé a orar declarando que mi identidad tiene su origen en Dios y que por lo tanto es espiritual, no material. Recordé que en Ciencia y Salud dice que no somas sangre ni huesos, sino la imagen y semejanza de Dios, que es Espíritu, la fuente creadora, el Amor. Véase Ciencia y Salud, pág. 475. Logré tranquilizarme y el quiste no me volvió a molestar.
Cinco años después, comencé otra vez a sentir dolor en el seno. Pensé de inmediato en lo que el médico me había dicho. Me venía al pensamiento una y otra vez y sentía mucho temor. Así que me dediqué con todo mi corazón a orar y a estudiar la Ciencia Cristiana para percibir qué necesitaba saber para superar esta situación.
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