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¡Vigila tu pensamiento!

Del número de septiembre de 2012 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La primera vez que mis padres viajaron, hace ya muchos años, al Estado de Mato Grosso, en la región occidental de Brasil, gran parte del viaje se hacía por caminos que no estaban pavimentados. El polvo y el barro eran constantes. Mi mamá me contó que le llamó mucho la atención cierto tipo de arbusto que crecía al costado del camino, porque sus hojas estaban relucientes, mientras que otras especies de plantas tenían las hojas opacas por la gran cantidad de polvo que tenían depositado. Esa especie determinada de arbusto (no recuerdo su nombre), tenía hojas que no “aceptaban” que el polvo se depositara en ellas, tal vez fuera porque su superficie era lisa, y por eso daban la impresión de estar siempre recién lavadas.

“Velad y orad” es el mandato del Maestro cristiano (Mateo 26:41). Cristo Jesús demostró, mediante muchos ejemplos prácticos, la importancia de ser vigilantes.

En las sendas de la vida humana también encontramos muchas nubes de polvo, como el que se manifiesta en forma de burdo materialismo, pecado, deshonestidad, codicia y muchas otras. Pero para que todo ese polvo pueda depositarse en nuestras actividades y experiencia, necesita tener nuestro consentimiento. Si dichas condiciones adversas al bien han tenido algún impacto o fueron aceptadas en nuestro pensamiento, probablemente estén influenciando nuestra vida con capa tras capa de sufrimiento, malas relaciones, miedo, tristeza, enfermedad y frustración.

La manera de mantenerse social e individualmente a salvo del ataque de esos agentes indeseables, es vigilar siempre nuestro pensamiento. Muchas veces estas agresiones son tan sutiles que parecen inofensivas, incluso deseables. ¿Acaso no es así como comienzan los vicios que devoran la integridad humana? La consciente vigilancia de nuestro pensamiento es, por lo tanto, el arma más grande contra los vicios y las vicisitudes.

El cristiano que conoce y observa los preceptos de su religión está bien preparado para vigilar su pensamiento. “Velad y orad” es el mandato del Maestro cristiano (Mateo 26:41). Cristo Jesús demostró, mediante muchos ejemplos prácticos, la importancia de ser vigilantes; de lo contrario, no podría haber realizado tantas grandes y buenas obras entre las multitudes que lo apretaban y acorralaban. Ponte, hipotéticamente, en el lugar de Jesús e ¡imagínate una multitud corriendo hacia ti! ¿Podrías tú mantener el pensamiento tranquilo, elevado e inspirado? Yo no digo que sea fácil, pero es posible y necesario hacerlo.

Cada uno de nosotros puede dar buenos ejemplos de vigilancia cristiana dentro de nuestro círculo de amigos y relaciones, y de ese modo contribuir a que aumente la cantidad de personas que recurren a Dios como fuente de pensamientos buenos y correctos, que siempre benefician a la humanidad.

Original en portugués

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