Cuando comencé a estudiar la Ciencia Cristiana, sólo aplicaba sus enseñanzas para resolver problemas económicos, tensiones en las relaciones, es decir, en aspectos de mi vida que no tenían nada que ver con la salud.
Hoy, después de haber tenido varias curaciones físicas con el estudio de Ciencia y Salud, me doy cuenta de que nuestro crecimiento espiritual se va dando progresivamente a medida que resolvemos mediante la oración científica, los desafíos que se nos presentan, incluso de salud, Es, sin duda, una travesía que nos transforma y nos bendice, y nunca nos deja donde nos encuentra.
En una ocasión, me apareció en el tobillo izquierdo un quiste que comenzó a inflamarse y a crecer, y me dolía cuando usaba botas. Esto me produjo miedo, sin embargo, quise aplicar lo que estaba aprendiendo acerca del hombre en Ciencia y Salud y no pedir un diagnóstico médico. A veces, las definiciones médicas infunden temor, que, como aprendemos en la Ciencia Cristiana, es la base de las enfermedades.
La oración me llevó a pensar en cuál es nuestra base espiritual. Percibí que, así como los pies son nuestras bases para caminar físicamente, es importante determinar desde qué base reflexionamos, y qué mantenemos en nuestra consciencia. Partiendo de lo que venía aprendiendo acerca de la naturaleza de Dios, fui entendiendo lo que soy como Su hija, por ser Su emanación, Su expresión.
Mary Baker Eddy escribe: “La Mente, no la materia, es causalidad. Un cuerpo material sólo expresa una mente material y mortal. Un hombre mortal posee este cuerpo, y lo hace armonioso o discordante de acuerdo con las imágenes de pensamiento grabadas en él. Abrazas tu cuerpo en tu pensamiento, y debieras delinear en él pensamientos de salud, no de enfermedad” (Ciencia y Salud, pág. 208). Entonces comencé a estudiar a Dios como Causa, como base del universo, y a orar pensando en la infinitud del Amor.
"Es importante determinar desde qué base reflexionamos, y qué mantenemos en nuestra consciencia".
También traté de comprender lo que la Sra. Eddy llama el “adamante del error” (Ibíd., pág. 242). Para mí, esto significa los pensamientos obstinados, errados y temerosos. Percibí que era importante escuchar más a Dios, y tener presente pensamientos de alegría, de confianza en el bien, de salud.
Transcurrieron varios meses, durante los cuales seguí reflexionando sobre la armonía del reino de Dios, donde no puede haber ningún desorden, ni aparecer cosas que no fueran normales y naturales. Pero al mismo tiempo miraba y tocaba para ver el estado de esa condición, hasta que un día comprendí que no tenía que tocarlo más y debía orar por ello cada vez que lo recordara.
Con el estudio de Ciencia y Salud estaba aprendiendo cómo el cuerpo físico responde a nuestra manera de pensar, de modo que era necesario insistir en reconocer a Dios como la fuente de mi perfección espiritual e innata, tal como Él la veía en mí.
Finalmente, un día, con mucha alegría comprobé que mi pie estaba perfecto; no había rastro alguno del quiste. Esto ocurrió hace dos años.
Otro paso de progreso en mi entendimiento espiritual ocurrió un día cuando me resbalé y caí por la escalera de mi casa, golpeándome la espalda y la cabeza hasta que llegué abajo. Quedé sentada en el piso, sin poder moverme, y tenía dificultad para respirar.
Instantáneamente, elevé mi pensamiento y pensé en el Espíritu divino y en la creación espiritual de Dios. Mis hijos corrieron a ayudarme, y le pedí a mi hija que me leyera del Himnario de la Ciencia Cristiana. Entre otros, me leyó el Himno 207 que es un poema de Mary Baker Eddy, que dice en parte: “Gentil presencia, gozo, paz, poder”. Esto me ayudó a ver que Dios es el bien, y que Su creación no puede ser malograda.
Aunque me dolían mucho la cabeza, la nuca y la espalda, poco a poco logré tranquilizarme Así pude subir a mi dormitorio y acostarme. Mi hija muy amorosamente me leyó varios himnos, incluso el número 51, que comienza: “La Mente eterna modeló la idea celestial, un ser de toda perfección que es obra inmortal”, con el cual me dormí.
Por la mañana, después de orar para saber qué hacer, decidí tomar un taxi e ir a la oficina, donde no comenté lo sucedido. Durante el día, hubo momentos en que me sentí mareada y dolorida, pero entonces oraba en privado hasta que se me pasaba el temor, y me sentía como acurrucada en el amor de Dios.
Empecé a respirar mejor y el dolor en la cabeza cedió, pero seguía con un fuerte dolor en una vértebra. Cuando regresé a casa, continué orando y leyendo Ciencia y Salud. Durante varios días seguí persistiendo en la oración para sentirme abrazada por Su amor, segura de que Dios jamás permitió que sufriera un accidente. Finalmente, un día experimenté una total libertad. Desde entonces han transcurrido cinco años y no he tenido ninguna consecuencia..
Esta curación me demostró que podía escuchar a Dios, y ser receptiva al bien que el Amor divino nos brinda. Percibí que la creación de Dios nunca fue golpeada y que jamás estuvo enferma. No importa lo que digan los sentidos materiales, el amor de Dios es más grande, y Su ley está siempre en operación para sanarnos.
Estas experiencias me han demostrado que Dios, el bien, es Todo-en-todo, y que nosotros vivimos en ese Todo, donde la Mente infinita nos imparte constantemente Sus ideas. Ahora tenemos el derecho a liberarnos del temor y sentir el amor de Dios, nuestro Padre y Madre, que mantiene a Su creación por siempre perfecta y armoniosa.
