La epidemia de enterohemorragia por E. coli (EHEC) fue muy seria en Alemania el año pasado. Hubo varias muertes, y la gente estaba ansiosa por encontrar la causa. Justo por esa época mi esposo sufrió de varios síntomas relacionados con esta enfermedad. Eran tan intensos que tuvo que guardar cama, cosa rara en él.
Como no quería consultar con un médico, me pidió ayuda mediante la Ciencia Cristiana. Mi esposo no es Científico Cristiano pero, en casos de enfermedad, él con frecuencia me había pedido que orara en el pasado, y estaba muy satisfecho con mis tratamientos. Así que nosotros por ser un equipo, podríamos decir con experiencia, comenzamos a orar para que se produjera la curación. Su parte en esto siempre es no tener temor, y la mía darle un tratamiento en la Ciencia Cristiana.
Cuando se trata de un caso de contagio, y en este caso, de histeria masiva, me gusta mucho orar con el Salmo 91. Este salmo me ayuda a comprender que la persona por la cual estoy orando y yo, estamos explícitamente gobernados por las leyes de Dios, y no estamos sujetos a la enfermedad. Habitamos al “abrigo del Altísimo”, y moramos “bajo la sombra del Omnipotente”. Desde este lugar espiritual podemos enfrentar los desafíos con toda valentía. Eso fue lo que hicimos y con mucho éxito, pues en menos de una semana mi esposo estaba completamente sano. Según he escuchado, algunas personas sufren de esta enfermedad por semanas, meses, incluso más de un año.
Mientras se producía esta rápida y maravillosa curación, por la cual estamos muy contentos y agradecidos, ocurrieron otras cosas que me dieron más entendimiento espiritual.
Nosotros, por lo general, no hablamos de enfermedades. En esta ocasión no pudimos evitarlo porque habíamos invitado amigos y tuvimos que cancelar la invitación. No tratamos de inventar alguna excusa, sino que dijimos francamente lo que estaba pasando. Los amigos mostraron compasión, pero también expresaron su preocupación de que podía ser EHEC y que teníamos que tener cuidado.
Les prometimos que tendríamos cuidado. Yo tomé esto como una oportunidad para estar vigilante en la “puerta del pensamiento” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 392), y estar alerta para ver a cuáles pensamientos les permitía la entrada, y a cuáles no. En esas situaciones, es sumamente importante estar atento a los pensamientos sutiles y silenciosos de temor, que quieren entremeterse subconscientemente, que tratan de entrar, por así decirlo, por debajo de la puerta.
El segundo día vimos que era muy importante vigilar nuestro pensamiento. Recibimos llamadas de mucha gente conocida con quienes tenemos contacto muy esporádicamente. Todos querían saber cómo estaba mi esposo, si tenía la EHEC, y si estábamos tomando las precauciones necesarias. Les agradecimos su compasión, y si la situación no hubiera sido tan seria nos habría causado gracia. La actitud de nuestros amigos me demostró cómo se desarrolla una epidemia: no porque la enfermedad sea real, sino por el temor a la enfermedad que se va diseminando de una persona a otra. También me demostró que una persona sola puede hacer frente a ese temor con firmeza y comprensión, y ser sanado.
Original en alemán
