En una ocasión, iba de compras, cuando al mirar a través de la puerta abierta del departamento en el primer piso de nuestra casa, vi que estaba vacío, no había muebles ni lámparas ni alfombras, y un joven estaba barriendo el piso. En la calle, un camión acababa de llegar. ¡Claro!, ese día llegaban los nuevos inquilinos.
¿Quiénes serían? ¿Tal vez una pareja con hijos? ¿O tres estudiantes que compartirían el departamento? ¿Quizás dos mujeres jubiladas que tendrían de visita a sus nietos todos los fines de semana? Una pregunta tras otra. Mentalmente deseé que los nuevos inquilinos se sintieran felices, y pensé en saludarlos personalmente tan pronto fuera posible.
Una hora después, había algunos aparadores pequeños en la calle, también había sillas y muchas cajas. Varios jóvenes estaban llevando cajas y obras de arte, y en el corredor una joven se había subido a una escalera u estaba colocando una lámpara. La escena parecía feliz, incluso llena de expectativa.
Cada familia de El Heraldo— español, alemán, francés y portugués — se muda a un nuevo apartamento, por así decirlo, en nuestro nuevo edificio, y todos ahora tenemos nuevos vecinos.
Al día siguiente, cuando fui a buscar mi correspondencia, aquella misma puerta se abrió. Le comenté a la mujer que la mudanza debía haber sido muy rápida. Me dijo: “Sí, muchos nos ayudaron, así que terminamos en dos horas”. Ella sonrió y cuando le dije que era bienvenida a nuestro hogar, su sonrisa se amplió aún más.
¿Por qué estoy contando esto?
¡Nos mudamos! Pero, no nosotros personalmente. Cundo digo “nos” quiero decir nuestras familias de El Heraldo, nuestros lectores. Si piensan en los lectores de El Heraldo, durante años fuimos como queridas familias que vivían en diferentes lugares. Conocíamos a algunos de los autores que a lo largo de los años nos han brindado buenos e inspirados artículos. También conocíamos muchos de los lugares que se mencionaban en ellos porque estaban en nuestras zonas costeras o montañosas. Los detalles nos eran conocidos. Y a veces incluso se mencionaban días festivos en que la gente no iba a trabajar.
Este mes de septiembre, nuestras familias de El Heraldo se mudan al mismo “edificio”. Cada familia de El Heraldo — español, alemán, francés y portugués — se muda a un nuevo apartamento, por así decirlo, en nuestro nuevo edificio, y todos ahora tenemos nuevos vecinos. Hablamos diferentes idiomas, somos originarios de diferentes países, tenemos diferentes experiencias, y es posible que tengamos diferentes estilos para escribir, incluso cuando los artículos sean traducidos a nuestro propio idioma. En resumen, vamos a experimentar una nueva variedad de contenido.
Las diferencias serán interesantes. Se mencionarán otros lugares, otras celebraciones, otros desafíos, otras maneras de pensar. Pero también los temas de interés mutuo serán fascinantes. Lo que nos une es nuestro amor a Dios, nuestra disposición de aplicar la Ciencia Cristiana en nuestra vida diaria, de apoyarnos en la oración y buscar soluciones espirituales para cualquier problema. Estamos unidos porque estamos listos para compartir experiencias, curaciones y bendiciones con los demás, y ofrecerlas a gente de muchos más países alrededor del mundo.
Esperamos tener una gran familia armoniosa y llena de vida. Vamos a aprender mucho los unos de los otros.
Entre nuestros autores habrá familias con hijos, abuelas que hablan de sus nietos, y estudiantes que aprobaron sus exámenes al confiar en Dios. A mí me encanta este cuadro: todos estos amigos habitando juntos. Esto significa que en El Heraldo en alemán, por ejemplo, podemos darles la bienvenida a los amigos de Francia, de Brasil, de Argentina y del continente africano; y los amigos de Francia y Chile tendrán nuevos vecinos alemanes. Además tendremos muchos amigos nuevos, como los autores que escriben para el Christian Science Journal, porque sus artículos también serán traducidos con regularidad a nuestros idiomas.
A través de estas nuevas posibilidades algo grande está evolucionando para la humanidad. Mary Baker Eddy dice en Ciencia y Salud: “Un único Dios infinito, el bien, unifica a los hombres y a las naciones; constituye la hermandad del hombre; pone fin a las guerras; cumple el mandato de las Escrituras: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’; ...” (la frase completa se encuentra en la página 340).
Esto es posible gracias a la nueva forma de producir El Heraldo de la Ciencia Cristiana. En meses pasados les hemos venido informando de los cambios que se iban a producir y ahora estamos listos para hacerlos.
Metafóricamente hablando, las cajas están desempacadas, las lámparas están instaladas y están puestas las alfombras. En los próximos meses más detalles se irán completando.
No dejen de unirse a nosotros para darles la bienvenida a los nuevos vecinos. Todos son bienvenidos. Esperamos tener una gran familia armoniosa y llena de vida. Vamos a aprender mucho los unos de los otros.
Ahora, comencemos. Cuéntanos tus experiencias, el efecto que tus oraciones han tenido, y celebremos con palabras y obras esta nueva expresión de unidad.
¡La fiesta para celebrar el éxito de la mudanza ya puede comenzar!
Original en alemán