Cuando miramos a nuestro alrededor, todo está en movimiento. La naturaleza nos ofrece, a través de las distintas estaciones del año, aspectos siempre cambiantes. Los medios de comunicación proporcionan a diario información actualizada en el ámbito político y económico, tanto a nivel nacional como mundial. Los progresos que se realizan en los campos científicos y tecnológicos, hacen que avancen a gran velocidad. Estos cambios constantes inciden directamente en nuestra vida cotidiana, aportando a veces cosas buenas y otras malas. Muchos se sienten amenazados por estos sucesos que parecen estar fuera de su control, y temen por el bienestar y la seguridad de su familia y la propia.
En Fausto, Goethe, el poeta alemán, escribe: “En el principio fue la acción”. De manera similar comienza Juan su evangelio: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. ... Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Juan 1:1-3). El evangelista sitúa la creación como emanando de Dios, quien es el origen de toda acción.
Al no conocer la verdadera naturaleza de Dios, siempre buena y perfecta, la humanidad piensa que la divinidad es capaz de hacer el bien, pero también de permitir el mal. Esta supuesta dualidad deja en manos del azar el destino del planeta y de la humanidad, y los hace depender de los descubrimientos y acciones de la gente, con todas las consecuencias positivas y negativas que esto implica.
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