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La acción es divina

Del número de septiembre de 2012 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando miramos a nuestro alrededor, todo está en movimiento. La naturaleza nos ofrece, a través de las distintas estaciones del año, aspectos siempre cambiantes. Los medios de comunicación proporcionan a diario información actualizada en el ámbito político y económico, tanto a nivel nacional como mundial. Los progresos que se realizan en los campos científicos y tecnológicos, hacen que avancen a gran velocidad. Estos cambios constantes inciden directamente en nuestra vida cotidiana, aportando a veces cosas buenas y otras malas. Muchos se sienten amenazados por estos sucesos que parecen estar fuera de su control, y temen por el bienestar y la seguridad de su familia y la propia.

En Fausto, Goethe, el poeta alemán, escribe: “En el principio fue la acción”. De manera similar comienza Juan su evangelio: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. ... Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Juan 1:1-3). El evangelista sitúa la creación como emanando de Dios, quien es el origen de toda acción.

Al no conocer la verdadera naturaleza de Dios, siempre buena y perfecta, la humanidad piensa que la divinidad es capaz de hacer el bien, pero también de permitir el mal. Esta supuesta dualidad deja en manos del azar el destino del planeta y de la humanidad, y los hace depender de los descubrimientos y acciones de la gente, con todas las consecuencias positivas y negativas que esto implica.

La Ciencia Cristiana explica que Dios es todo acción y la ley del bien. La acción divina es la única voluntad que existe, a través de Su omnipresencia, omnipotencia y omnisciencia. Dios es Espíritu, Verdad, Amor, y es Su acción perpetua y eterna la que nos gobierna, nos dirige y nos permite verla manifestada a nuestro alrededor y en nuestra vida. La realidad espiritual es acción divina, en consecuencia, podemos tener la certeza de que nada escapa a la acción de Dios, a la acción del bien.

Yo misma he comprobado que estas verdades espirituales se pueden demostrar en nuestra vida cotidiana. Una mañana, comencé a sentir un dolor muy molesto que parecía realizar en mí una actividad independiente de mi voluntad. Entonces comencé a preguntarme las razones para tener esos síntomas tan indeseables. Pero de inmediato dejé de investigar las causas físicas, y me pregunté para qué quería yo averiguar sobre el dolor, cuando lo único que deseaba era hallar armonía. Oré para encontrar la inspiración que me liberaría del dolor. Yo sabía, por haberlo experimentado muchas veces antes, que debía estar más consciente de la presencia de Dios, el bien.

La acción divina es la única voluntad que existe, a través de Su omnipresencia, omnipotencia y omnisciencia.

Una frase de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy me ayudó de inmediato: “Las supuestas leyes que resultan en cansancio y enfermedad no son Sus leyes, pues la legítima y única acción posible de la Verdad es la producción de la armonía” (pág. 183). Me di cuenta de que había aceptado la realidad del mal como una cosa activa en mi cuerpo. En ese momento percibí que la única acción posible en mi vida era la acción de la Verdad. Así que acepté totalmente que esa acción era la única capaz de producir armonía. Me sentí agradecida por percibir que el bien es Dios, siempre activo, y constituye toda acción posible y real. Fue entonces que me liberé instantáneamente de la dificultad. Al mismo tiempo obtuve una certeza mucho más grande de que la manifestación del bien es la única acción, incesante y activa que está en operación en todo el universo y en el hombre.

Cuando aceptamos que la única acción legítima proviene de la Verdad, Dios, podemos sentir su influencia y liberarnos de todo tipo de dolor. Gracias al toque sanador de la acción divina, o Cristo, la Verdad, el pensamiento humano es transformado, al percibir que el origen de todo ser está en Dios, y mora en Él. Entonces podemos reconocer que Dios es la única presencia y el único poder. Al estudiar esta verdad y ponerla en práctica, comprendemos que es eficaz en toda situación. Estamos constantemente bajo la ley de Dios, la ley del bien que nos protege y ejerce su influencia dondequiera que estemos, y sea lo que sea que estemos haciendo.

Este enfoque espiritual hace que dejemos de pensar que el mal está presente en todas partes, agazapado en un rincón y listo para atacarnos. Algunos están preocupados por la seguridad de sus finanzas, otros por el futuro del planeta, mientras que otros temen por su salud y el bienestar de sus familias. Detrás del afectuoso consejo que dice: “¡Ten cuidado!”, se encuentra la implícita preocupación de que el mal pueda estar cerca. En lugar de aceptar tan fácilmente la creencia, que el mundo material promueve, de que el mal está activo en todas partes, ¿no sería mucho más útil aferrarnos con alegría al hacho divino de que el bien es incesantemente la única acción posible? Reconocer esto abre de par en par la puerta para que se manifieste la armonía.

Existimos sólo en Dios, el bien. Jesús estaba absolutamente consciente de esta verdad, lo que explica las grandiosas obras que realizó. El bien era para él la única actividad posible, la presencia divina en operación. Jesús estaba continuamente alerta a esta expresión del bien, de modo que la armonía era una demostración permanente para él y para todos aquellos que se le acercaban. Refiriéndose a Jesús, Mary Baker Eddy escribe: “Él no pretendió tener inteligencia, acción, ni vida separadas de Dios” (Ibíd., pág. 136).

Hoy también podemos comprender y aceptar que Dios es toda acción. Debido a este hecho, la acción real es armoniosa y nos bendice a todos. Todos estamos siempre bajo la acción y el control de Dios, el bien. No hay otra. La acción del Espíritu, de la Verdad, del Amor, regenera, transforma, cuida, sana, purifica. Es poderosa y eficiente. Desarraiga y destruye todos los elementos impuros del pensamiento humano. No son nuestra voluntad personal ni nuestros esfuerzos para tener pensamientos positivos lo que nos va a liberar. Es la influencia de la acción divina la que calma nuestros temores. Es la acción del Espíritu, de la Verdad y el Amor, la que expresa sin esfuerzo alguno la energía divina en todas las facetas de nuestra vida.

Original en francés

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