Estaba embarazada de siete meses cuando oré para tener mi primera curación física. Esto ocurrió hace aproximadamente 34 años. Era verano, y cuando iba a entrar en una piscina me resbalé. Para no caer de vientre y correr el riesgo de golpear al bebé, me apoyé en un brazo. Escuché un ruido al quebrarse el hueso y sentí un dolor muy intenso. Al día siguiente, se me empezó a hinchar el brazo y ya no podía moverlo.
Para ese entonces, yo había estado estudiando la Ciencia Cristiana durante seis meses, leyendo la revista El Heraldo de la Ciencia Cristiana. En seguida compré el libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras de Mary Baker Eddy. Como no conocía a ningún practicista de la Ciencia Cristiana ni a ningún otro Científico Cristiano en Portugal, recurrí a la lectura del libro.
Sentía muchos dolores, por lo que decidí quedarme en casa para orar tranquila. Me apoyé en la “declaración científica del ser”, que comienza así: “No hay vida, verdad, inteligencia, ni sustancia en la materia...” (Ciencia y Salud, pág. 468). No me limité a leer ese pasaje repetidas veces, sino que me esforcé por comprenderlo realmente y vivir cada palabra. Entendí que cuando Mary Baker Eddy escribió “no hay vida, verdad, inteligencia, ni sustancia en la materia”, estaba en verdad afirmando que no hay realidad ni vida en la materia. Por lo tanto, percibí que los dolores no necesitaban formar parte de mi experiencia. Mi pensamiento se aferró a esa verdad.
"Me di cuenta de que si la curación había sido completa yo no tenía por qué sufrir de ninguna secuela".
Recurrí también al Himnario de la Ciencia Cristiana que La Iglesia Madre, en Boston, me había enviado. Aunque no había escuchado los himnos anteriormente, puesto que en aquella época yo no había asistido todavía a ningún servicio religioso de la Ciencia Cristiana, continué leyendo las palabras que me parecían muy poderosas.
Esta frase del prefacio del Himnario me llamó la atención: “El mensaje en estos himnos está destinado a sanar. Entretejido a lo largo de este himnario, con sus cánticos de alabanza y gratitud hacia Dios, está el mensaje que contiene ‘La oración diaria’ de los Científicos Cristianos: ‘¡Y que Tu palabra fecunde los afectos de toda la humanidad, y los gobierne!’ (Manual de La Iglesia Madre, pág. 41)” (pág. vi). Me sentí realmente unida a la comunidad de Científicos Cristianos de todo el mundo, que estudian la Ciencia Cristiana y la Biblia, y oran por todo el mundo. En ese momento, de verdad creí que la Palabra de Dios y las oraciones de los Científicos Cristianos podían ayudarme, aunque no estuvieran orando específicamente por mi caso.
"De verdad creí que la Palabra de Dios y las oraciones de los Científicos Cristianos podían ayudarme, aunque no estuvieran orando específicamente por mi caso".
A la mañana siguiente, un lunes, ya no sentía más dolor. Fui a trabajar, pero no lograba doblar el brazo, el cual estaba en un ángulo de 90 grados. Como lo mantenía en esa posición encima de mi vientre, las personas pensaban que yo era muy afectuosa con el bebé que estaba por nacer. Ni mi familia ni mis compañeros de trabajo se dieron cuenta de que no podía mover el brazo.
Adquirí de La Iglesia Madre el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, y empecé a estudiar la Lección Bíblica todos los días. También continuaba orando con la “declaración científica del ser”. No obstante, después de dos meses de no poder mover el brazo, empecé a imaginarme cómo sería después que naciera el bebé, ya que necesitaría bañarlo, cambiar sus pañales y sostenerlo. ¿Cómo podría hacer esas tareas con un brazo inmovilizado? La curación tenía que ser completa. No bastaba con que no tuviera dolores. Tenía que mover el brazo normalmente.
Continué orando con firmeza hasta el día del parto. Cuando la enfermera me entregó el bebé, inmediatamente levanté los dos brazos para sostenerlo. En ese momento me di cuenta de que estaba totalmente sana. Fue muy natural para mí sostener a mi hija.
No consulté con ningún médico ni me saqué radiografías, pero sé que los síntomas que tuve fueron de un brazo quebrado.
En Portugal se cree que una persona que se quiebra un hueso siente dolores cada vez que cambia el estado del tiempo. Eso me ocurrió a mí por unos meses hasta que me di cuenta de que si la curación había sido completa yo no tenía por qué sufrir de ninguna secuela.
El siguiente pasaje de Ciencia y Salud me ha ayudado en mis oraciones para saber que mi relación con Dios jamás es violada por ninguna sugestión individual o colectiva: “Mediante consenso universal, la creencia mortal se ha constituido a sí misma en una ley para atar a los mortales a la enfermedad, al pecado y a la muerte. Esta creencia generalizada es llamada equivocadamente ley material, y el individuo que la defiende está equivocado en la teoría y en la práctica. La así llamada ley de la mente mortal, conjetural y especulativa, es anulada por la ley de la Mente inmortal...” (Ciencia y Salud, pág. 229). Los dolores ocasionales fueron desapareciendo naturalmente. Ya hace muchos años que no siento ningún dolor en el brazo, y he recuperado totalmente el movimiento. La curación ha sido completa y permanente.
Original en portugués
