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Nunca se es muy “viejo” para una nueva profesión

Del número de enero de 2013 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en portugués


 “Estoy muy viejo para buscar trabajo”. “Si fuera más joven podría regresar a la escuela o encontrar una nueva ocupación”. Tal vez algunas personas que están buscando un puesto profesional después de haber estado desempleadas por un tiempo, piensen de esta manera. 

Después que nacieron mis cuatro hijos, dejé de trabajar para dedicarme a cuidar de mi familia, y lo hice con mucha satisfacción. Pero cuando cumplí los 40 y mis hijos eran grandes e independientes, sentí que podría ser útil a otras personas. 

Para ocupar mi tiempo empecé a tomar clases de dibujo y pintura. Puse en exhibición algunas de mis pinturas y vendí varias de ellas, pero no alcanzaba a cumplir mi meta final: hacer más por mi prójimo. 

En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy afirma: “Al trabajar y orar con motivos verdaderos, tu Padre te abrirá el camino. ‘¿Quién os estorbó para no obedecer a la verdad?’ ” (pág. 326). Yo quería ayudar a los demás por medio de un trabajo, lo cual es un motivo correcto. Por lo tanto, ¿qué podía impedirme expresar el amor y la vitalidad de Dios? ¿Acaso podría la actividad e inteligencia de la Vida dejar de ser manifestada? Por supuesto que no. Puesto que el hombre —término que define a todos los hombres y mujeres— es uno con Dios, ninguna circunstancia puede impedirnos expresar plenamente las cualidades de nuestro divino Padre.  

Nuestra verdadera labor consiste en experimentar el constante desenvolvimiento del propósito que Dios tiene para Sus hijos.

Cuando nos centramos en Dios, en lugar de en la caótica evidencia de los sentidos materiales, nos damos cuenta de que nuestra verdadera labor consiste en experimentar el constante desenvolvimiento del propósito que Dios tiene para Sus hijos. Él nos guía armoniosamente a lo largo del camino, algo que pude confirmar en mi propia experiencia. 

La escuela de arte ofrecía otras clases, una de ellas enseñaba cómo hacer muñecos. Al enterarse de esto, una amiga me pidió que llevara un muñeco para que lo reprodujeran en clase, porque se podía usar en cursos que instruyen a las futuras madres. 

Sin embargo, la maestra me dijo que no sería posible reproducir el muñeco porque requería de un arduo y meticuloso trabajo. Cuando le expliqué la situación a mi amiga, ella me dijo: “Entonces hazlo tú”. 

Aquella semana yo había estudiado en la Biblia la historia de Samuel, y estas palabras me vinieron al pensamiento: “Habla, porque tu siervo oye” (1° Samuel 3:10). Me di cuenta de que las palabras de mi amiga eran un llamado de Dios. Y mi respuesta fue un “¡Sí!” 

Hacía 20 años, había cosido varios pañales para mi hija y creía que la costura no era para mí. También pensaba que mi máquina de coser no se podía reparar. Me sorprendí cuando un técnico me dijo lo contrario. Para mí esa fue una señal de que debía llevar adelante mi propósito.  

Antes de comenzar el trabajo, me volví a Dios y oré: “Padre, siento que es Tu voluntad que yo siga este camino, porque todo está avanzando muy naturalmente. ¡Guíame! Yo sé que tengo la misma inteligencia que inspira a una modista o a una diseñadora a hacer los moldes, porque toda creatividad y conocimiento provienen de Ti y son reflejados por todos Tus hijos”.

¡La ley de Dios es una ley de progreso, y la edad o cualquier pensamiento limitante no puede obstaculizar su cumplimiento!

Al observar el muñeco con cuidado, noté que le podía mejorar algunas cosas cuando dibujara el molde. Me percaté de que estaba usando lo que había aprendido en los cursos que había tomado anteriormente. Sentí que Dios me había preparado para ese momento mediante mi experiencia con el dibujo y la pintura. 

Lentamente, pero con confianza, dibujé, corté y cosí el muñeco. Mi amiga notó los cambios y elogió mi trabajo. 

A la semana siguiente, me dio el pago por la venta de ese muñeco y me preguntó si podía hacer dos más. Una semana después, ya había hecho dos muñecos más, y con el tiempo el número de pedidos fue en aumento. Yo sabía que esto era el resultado de mis oraciones por la guía divina. 

Estos productos ayudan a las futuras mamás y a sus bebés durante el embarazo y en el parto, y más tarde cuando son amamantados. Así que cada vez que tengo la oportunidad de crear un nuevo producto, le pido a Dios que me inspire. 

Me gusta reflexionar sobre este pasaje de Ciencia y Salud: “Empezar correctamente es terminar correctamente. …La Mente divina es la única causa o Principio de la existencia” (pág. 262). Al principio yo había tenido el deseo de ayudar a los demás, y el resultado de esa oración fue revelado a través de la voluntad de Dios. Dado que la Mente divina es la causa única, los resultados de ese empeño sólo podían ser armoniosos. Los nuevos productos siempre fueron bien aceptados, y fui guiada a comercializarlos. 

Hasta hoy he creado más de cien productos diferentes. Cada muñeco que vendemos tiene la misión de diseminar amor. Una buena amiga que apoya lo que hago dice que son el desenvolvimiento del bien, que bendice a todos. De hecho, nuestro negocio ayuda a nuestros empleados a proveer para sus familias, los profesionales que dan los cursos para mujeres embarazadas son bendecidos al tener el material correcto para trabajar, las madres aprenden a cuidar con amor de sus bebés, y los bebés son bendecidos. 

Mi negocio continúa creciendo desde que comenzó hace seis años. Tenemos clientes por todo Brasil y algunos en el exterior. 

Transformarme en fabricante de muñecos, educadora social y “doula” (una persona no médica que ayuda a la mujer antes, durante y después del nacimiento del bebé), fue un desenvolvimiento muy natural de la acción divina. ¡Qué evidencia maravillosa de que la ley de Dios es una ley de progreso (véase Ciencia y Salud, pág. 233), y la edad o cualquier pensamiento limitante no puede obstaculizar su cumplimiento!

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