Muchas personas se preguntan: ¿Qué es la muerte? ¿El final de todo? Y los que mueren, ¿van a parar al cielo, al infierno, o a algún lugar en el medio? ¿Van a reencarnarse en una forma física? ¿Por qué ha estado siempre la humanidad tan fascinada con la muerte?
La alegoría de Adán y Eva en el segundo y tercer capítulo del libro del Génesis, afirma que el hombre está hecho del polvo y vuelve al polvo. Es decir, el hombre nace siendo mortal y, por lo tanto, su vida tiene que terminar inevitablemente en la muerte. Esa es una condena terrible y contraria al primer capítulo del Génesis, donde se nos da el verdadero concepto del hombre como creado a imagen y semejanza de Dios. Dios es la Vida misma, la Vida eterna, por lo tanto, no tiene comienzo ni fin. La Vida es Espíritu, no es de ninguna manera material o mortal. El hombre, por ser el reflejo de Dios, la Vida, simplemente no muere.
Yo fui criada en una familia de Científicos Cristianos. Cuando crecía, vi muchos problemas de relaciones, de profesión, de finanzas y de salud, sanados mediante la comprensión y confianza de que Dios valora profundamente a cada uno de Sus hijos. Aprendí que Dios es Vida, Verdad y Amor, el Todo-en-todo, y no deja lugar alguno en el universo para ningún tipo de discordancia o muerte.
Hoy, años después, soy enfermera de la Ciencia Cristiana, y he sido testigo de muchas curaciones realizadas únicamente mediante la oración. He visto personalmente que el sentido verdadero de Vida, Dios, triunfa sobre la muerte. También he estado presente cuando la gente ha fallecido. Sin embargo, gracias al estudio regular de la Ciencia Cristiana, he llegado a tener la convicción absoluta de que el hombre, hecho a imagen de Dios, nunca muere, y he podido mantenerme tranquila y consolar a las personas y miembros de la familia que estaban enfrentando la muerte. Durante mi carrera, he observado dos hechos importantes:
- Cuanto más fuertemente nos aferramos a un sentido espiritual de la vida, a la comprensión de que Dios es la única Vida verdadera, siempre presente y activa, menos realidad le damos a la muerte, y más apacible se vuelve nuestra existencia.
- Cuanto más pasa uno sus días lleno de alegría y bondad, orando con constancia, en lugar de estar tristes esperando y deseando la muerte, más probabilidades tenemos de superar las condiciones físicas y otros problemas, y sanar por completo.
Mary Baker Eddy, la fundadora de la Ciencia Cristiana, da esta definición en su obra principal Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “MUERTE. Una ilusión... lo irreal y falso; lo opuesto de la Vida” (pág. 584). Y al hablar sobre la Vida, ella dice: “La Vida no tiene comienzo ni fin. La eternidad, no el tiempo, expresa el pensamiento de la Vida, y el tiempo no es parte de la eternidad” (pág. 468).
En la Biblia hay muchos relatos de resurrección de la muerte. Por ejemplo, el hijo de la mujer sunamita (véase 2° de Reyes 4:35), Lázaro (véase Juan 11:44), Tabita (véase Hechos 9:40), Eutico (véase Hechos 20:12), y por supuesto, la resurrección de Cristo Jesús. De manera que la muerte no es un fin, un suceso final, aunque así parezca a los sentidos físicos.
Estoy de acuerdo en que es difícil no sentir tristeza cuando fallece un ser querido. Pero esa tristeza ¿no proviene acaso del hecho de que creemos que el cuerpo de nuestro ser querido es su verdadera identidad? ¿Es esto así? ¿Acaso existe el hombre como un cuerpo material, un cuerpo hecho de materia inteligente, que actúa por su propia cuenta y de acuerdo con las leyes físicas? Uno tiene que responder que no; de otro modo, Jesús no habría podido probar lo contrario sanando instantáneamente al enfermo y resucitando a los muertos.
¿Cómo realizó Jesús su obra? Esta es una explicación de Ciencia y Salud: “Jesús contemplaba en la Ciencia al hombre perfecto, que a él se le hacía aparente donde el hombre mortal y pecador se hace aparente a los mortales. En este hombre perfecto el Salvador veía la semejanza misma de Dios, y esta perspectiva correcta del hombre sanaba a los enfermos” (págs. 476-477). Jesús tenía una percepción totalmente diferente del hombre. Él veía la semejanza misma de Dios, y esa manera correcta de ver al hombre sanaba a los enfermos.
He visto personalmente que el sentido verdadero de Vida, Dios, triunfa sobre la muerte
Yo me apoyo en estos hechos cuando realizo mis actividades como enfermera de la Ciencia Cristiana. Un día, estaba sentada junto a una paciente ayudándole a comer, cuando de repente se puso muy pálida, cerró los ojos y pareció haber fallecido. De inmediato y con firmeza, me negué a creer que había muerto. Aunque ella tenía cien años de edad, expresaba la Vida divina, sin comienzo ni fin. Continué hablándole normalmente, la abracé y la rodeé con el amor de Dios. Después de unos momentos, abrió los ojos, y su rostro recuperó el color. Ella continuó comiendo, y ambas comprendimos que nada había ocurrido realmente. Después de aquella comida, esta querida señora vivió otros seis meses más. Estoy de acuerdo en que al fallecer, ella ya no parece estar “visible” a nuestros ojos humanos, pero yo estoy segura de que lo que experimentó en aquella comida debe haberle dado un nivel de pensamiento espiritual más elevado que la hizo sentir más cerca de la Vida divina y eterna, donde en realidad nadie muere jamás.
Al hablar de la resurrección, y en particular de Lázaro, Mary Baker Eddy explica en Ciencia y Salud: “Jesús restableció a Lázaro mediante la comprensión de que Lázaro nunca había muerto, no mediante la admisión de que su cuerpo había muerto y luego vuelto a vivir. Si Jesús hubiera creído que Lázaro había vivido o muerto en su cuerpo, el Maestro hubiera estado en el mismo plano de creencia que aquellos que enterraron el cuerpo, y no hubiera podido resucitarlo” (pág. 75).
Todos tenemos esta oportunidad única: podemos dejar de pensar que el hombre es necesariamente un mortal porque vive en un cuerpo mortal que morirá. Y todos tenemos esta habilidad única: podemos hacer lo que hizo Jesús y percibir que el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios, como declara el primer capítulo del Génesis, y que el hombre espiritual, siempre perfecto, nunca puede morir porque Dios, la Vida, su única Vida, hace que sea inmortal. El temor a la muerte o al deseo de usar la muerte como un escape de la enfermedad o de nuestros problemas, será finalmente reemplazado por la apacible alegría que proviene al saber que nuestra existencia es eterna en Dios. Entonces comprenderemos que la muerte jamás ha sido y jamás será parte de la Vida.