Me estaba esforzando realmente por conocer al Cristo. Había leído bastante sobre el hombre perfecto, creado a imagen y semejanza de Dios, mas me resultaba difícil comprenderlo. Sentía cercano al Cristo cada vez que leía la Lección Bíblica de la Ciencia Cristiana, el Heraldo, o los escritos de Mary Baker Eddy, pero cuando me enfrentaba a mis propios enredos mentales no podía captar la presencia sanadora del Cristo.
Un domingo después del servicio religioso en una iglesia filial de la Ciencia Cristiana, conversando con un buen amigo me persuadió a que investigara más a fondo el significado del Cristo, y así lo hice. Me sorprendió lo que iba descubriendo. Como cuando Jesús le pregunta a sus discípulos quién es él, y Pedro responde: “Tú eres el Cristo, el hijo del Dios viviente” (Juan 6:69). Y Mary Baker Eddy aclara: “Eso es: El Mesías es lo que has proclamado, el Cristo, el espíritu de Dios, de la Verdad, la Vida y el Amor, que sana mentalmente” (Ciencia y Salud, pág. 137).
Días después, el sonido del teléfono interrumpió mi siesta y contesté la llamada muy descortésmente. Cuando colgué sentía una ira que muchas veces me había hecho cometer actos poco amables. En ese momento me pregunté: ¿por qué siento esto?, por qué no estoy expresando más al Cristo?
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