Hace unos años, en un período muy corto de tiempo, mi madre falleció en los Estados Unidos, empaqué y vacié su casa para venderla, regresé a Brasil, empaqué mi propio hogar donde había vivido 15 años, me mudé a una nueva casa, empecé un nuevo trabajo bastante demandante en una ciudad que no conocía, y traté de desempacar y ayudar a mi familia para que se adaptara a nuestro nuevo hogar y ambiente. Aunque hacía todas mis tareas con alegría, me sentía a menudo abrumada, cansada y triste por el fallecimiento de mi madre.
No dependo de la materia para tener vida, porque los hijos de Dios no son materiales, sino espirituales.
Un día en el trabajo empecé a sentirme muy mal; tenía náuseas, dolores en el pecho y la espalda, y me costaba mucho moverme. Según lo que había escuchado hablar, sentí que estaba teniendo un ataque al corazón.
He sido Científica Cristiana toda mi vida, y he tenido muchas curaciones recurriendo de todo corazón a Dios en busca de ayuda, así que sabía que orar era una forma segura, inteligente y eficaz de enfrentar la situación. De regreso a casa oré todo el camino. No le pedía a Dios que arreglara un cuerpo abatido, sino que oraba para eliminar el temor de mi pensamiento y poder ver con claridad que jamás había estaba gobernada por un cuerpo material, sino por el Dios infinito y todo bondadoso, quien es la única Vida que puedo reflejar. Él es el creador único y todo lo que ha creado es bueno. Me aferré a estos pensamientos:
- Dios es perfecto, el bien y llena todo el espacio. Por ser la hija de la Vida divina, reflejo la perfección de Dios y sólo puedo estar llena del bien.
- Aunque lo parezca, no dependo de la materia para tener vida, porque los hijos de Dios no son materiales, sino espirituales. Soy una imagen de la Vida divina, así que sólo puedo reflejar o experimentar la vida perfecta, que no incluye dolor ni falta de armonía.
- Como reflejo a la Mente divina omnipresente y omnipotente, sólo puedo estar alerta. Dios es mi Mente, así que tengo el derecho que Él me ha dado de que mi pensamiento esté siempre claro. Nada puede quitarme ese derecho ni a mí ni a nadie.
- El cuidado alerta y constante y la bondad de Dios llenan todo el espacio, entonces yo jamás puedo dejar de estar alerta.
- Nunca estoy sola. El Amor divino me cuida como una madre dondequiera que yo esté, sea lo que sea que parezca estar sucediéndome.
- Todas las cosas que he hecho recientemente las hice para bendecir a mi familia, así que nada puede afectarme. Lo que bendice a uno, bendice a todos. Nadie queda fuera.
- No hay lugar donde Dios no esté, así que el estrés y la tensión no tienen dominio.
Cuando llegué a casa, llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana y le pedí que orara por mí. Luego llamé a mi esposo para pedirle que viniera (afortunadamente ese día él estaba a sólo diez minutos de casa).
Logré llegar a mi cama, pero sentí que perdía el conocimiento cuando mi esposo llegó. Con mucha bondad me consoló y cuidó de mí, y sé que también me apoyó con su oración.
Yo continué orando para aceptar sólo lo que era espiritualmente verdad acerca de mí. Me aferré a lo que Dios sabía de mí, sin pensar que el cuadro que presentaba el cuerpo era todo lo contrario. Como resultado, el dolor y la oscuridad del temor y las ideas falsas acerca de la vida, que tanto me habían abrumado fueron desapareciendo. Pude descansar bien aquella noche.
Al día siguiente, estaba bien nuevamente y lista para trabajar. Pero mi jefe insistió en que me tomara el día libre, así que tuve viernes, sábado y domingo para continuar orando y afirmando lo que era verdad acerca de mí por ser una creación de Dios.
El lunes regresé al trabajo. Mis colegas me pidieron que me hiciera una revisión médica y me tomara la presión arterial. (Esto es una práctica normal en el ambiente de trabajo, pero yo sabía que ellos estaban muy interesados en saber los resultados.) Los análisis demostraron que estaba saludable y normal. Todo estaba muy bien y ahora ellos estaban seguros de que así era.
Aunque me sentía bien y físicamente tan activa como antes, en el fondo me preocupaba que el problema volviera a presentarse, de modo que continué orando con la practicista para llegar a la base del problema: la creencia de que la vida es temporal y frágil, injusta o dependiente de factores que están fuera del control de Dios. Empecé a ver más claramente que el bien no era mío por un tiempo limitado, porque el bien no está fragmentado: no empieza y se detiene y tampoco depende de la materia. Ni yo ni los demás podíamos perder la Vida. Esto disolvió totalmente la tristeza que sentía.
El temor desapareció, y yo continué gozando de una vida ocupada y activa. Esto ocurrió en el año 2007 y los síntomas jamás regresaron.
Vinhedo, São Paulo