Después de un semestre sumamente intenso de trabajo como profesora en la universidad, me di cuenta de que algo andaba mal con mi cuerpo. Tenía una sensación de debilidad y mareo constantes, lo que me hacía trabajar más despacio y moverme con mucho cuidado. Al principio sólo le prestaba atención de vez en cuando, y oraba por ello con poca determinación. Como resultado, el problema físico empeoró en las siguientes semanas. Finalmente un día, después de hacer una caminata, sufrí un colapso en el pasillo de mi casa.
Mi esposo sabía que yo quería tener tratamiento en la Ciencia Cristiana, así que como es practicista de esta Ciencia, de inmediato empezó a orar por mí. Estaba a mi lado todo el tiempo y me leía himnos del Himnario de la Ciencia Cristiana y otra literatura de la Ciencia Cristiana.
Quería comprender que yo sólo puedo tener un enlace verdadero: el enlace con la Vida divina
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