Este mes se celebra la Pascua, lo que siempre nos brinda la oportunidad de reflexionar sobre la vida y obra de Jesús y su entrañable amor.
Me gusta pensar que su resurrección es realmente una celebración de vida. Con ella Jesús demostró a la humanidad que la vida es eterna. Su misión no sólo fue ayudarnos a liberarnos del pecado y el sufrimiento, sino presentarnos a un Dios que es el amor mismo, y a enseñarnos a amarnos los unos a los otros.
En su libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy define la resurrección como “Espiritualización del pensamiento; una idea nueva y más elevada de inmortalidad, o existencia espiritual; la creencia material sometiéndose a la comprensión espiritual” (pág. 593).
Las enseñanzas y ejemplo de Cristo Jesús nos impulsan a analizar dónde está nuestro pensamiento. ¿Seguimos aceptando que los desafíos y limitaciones que enfrentamos son parte natural de la existencia, o estamos tratando de comprender nuestra identidad espiritual?
Haciéndose eco del Génesis en la Biblia, la Sra. Eddy a su vez pregunta: “Adán: ¿Dónde estás tú?”; “¿Está nuestra consciencia en la materia o en Dios? ¿Tenemos otra consciencia aparte de la del bien?” (Escritos Misceláneos, pág. 179).
Muchos hemos comprobado que pensar con frecuencia en las enfermedades y en las cosas malas que han sucedido y suceden a nuestro alrededor, obstaculiza el progreso porque nos mantiene estancados en el error, en el ayer. Mientras que tener una actitud positiva y una expectativa de bien frente a la vida, centra nuestra atención en Dios, y trae progreso y curación.
Todos somos capaces de expresar al Cristo, al hombre creado a imagen de Dios; de saber que nuestra verdadera y única identidad es espiritual, en la cual estamos libres de malos sentimientos, libres de enfermedades, libres de limitaciones. Todos podemos llegar a comprender que somos espiritualmente sanos, puros e inteligentes.
Este cambio en nuestra manera de pensar brinda una paz y una renovación interior muy grande, y nos hace partícipes, en cierto grado, de la resurrección.
Con afecto,