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Dios eliminó el temor

Del número de julio de 2013 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en portugués


 Hace tres años, comencé a jugar en una escuela de voleibol. Al principio me divertía mucho, pero al año siguiente ingresé en el equipo de mi colegio y los entrenamientos eran mucho más exigentes porque participábamos en competencias con otras escuelas, cuyos equipos eran muy buenos.

Muchas de las chicas de este equipo son un poco más grandes que yo. Ellas ya habían estado entrenando cuando entré al equipo en medio del año lectivo. Por eso, me ponía muy nerviosa si llegaba a cometer algún error durante los entrenamientos y los juegos. Cuando el entrenador me corregía en los entrenamientos, yo pensaba que debía salir del equipo, porque creía que no jugaba bien. A veces me daban ganas de llorar. Como durante los juegos con otros equipos el entrenador se ponía nervioso cuando cometíamos errores, yo sentía temor de que me regañara.

Hablé sobre esto con mi mamá y empezamos a orar. Pensamos que Dios es Amor, Vida, Mente, y que yo, por ser Su hija, reflejo las buenas cualidades divinas y tengo toda la capacidad que necesito para aprender y jugar bien. Por eso, no necesitaba sentirme nerviosa. También me di cuenta de que es bueno formar parte de un equipo porque se desarrolla un espíritu de camaradería. Aunque un jugador sea muy bueno, necesita del equipo para ganar el partido. Además de eso, nos ayudamos cuando nos sentimos nerviosas. Estas son lecciones valiosas para toda la vida. 

Comencé a sentirme más relajada en los entrenamientos y a desarrollar mis habilidades, además de divertirme, porque me encanta jugar al voleibol. Hoy, cuando veo que cometo muchos errores y me pongo nerviosa, o me duelen los brazos porque la pelota los golpeó con mucha fuerza, oro en silencio para saber que, si Dios es Espíritu, yo, por ser Su semejanza espiritual, no necesito sentir dolor ni temor. Después de orar, regreso a jugar normalmente.

Las ideas que aprendo en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana también me ayudan. Allí aprendí lo que llamo “la oración del sándwich”. Primero, comenzamos con una rebanada de pan, pensando que es Dios, quien es el Amor divino, y reconociendo que tiene todo el poder y está presente en todas partes. Entonces, pensamos en el relleno del sándwich, y negamos todas las cosas malas, que no son reales ni pueden suceder, porque no forman parte del Reino de Dios, donde existe solamente el bien. Terminamos aplastando todas las cosas malas con la otra rebanada de pan, insistiendo en que Dios es supremo y destruye el mal, que Él tiene el control de todo y que nada puede anular los buenos efectos de nuestra oración. 

Este año voy a entrar en un equipo juvenil, con chicas aún más grandes que yo. Pero sé que tengo toda la capacidad para concentrarme y permanecer tranquila y feliz, aprovechando todas las cosas buenas que el voleibol ofrece. Aprendí que podemos confiar en Dios de todo corazón, en toda situación, y encontrar paz.

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