En una ocasión, una amiga me comentó que había tenido una fuerte infección en el útero que la había dejado postrada en cama por algunos días, y que había tenido que tomar antibióticos durante varias semanas.
Poco después, en febrero de 2012, aunque el problema que había tenido mi amiga no se consideraba contagioso, comencé a tener los mismos síntomas. El más fuerte de ellos fue una hemorragia grande, que no era parte de mi ciclo menstrual. Allí me di cuenta de que mi amiga había descrito con lujo de detalle los síntomas de la enfermedad, y que sin darme cuenta yo los había aceptado en mi pensamiento.
De inmediato me comuniqué con una practicista de la Ciencia Cristiana y le pedí ayuda por medio de la oración. Después de hablar con ella sentí mucha confianza, lo que me ayudó a no asustarme con el sangrado que tenía.
Por ser el reflejo de Dios, el Espíritu, yo sólo podía manifestar la perfección de mi identidad espiritual.
Aquella sería una semana agitada, pues tenía muchos compromisos y precisaba encontrarme con varias personas, en diferentes lugares. A pesar de que el problema era incómodo, podía realizar todas mis actividades. Por eso, resolví asistir a todas mis entrevistas y reuniones, provista de una confianza inamovible en que, por ser el reflejo de Dios, el Espíritu, yo no podía manifestar ningún tipo de disfunción, sino la perfección de mi identidad espiritual. Percibí también que nunca podría haber sido víctima de ninguna especie de contagio, físico o mental, por medio de ideas que yo pudiera haber abrigado en mi conciencia sin darme cuenta. Mis oraciones elevaron mi pensamiento a Dios para poder probar estas palabras de Mary Baker Eddy: “Un estado de ánimo pacífico y cristiano es un mejor preventivo contra el contagio que un medicamento o cualquier otro posible método curativo; y el ‘perfecto Amor’ que ‘echa fuera el temor’ es una defensa segura” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 229).
Reconocí que Dios jamás está ausente, de modo que tampoco faltó en aquel momento en que conversé con mi amiga. En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Eddy escribió: “La intercomunicación es siempre de Dios hacia Su idea, el hombre” (pág. 284). Entendí que todas las ideas son transmitidas directamente de Dios al hombre (término que incluye a todos los hombres, mujeres y niños), y no de persona a persona, de una mente humana a otra mente humana. Si provienen de Dios, las ideas sólo pueden ser buenas, llenas de salud y armonía, jamás de enfermedad, desarmonía o discordia. Las ideas de Dios fluyen constantemente para todos Sus hijos, y esto nos incluía a mi amiga y a mí. Entonces, así como la molestia no formaba parte de la naturaleza real de mi ser, la semejanza espiritual de Dios, comprendí que en la realidad divina, tampoco había jamás formado parte de la experiencia de mi amiga.
Con el apoyo de la practicista, oré con esas ideas durante tres días, a lo largo de los cuales la hemorragia disminuyó. Al final del tercer día se había detenido por completo y no volvió más.
Esa curación fue muy importante, pues me hizo estar más consciente de mi verdadera identidad como hija de Dios. También despertó en mí el deseo de aprender más sobre la curación por medio de la oración, lo que me llevó a tomar la Clase Primaria de la Ciencia Cristiana, meses después. Estoy muy agradecida por el crecimiento espiritual alcanzado por esta experiencia, que fortaleció mi confianza para obtener curación y solucionar cualquier problema por medio de la comprensión de Dios.
São Paulo
