Después que me casé y nacieron mis hijos surgieron muchas dificultades. Durante varios años padecí de maltrato por parte de mi esposo, quien en aquel entonces tenía un problema de alcoholismo. Sentía que mis derechos como mujer y como persona no eran reconocidos. No me sentía amada ni respetada.
Hacía algunos años que estudiaba la Ciencia Cristiana y había aprendido que estas situaciones angustiantes tienen solución. Dios creó al hombre y a la mujer a Su imagen y semejanza, y Su creación es muy buena, como dice el Génesis (1:27). Siempre afirmaba esta verdad, pero la situación no se resolvía, sino que empeoraba aún más.
Cuando nació nuestra hija mayor tuve un parto complicado y la niña después tuvo ciertas dificultades. Como por ejemplo, en el jardín de infantes las maestras le detectaron problemas de aprendizaje y no podía socializar con los demás niños. Era obvio para mí que la falta de armonía en la casa la estaba afectando.
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