Quizás vivas en una zona de la ciudad que es un refugio de tranquilidad, donde nunca te molesta ningún ruido. Pero no todos viven así. Mucha gente tiene que lidiar con ruidos molestos, ya sea porque trabajan en una fábrica ruidosa o viven junto a las vías del tren. Tal vez vivas con alguien que ve televisión con el volumen muy alto cuando tratas de dormir. O puede ser que tengas compañeros de trabajo que hablan con la voz muy alta junto a tu oficina cuando tratas de trabajar. Cualquiera sea la fuente de ruido indeseable, puede producir irritabilidad, insomnio, conflictos, problemas de concentración en el trabajo o en la escuela, y la pérdida de la paz y la alegría naturales.
Afortunadamente, hay una solución espiritual al problema del ruido. En la Biblia, Dios nos promete que “el efecto de la justicia será paz; y la labor de la justicia, reposo y seguridad para siempre. Y mi pueblo habitará en morada de paz, en habitaciones seguras, y en recreos de reposo” (Isaías 32:17, 18). Es reconfortante saber que cuando nuestra meta en la vida es vivir con rectitud, de acuerdo con el Amor divino, nuestros días están llenos de serenidad y alegría.
Cuando me mudé hace varios años a la casa en que vivo en un barrio “tranquilo”, realmente tuve que pensar profundamente en estas ideas porque había muchos ruidos distintos que francamente yo no había anticipado. El estruendo de las cortadoras de césped, perros que ladran, música muy fuerte en la casa de al lado, y proyectos de construcción en el vecindario que amenazaban con invadir el ambiente, donde yo tenía la esperanza de vivir y trabajar en paz.
Entonces decidí orar para encontrar una solución. Comencé reconociendo humildemente que mis vecinos tenían el derecho de disfrutar plenamente de la vida y que su intención no era perturbar a otros.
La Ciencia Cristiana enseña que Dios es la única Mente, apacible y armoniosa, y que toda la creación refleja a esta Mente apacible. Realmente atesoré esta idea y la apliqué a todos los aspectos de mi vida diaria. Razoné que nuestro Padre-Madre Dios es el único Creador y que no crea nada desagradable para Sus hijos (es decir, todos nosotros).
La Ciencia Cristiana enseña que Dios es la única Mente, apacible y armoniosa, y que toda la creación refleja a esta Mente apacible.
Traté de ser más tolerante en general y menos hipersensible. También traté de no hacer ningún ruido que pudiera molestar a la gente a mi alrededor.
Cuando la música de al lado no me dejaba dormir, elevaba mi pensamiento a Dios y con paciencia oraba para entender el profundo significado del Salmo 91. Llegué a comprender que mi pensamiento está protegido “bajo la sombra del Omnipotente”. Me deleité con la siguiente promesa: “Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro” (versículos 1, 4).
Se me ocurrió que la música es una idea transmitida directamente por la Mente divina al pensamiento de quien escucha, y la comunicación de la Mente divina a mis vecinos no podía tocarme ni molestarme.
En mi pensamiento se estaban desenvolviendo cada vez más ideas espirituales. Comprendí que el reino de Dios, donde realmente vivimos, es completamente espiritual, no material. No incluye ninguna fuerza material destructiva, tal como ondas sonoras o vibraciones capaces de sacudir mi consciencia. Reconocí que vivimos en la atmósfera del Alma, donde las únicas “frecuencias” son los suaves ritmos de la Vida divina.
Pensé que todos somos parte de una alegre familia universal, de modo que los ruidos de la vida diaria no pueden molestarnos.
El hombre verdadero (cada uno de nosotros) es una idea espiritual en vez de un cuerpo material, y no incluye nada que pueda estar irritado. En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy escribe: “Todo lo que realmente existe es la Mente divina y su idea, y en esta Mente se encuentra que el ser entero es armonioso y eterno” (pág. 151). Puesto que todos somos creados a semejanza de Dios, el Espíritu divino, nuestros verdaderos sentidos son espirituales, no materiales. Ciencia y Salud señala que “los sentidos del Espíritu no tienen dolor, y están siempre en paz” (pág. 214).
Mientras pensaba en todos los ruidos que había a mi alrededor, pensé que todos somos parte de una alegre familia universal, de modo que los ruidos de la vida diaria no pueden molestarnos. Ciencia y Salud confirma que “el bien y sus dulces armonías tienen todo el poder” (pág. 130).
La Biblia explica que una actitud afectuosa al orar es como una armadura espiritual, y a mí me encanta orar con la idea de que mi pensamiento está protegido por el “yelmo de la salvación” (véase Efesios 6:10-17). Al orar de esta manera, poco a poco comencé a sentir cada vez más que tenía puesto un “casco” o yelmo espiritual que protege totalmente la tranquilidad de mi pensamiento y actividades.
Ahora mi hogar es un refugio tranquilo y apacible. Y si de vez en cuando algún ruido comienza a molestarme, yo sé cómo resolver el problema a través de la oración. Ocasionalmente, mis oraciones me han guiado a dar pasos prácticos. Por ejemplo, un par de veces les pedí con mucho amor a mis vecinos que bajaran el volumen de la música, y ellos con mucho gusto lo hicieron.
Cuando nuestro pensamiento está lleno de ideas espirituales y amor incondicional por toda la creación de Dios, no hay lugar para que surja algo desagradable. Mary Baker Eddy escribe: “Los buenos pensamientos son una armadura impenetrable” (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 210). Nada puede impedirnos cumplir con todo el bien que Dios tiene preparado para nosotros.
Estoy muy agradecida por haber aprendido de Ciencia y Salud que “la consciencia verdadera sólo tiene conocimiento de las cosas de Dios” (pág. 276). La Mente única, Dios, el bien, sólo puede conocer su propia acción mental armoniosa: el desenvolvimiento de ideas espirituales que traen paz, progreso y alegría a toda la humanidad.
