En el pasado, la inseguridad, la angustia y el temor formaban parte de mi vida. Pero hace tres años, el temor aumentó de tal manera que se transformó en una depresión que necesitaba sanar. No dormía bien. Por la mañana, sentía que no podía levantarme para hacer algo, y a menudo estaba como paralizada por el temor. No encontraba paz.
Con el estudio de la Ciencia Cristiana había tenido a lo largo de los años varias curaciones físicas (sané, entre otras, de neurodermatitis y varias alergias), y también había superado otras dificultades. Sin embargo, ahora el temor constante determinaba mi manera de pensar. Yo acostumbraba a orar de una forma que siempre me había dado una sensación de libertad, pero ahora parecía que esto no era de ninguna manera posible. Por esa razón recurrí a la ayuda de la psicoterapia. Soy terapeuta Gestalt de profesión y me pareció natural enfrentar esta crisis, entre otras cosas, entendiendo y reconociendo lo que había detrás de las experiencias que había tenido. Sin embargo, el temor continuaba.
En un momento de profunda de- sesperación, me volví a Dios de todo corazón y le pedí que me mostrara cómo superar el temor. Ahora estaba lista para ceder completamente a Su dirección. Ese fue el punto decisivo. De pronto me embargó una gran paz, y me di cuenta con mucha claridad que por ser hija del Dios perfecto, por ser Su idea, fui creada sin el más pequeño elemento de temor. Comprendí plenamente que el temor no formaba parte de mí. Ahora podía pensar en quién soy yo en realidad. Abandoné todos los métodos psicoterapéuticos y volví mi pensamiento totalmente a Dios.
La fuente de mi amor es el Amor divino mismo, que nos alimenta a mí y a otros constante e inagotablemente.
Entonces le pedí a una practicista de la Ciencia Cristiana que me ayudara con la oración, lo que ella hizo con mucho amor. En mi estudio diario de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy y la Biblia, encontré muchos pasajes que me guiaron a alcanzar una comprensión más profunda de la Vida, Dios, y de mi verdadera identidad espiritual.
En Ciencia y Salud, leí: “Insiste con vehemencia en el gran hecho que abarca todo: que Dios, el Espíritu, es todo, y que no hay otro fuera de Él” (pág. 421). Siempre que el temor trataba de imponerse, yo pensaba: “¡No! ¡No hay poder aparte de Dios! ¡Sólo Él está actuando aquí!” Insistía en esto una y otra vez, y fue de esa forma que logré interrumpir y desechar los pensamientos de temor, las preocupaciones y ansiedades, e hice lugar para que entraran naturalmente en mi mente pensamientos y sentimientos verdaderos. Pensamientos que provienen de Dios y sentimientos que reflejan Sus cualidades.
Me conmovió mucho una declaración de la Primera Epístola de Juan: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor” (4:18). De pronto percibí claramente que en el amor no hay lugar donde pueda entrar el temor y la falsa creencia de una vida amenazada o desprotegida. El Amor divino es el único poder verdadero del cual son creadas todas las cosas. Toda vida es alimentada por este Amor.
La practicista comparó mi inseparable relación con Dios con el sol y sus rayos. Comprendí que el amor de Dios está en mí y a mi alrededor, y se renueva a sí mismo a cada momento con su más brillante resplandor. Estoy conectada con la fuente de la vida y el amor, Dios, y nada puede separarme de Él. Sentí de manera tangible este Amor omnipresente y su cuidado, y me embargó una enorme alegría.
Entender esto también me liberó, incluso, de un sentido falso y excesivo de responsabilidad por los demás, lo que me había hecho sentir totalmente exhausta y abrumada. Pero ¡cómo pude llegar a pensar que yo debía responder a las necesidades de los demás! Dios es quien gobierna toda vida y satisface las necesidades de todos. Cada persona es una expresión de Su amor, y está conectada con Él y no puede separarse. Por lo tanto, Dios cuida por completo de cada persona con todo lo que necesita, independiente de los esfuerzos humanos que se hagan para hacer lo que yo pienso que es bueno y correcto para ellos. Por ser la expresión de Dios, yo sólo puedo expresar Sus cualidades, lo que significa que puedo amar y ayudar a los demás sin esfuerzo alguno, puesto que la fuente de mi amor es el Amor divino mismo, que nos alimenta a mí y a otros constante e inagotablemente.
Esta comprensión espiritual también disolvió el concepto psicológico tan conocido de que los temores se deben, entre otras cosas, a las excesivas demandas y falta de apoyo y amor que se experimentan durante la niñez. Pero al comprender que yo siempre estuve y siempre estaré conectada con Dios, el Amor, y que nada puede separarnos, tuve la seguridad de que jamás había estado sin Su protección y cuidado, y, por lo tanto, ninguna experiencia de mi niñez o después de ella, podría haber tocado o cambiado la perfección e integridad que Dios me ha dado. ¡Esto me dio una gran sensación de libertad!
Gradualmente, todos los síntomas de temor desaparecieron. Fueron reemplazados por una profunda sensación de amor, libertad y realización que nunca antes había sentido. Esta sensación de vida ha estado conmigo desde entonces, y siento profunda gratitud por el todopoderoso, infinito y siempre presente amor de Dios.
Rösrath