Siempre me he sentido muy agradecida por saber y haber comprobado que una enfermedad no tiene por qué seguir su curso, sino que puedo orar reclamando mi verdadera identidad espiritual como reflejo de Dios, y sanar.
A principios del año pasado, comencé a tener un problema en la piel que me producía mucho escozor e irritación. Como siempre había recurrido a la oración en la Ciencia Cristiana y obtenido buenos resultados, empecé a orar dirigiendo mi pensamiento a Dios.
Yo había aprendido que mi ser es espiritual, así como lo es el de todos los demás. Dios es Espíritu, por lo tanto, todo lo que Él ha creado es espiritual y tan perfecto y armonioso como Él Mismo. Aún así me seguía preguntando cómo era posible que me estuviera pasando eso en la piel.
Al recurrir a la Biblia en busca de inspiración encontré la promesa de Cristo Jesús que dice: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32). Esto me hizo pensar que la creencia de que uno es al mismo tiempo espiritual y material, quisiera confundirnos e impedirnos ser libres. Pero cuando vamos comprendiendo que el Espíritu, el bien, es nuestro Creador, empezamos a conocernos mejor a nosotros mismos como hijos de Dios.
Un día me sentí guiada a ver con más cuidado la definición de Mente en el libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras. La misma comienza diciendo: “El único Yo, o Nosotros; el Espíritu… de quien el hombre es la expresión plena y perfecta…” (pág. 591).
De pronto reparé en que ese “Nosotros” está con mayúscula, al igual que “Yo”. Esto me llamó tanto la atención que lo leí una y otra vez. Continué orando y fue como cuando entro al Internet y empiezo a hacer clic en la pantalla, y comienzan a desplegarse imágenes sobre el tema que estoy investigando. Del mismo modo las ideas sobre lo que esa cita significa se fueron desplegando, revelando en mi consciencia esa comunicación tan maravillosa que todos tenemos con Dios.
La creencia de que uno es al mismo tiempo espiritual y material, quisiera confundirnos e impedirnos ser libres.
Fui comprendiendo que no estamos separados en la creación espiritual. No es que yo estoy aquí y fulano allá, sino que este “Nosotros” está sucediendo ahora mismo, porque es donde el Espíritu nos mantiene y nos sostiene, porque vivimos en Dios y estamos en Dios. Es el Espíritu el que nos da vida, que nos mueve y nos relaciona en ese Amor divino. En ese “Nosotros” estamos todos conectados. En esta unidad que Dios nos da, los problemas de enfermedad, o conflictos entre personas, comunidades, países, no son posibles.
No obstante, transcurrían los meses y la situación no mejoraba. Estaba tan preo- cupada que empecé a purificar el agua de mi casa con mayor intensidad, a asearme con excesivo cuidado, y a fijarme mucho en la suciedad que había en todas partes, en el transporte, los cajeros del banco, la calle.
También pensaba en la falta de seguridad, tanto aquí en Cuernavaca como en otras partes del mundo. En las noticias y a mi alrededor se habla con frecuencia del tema, y eso me molestaba mucho. Así que sentía temor por el futuro.
Pero a medida que me fui dando cuenta de que todos somos en realidad espirituales y que estamos relacionados espiritualmente unos con otros por medio de Dios, la Mente divina, y que como dice el Apóstol Pablo: “En él vivimos, y nos movemos, y somos” (Hechos 17:28), mi pensamiento empezó a cambiar.
La verdad es que jamás estamos separados de Dios, y nunca lo estuvimos. Ese “Nosotros” no está en una persona, sino en el Espíritu, en Dios. Él es quien nos da vida. Y esto no es algo estático, la Vida está constantemente expresándose en las acciones que Dios nos brinda. Somos Su imagen y semejanza, el reflejo de Dios, así que nos movemos expresando esta identidad que Él nos concede. Esa percepción espiritual sencillamente transformó mi pensamiento.
En la Biblia leemos: “No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino” (Lucas 12:32). Esto me hizo pensar que la relación que Dios nos concede no tiene nada que ver con un ambiente o relaciones difíciles.
No hay nada que pueda dañarme en esta identidad que Dios me dio. Todas las situaciones que nos molestan o nos hacen sentir inseguros, ya sean en la familia, países o comunidades, no provienen de Dios ni forman parte de Su creación, y ya poseemos la habilidad de resolverlas.
En esta unidad que Dios nos da, los problemas de enfermedad, o conflictos entre personas, comunidades, países, no son posibles.
Cristo Jesús dijo: “El reino de Dios dentro de vosotros está” (Lucas 17:21, Versión Moderna). No tenemos que buscarlo allá afuera, lejos, sino dentro de nosotros mismos; Dios ya nos ha dado todas las respuestas que podamos necesitar.
Cerca de mi casa hay una oficina para la prevención de la drogadicción y el tráfico de drogas, donde había habido algunos enfrentamientos, así que empecé a aplicar esta nueva percepción espiritual siempre que oraba por mi vecindario y mi propia seguridad, y todos nos hemos sentido seguros. Sin embargo, hace unos meses, recibí la llamada de un individuo que decía ser policía y que me preguntó cómo estaba yo. Me pareció que había malicia en sus palabras. Cuando le dije que yo estaba bien, comenzó a decirme que no estuviera tan tranquila porque había gente que vendría a sacarme de mi casa y a matarme. En ese momento, sentí compasión por él y por mí, y una increíble sensación de paz. Yo sabía que este sentimiento venía de una promesa que Cristo Jesús hizo a sus seguidores y que yo había estado guardando en mi corazón: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27). Cuando colgué el teléfono sentí la bendición de comprender que estamos todos incluidos en ese “Nosotros”, no sólo yo, sino aquel hombre, mi casa y mi barrio. No he vuelto a recibir ninguna llamada de esa índole.
En cuanto a mí, después de orar durante casi tres meses, la molestia desapareció y estuve completamente libre del problema. Las ideas que obtuve en ese tiempo que oré por esta curación me ayudaron también en mi relación con mis vecinos y familiares. Yo solía preocuparme mucho cuando había desa- cuerdos o mucha confusión, y la gente decía que era normal tener muchas personalidades, y reaccionar. Ahora sé que las relaciones que Dios nos da a “Nosotros” son siempre armoniosas porque están en Él, la Mente única.
Aprendí una lección maravillosa: Dios ya ha puesto en nuestro corazón la solución a los problemas que se nos presentan. Por mucho que busquemos fuera de nosotros, la solución siempre está adentro de uno, en esa relación que Dios nos ha concedido.
