De 1983 a 1990, sufrí de serios ataques de asma. Hasta las cosas más pequeñas parecían provocar una reacción: exposición al polvo, al humo de cigarrillo e incluso al perfume, así como comer ciertos alimentos. Durante estos ataques, no podía dormir de noche, y mi vida era extremadamente difícil.
Una noche, como no podía dormir debido a otro ataque, encendí la radio y estaban transmitiendo un programa preparado en Boston, Estados Unidos: El Heraldo de la Ciencia Cristiana en francés. Así que empecé a escucharlo. Alguien estaba diciendo que el mal es irreal, que la enfermedad no tiene poder sobre nosotros, que Dios nos creó a Su imagen, y que no podemos ser presa de la enfermedad. Así que exclamé: “Pero ¿qué es esto? ¡Yo necesito saber más!” A la mañana siguiente, escribí a la dirección que habían mencionado al término del programa y tres semanas más tarde recibí el libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Ojeé las páginas y empecé a leer los testimonios de curación que se encuentran al final del libro, porque realmente me llamaron la atención.
Pero me resultó difícil leer el resto del libro, más que nada porque desafiaba mucho mi manera de pensar habitual. Era marzo de 1990, y como era maestro, decidí que al término del año escolar, durante el verano, tendría bastante tiempo de quietud para leer este libro con tranquilidad. De modo que a principios del verano, volví a abrir el libro y lo leí continuamente durante cinco días. Al pasar de un capítulo a otro, sentía un gran alivio. Estaba empezando a comprender que la enfermedad no tenía poder sobre mí. Cuando llegué al siguiente pasaje, tuve la certeza de que había sanado: “Continúe leyendo, y el libro vendrá a ser el médico, calmando el estremecimiento que la Verdad a menudo produce sobre el error cuando lo destruye” (Ciencia y Salud, pág. 422).
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