Para mí esta frase que Mary Baker Eddy escribió en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Tal como piensa un hombre, así es él” (pág. 166), haciendo alusión al versículo bíblico de Proverbios 23:7, no sólo se refiere al ser del hombre, sino también a cada condición y circunstancia de su vida. Nuestro carácter es resultado de nuestro pensamiento. Así como una planta no existiría si la simiente no brotara, de la misma forma cada acto de una persona germina de las simientes ocultas del pensamiento. Esto se aplica tanto a los actos llamados espontáneos, como a los que se ejecutan deliberadamente. De ese modo, una persona recoge el fruto dulce o amargo de su propia cosecha mental.
Hacía 20 años que no visitaba el municipio donde nací y en el que viven mis padres. Regresé a ese municipio por invitación de un gran amigo que es empresario en el ramo de restaurantes y turismo. A la gente le atrae ir allá porque hay una gran producción petrolera que requiere mucha mano de obra. Por su ubicación geográfica, el municipio facilita el flujo de transacciones comerciales. De manera que esa región ofrece muchas oportunidades de empleo y negocios, y una diversidad cultural derivada de la inmigración de personas de otros municipios de la provincia y de otros orígenes.
La diversidad cultural es una riqueza que transmite valores y tradiciones de diferentes pueblos. No hay nada de malo en las diferencias cuando se procede razonablemente, sin exceder los límites de la moralidad basadas en principios éticos. Digo esto porque, entre otras creencias acentuadas por la diversidad cultural derivada de la inmigración, me gustaría mencionar una que me llamó la atención, el “zimbassu”, cuya presencia yo no notaba cuando vivía en aquel municipio.
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