En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy explica las ideas que encontró en la Biblia. Una de ellas es que la enfermedad es un “error”. Al referirse a la parábola de la cizaña y el trigo, donde lo que muere es separado de lo que perdura (véase Mateo 13:24–30, 36–43), ella define espiritualmente la cizaña como: “Mortalidad; error; pecado; enfermedad; dolencia; muerte” (pág. 595).
Pero ¿cómo puede decirse que la enfermedad es un error? Porque Dios es perfecto, el bien infinito, todo aquello que es desemejante a Él es ilegítimo y errado. El hecho mismo de pensar en cualquier enfermedad es fundamentalmente defectuoso, anormal y errado porque ese pensamiento supone que la enfermedad es legítima y real. Es la mente humana, no Dios, la Mente divina, que parece conocer la enfermedad. Por lo tanto, si bien la enfermedad parece y se siente como una “realidad” humana —y la persona que experimenta una enfermedad merece mucha compasión— en la medida que reconocemos que la enfermedad no es otra cosa más que un punto de vista equivocado al que no debemos temer ni compadecer, la superamos, demostrando la más alta compasión. Jesús fue un ejemplo de esto, al sanar la enfermedad y el pecado.
De acuerdo con la manera de pensar convencional, la enfermedad no se considera algo equivocado, sino una parte normal de la vida biológica. La Ciencia Cristiana enseña que la verdadera vida de cada uno de nosotros es la expresión o reflejo de la Vida divina, el Espíritu infinito, Dios, y que la voluntad de Dios para toda Su creación es sólo la armonía. Saber esto nos da el valor moral para no aceptar el temor ni ceder a la enfermedad, sino resistir y protestar contra ella mentalmente con autoridad moral. Esta protesta mental, una forma de oración, previene y sana la enfermedad.
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