En enero de 2010, viajé con mi hija a Argentina y Chile. Cuando me puse los auriculares para ver una película en el avión, me di cuenta de que podía escuchar muy poco de mi oído derecho y nada del izquierdo. Hasta ese momento no me había dado cuenta totalmente del problema. Pero me acordé que desde hacía unos meses, cada vez que hablaba con alguien por teléfono tenía que pasar el receptor de un oído al otro porque no lograba escuchar. Todo ese tiempo había pensado que el teléfono no funcionaba bien.
Durante el viaje, mi hija me dijo que haría una cita con un médico porque había notado que no oía bien. (Ella lee las revistas de El Heraldo de la Ciencia Cristiana que le doy, y es receptiva a su mensaje, pero no practica la Ciencia Cristiana como yo.)
Siempre he sido, y siempre seré, el reflejo y la expresión de la perfección divina, la cual es inmutable y permanente.
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