Cuando llegué a Alemania era una mujer joven, viuda y con dos hijos pequeños. Tenía muchas preocupaciones, dolor y estaba en mal estado de salud. Cuando enfermé de gripe, un médico me dio unos medicamentos que no me aliviaron para nada. Durante varios días, tuve fiebre alta y me costaba mucho ir a trabajar.
En aquella época, yo enseñaba en una escuela nocturna de idiomas, y una estudiante que estaba muy preocupada por mí, me contó acerca de una religión llamada Ciencia Cristiana, que sanaba mediante la oración. Yo ya había escuchado hablar de ello a mi hermana que había vivido en los Estados Unidos durante mucho tiempo, y le habían regalado el libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy.
Pero yo pensaba que la Ciencia Cristiana era difícil de creer y distaba mucho de ser la religión que yo consideraba que era la única buena que uno podía tener. No obstante, yo estaba buscando a Dios. Quería conocerlo y tener la confirmación de que Dios realmente existe. Así que fui a ver a una practicista de la Ciencia Cristiana de la que mi estudiante me había hablado.
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