Hace un tiempo, escuché decir que la generación nacida poco después de la Segunda Guerra Mundial, se niega a envejecer. Me pareció muy acertada esa afirmación. ¿Por qué habrían de aceptar que están envejeciendo y que ya no tienen la fortaleza ni el ánimo para llevar una vida activa?
Dios jamás nos diría que la edad es un impedimento para que desarrollemos y expresemos las cualidades y talentos que nos ha dado. El hombre es creado a Su imagen y semejanza, y en ella no hay decadencia ni decrepitud.
Mary Baker Eddy escribe: “Si no fuera por el error de medir y limitar todo lo que es bueno y bello, el hombre gozaría de más de setenta años y aún mantendría su vigor, lozanía y promesa” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 246).
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