Cuando no encontramos la solución a un problema, nos sentimos decepcionados y confundidos. Pero la respuesta a nuestros problemas está más cerca de lo que pensamos.
Pude comprobar esto durante la elaboración de una de mis tareas en la universidad. Estoy cursando la licenciatura en Arquitectura, y en una ocasión me pidieron que hiciera la representación gráfica de los cimientos de un edificio. Justo en esos momentos la escuela en la que estudio había suspendido sus labores, por lo que no podía consultar ningún libro. Es más, no sabía a quién preguntar para resolver mis dudas al respecto.
Comenzó a transcurrir el tiempo y me sentía cada vez más confundida y muy presionada. A pesar de los intentos que hice por investigar esto con lo que encontraba en el Internet, no me parecía clara la respuesta. En mi desesperación comencé a guardar pensamientos de enojo contra la escuela, pensando que tal vez si hubiera decidido cursar mis estudios en otra parte, ya tendría la respuesta a mis dudas. También sentía que la suspensión de actividades no tenía argumentos válidos. Además, no me era posible representar adecuadamente un cimiento porque el programa de arquitectura de mi escuela no lleva a los estudiantes a visitar sitios de construcción.
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