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Libre de depresión

Del número de enero de 2014 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en español


Antes de conocer la Ciencia Cristiana, yo tenía un carácter muy irritable y reaccionaba con facilidad. Además, vivía siempre nerviosa y deprimida, con temor incluso de salir a la calle. Cuando mi esposo e hijo no estaban en casa, me sentía sola y lloraba. Me venían recuerdos tristes y pensamientos negativos que me provocaban temor. Dos de mis hermanos habían fallecido y yo sentía mucha nostalgia de los momentos que habíamos pasado juntos.

Mi hermana era estudiante de la Ciencia Cristiana y siempre me hablaba de Dios. Un día me regaló el libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, pero no comencé a leerlo enseguida. No fue sino hasta que me di cuenta de que no lograba salir de la depresión y vi la necesidad de profundizar mi conocimiento espiritual, que lo abrí y comencé a leerlo.

Las ideas del libro, por ejemplo el concepto de que Dios es nuestro Padre-Madre, nuestra guía y fuerza, y está a nuestro lado en todo momento, produjo un cambio rotundo en mi vida. Antes yo pensaba en Él sólo en momentos difíciles y creía que debía aceptar el sufrimiento.

Una de las primeras lecciones que aprendí de Ciencia y Salud fue que los problemas se resuelven cuando cambiamos nuestra forma de pensar. En otras palabras, cuando pensamientos negativos —las creencias falsas que tratan de llenar la consciencia con el mal y la enfermedad, la limitación y la muerte— son reemplazados por pensamientos buenos que provienen de Dios, estos nos traen curación, alegría y renovación. Pero primero tenemos que hacer lugar para recibir estos pensamientos buenos.

Jesús enseñó la importancia de hacer esto, a través de una parábola. Dijo que nadie echa vino nuevo en odres viejos, pues estos se rompen y el vino se derrama. Sino que el vino nuevo hay que echarlo en odres nuevos, y así ambos se conservan. (Véase Mateo 9:17).

Mary Baker Eddy explica este pasaje bíblico de la siguiente manera: “La Ciencia divina no echa vino nuevo en odres viejos, el Alma en la materia, ni lo infinito en lo finito. Nuestros falsos puntos de vista acerca de la materia perecen a medida que comprendemos las realidades del Espíritu. La creencia vieja tiene que ser echada fuera o la idea nueva será derramada, y la inspiración, que ha de cambiar nuestro punto de vista, se perderá” (Ciencia y Salud, pág. 281–282).

Las nuevas ideas que estaba aprendiendo en la Ciencia Cristiana  comenzaron a descartar el temor y la tristeza del pensamiento, y a llenar mi consciencia con pensamientos de Dios. Entonces empecé a amarme a mí misma porque entendí que Dios nos ama, aunque hayamos cometido errores en el pasado. También entendí que nuestro ser es espiritual; somos creados por la Mente infinita, y jamás podemos estar separados del amor de Dios. Esto me ayudó a superar la tristeza que sentía por mis hermanos, también porque me di cuenta de que ellos siguen avanzando espiritualmente en su conocimiento de Dios.

Con el estudio diario de la Biblia y Ciencia y Salud, poco a poco, fui comprendiendo mi identidad espiritual, y mi carácter empezó a cambiar. Dejé de preocuparme tanto por las cosas, y la depresión desapareció por completo.

La oración me da tranquilidad y serenidad para afrontar los problemas diarios. Ya no me parecen tan grandes porque sé que Dios me da la fortaleza, las palabras necesarias y la idea justa que necesito para resolverlos.

Mis familiares y amigos notaron el cambio que se produjo en mi carácter de forma gradual. Ya no me irrito fácilmente ni grito como antes. Hoy la armonía reina en mi casa.

Con esta nueva forma de pensar, he podido ayudar a otras personas. Por ejemplo, una amiga mía estaba muy triste porque los médicos habían diagosticado que su hija, que se había casado recientemente, no podía tener hijos. Entonces le hablé de Dios y le dije que su hija era pura y perfecta y nada podía impedir que el bien se expresara en ella. Le sugerí que no se preocupara. Luego le conté cómo Ciencia y Salud me había ayudado a mí, y le obsequié un ejemplar del libro.

Cada vez que veía a mi amiga me decía que estaba orando todos los días por su hija. Hasta que meses más tarde me la encontré y me abrazó muy feliz. Me dijo que su hija estaba embarazada, y le había dicho que era un milagro. Yo le respondí ¡Dios nunca nos desampara! Tiempo después, mi amiga comenzó a asistir a una iglesia de la Ciencia Cristiana.

Hoy sé que no existen límites en lo que podemos lograr con la oración porque Dios está en todas partes y está siempre presente. Estoy muy agradecida porque puedo estar en comunión con Dios en todo momento, en el ómnibus, la calle, donde quiera que me encuentre.

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